Por Sergio L. Ibarra

Las objeciones que ocasionan el ateísmo en el interconectado siglo XXI han progresado hacia una nueva era de cuestionamientos casi a diario contra la Iglesia Católica, pero también a las otras iglesias. No son gratuitas. Los desequilibrios de riqueza son una de las causas principales, asociados a la diversidad de una población de 7,900 millones de personas. Se estima que más de cinco mil millones de personas viven en distintos grados de pobreza, sea de alimentación, salud, vivienda, seguridad o educación. Sumaría una más: la pobreza espiritual.

El fenómeno propiciado por las redes sociales al dar acceso a información inmediata, no necesariamente verdadera, ni tampoco fuente de conocimiento, ha generado una creciente insensatez. La sociedad de nuestro tiempo tiene más información, pero está más desinformada que nunca. Hoy la ignorancia campea en nuestro mundo.

El informe Digital 2022 We Are Social, indica que hay 4,950 millones de usuarios de internet. El asunto es que las relaciones crecen de manera exponencial. Supongamos que tres personas entran en contacto en las redes, se darían tres relaciones, si se suma una cuarta, serían seis, con una quinta serían nueve y así sucesivamente. Noticias formales e informales nos han hecho perder nuestro asombro ante tragedias que se van sustituyendo a una alta velocidad de respuesta, también para sembrar cizaña a la misma velocidad.

La lucidez de Berkley

Las calamidades no son nuevas. George Berkley (1685-1753) obispo y filósofo irlandés en 1713 planteaba las objeciones del ateísmo contra la intervención inmediata de Dios ante la producción natural lenta de las cosas, los nacimientos prematuros o los frutos agostados a una flor, o las lluvias que caen sin provecho en desiertos, o las calamidades naturales. Afirma, ante estas imperfecciones de la naturaleza, que “aunque Dios se esconda a los ojos del hombre perezoso y sensual que quizás en nada quiere emplear su pensamiento, para una mente atenta e imparcial nada es tan claramente visible como la presencia de un Espíritu omnisciente que modela, regula y sustenta el conjunto de todos los seres.”

Sorprende su lucidez para explicar estos prejuicios del hombre del Renacimiento, que hoy siguen vigentes, pero con el fenómeno de las redes, el célebre sacerdote Berckley debiese tener más seguidores. La disputa de la conciencia de las pantallas de los smartphones ha invadido la convivencia, pero también las fronteras morales.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 11 de junio de 2023 No. 1457

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