Por Tomás de Híjar Ornelas, Pbro.

“No es necesario creer en Dios para ser buena persona”. Frase falsa atribuida al Papa Francisco

Hace ya años largos, ocho para ser exactos, se atribuyó al Papa Francisco una frase que rodó por el mundo en un momento de mucha credulidad todavía respecto a mentiras divulgadas por internet, que en inglés ahora hasta tienen nombre propio, ‘fake news’, y en español ‘bulos’. Según la Real Academia de la Lengua Española ‘bulo’ proviene del caló ‘bul’, que equivale a ‘porquería’, dato del todo ajustado a la definición que esa instancia asigna a toda “noticia falsa propalada con algún fin”.

Del bulo que sirve de epígrafe a esta columna a nadie nos queda duda su raíz y consecuencias: valerse del enorme crédito moral del Papa Francisco para usarlo de ariete a una mentalidad (más que ‘ideología’) del todo nuestra: la mentira con ropaje de verdad, o, en planteamientos más apegados a la epistemología y a la hermenéutica, lo falso disfrazado de verdadero.

Paradójicamente, las ‘mentiras virales’ no son el cáncer de las redes sociales ni estas un recurso y menos aún un método desechable y frágil por volátil y poco serio que parezcan ser. Al menos, quien esto escribe tiene a la vista la evidencia según la cual nunca jamás antes nuestro linaje tuvo ante sí la posibilidad de separar lo verdadero de lo falso.

Jorge Mario Bergoglio / Francisco es un argentino que abrazó el estado eclesiástico como miembro de la Compañía de Jesús, de la cual pasó a convertirse en obispo / arzobispo / cardenal / Romano Pontífice, sin mengua de un vínculo esencial consigo mismo, con sus antecedentes familiares y con su opción existencial, el de ser, al modo del título que dio a una “novela inédita” el filósofo existencialista español Miguel de Unamuno en 1916, ‘nada menos que todo un hombre’, a propósito de alguien que desgranó su credo heterodoxo sin dejar de ser católico.

Del pontificado ya largo de Francisco, que ahora mismo tiene 86 años, que antes de terminar el año se habrán convertido en 87 y comenzará el 88, impelidos a buscarle un adjetivo, el que desglosamos aquí nos parece del todo congruente y con él bautizamos esta columna y empeñémonoslo en demostrarlo: desde el primer instante de su aparición como obispo de Roma, sucesor de Pedro y Patriarca de Occidente, Francisco se presentó ante el mundo como un ‘Papa cercano’ y no ha dejado de serlo –y dudamos mucho que eso cambie en el tiempo útil que le resta para seguir echando las redes en tanto usufructuario del ‘anillo del Pescador’, y también de sus ‘sandalias’, al modo que nos lo demostró Morris West,  en 1969, en el memorable filme de ese nombre, que protagonizó Manuel Antonio Rodolfo Quinn Oaxaca (Antony Quinn)–.

Si a Carlos III de España sus malquerientes le apodaron ‘el mejor alcalde de Madrid’ por las obras que emprendió para colocar a la capital de España entre las grandes del mundo de todos los tiempos, a nuestro Francisco no podrán menos que reconocerle una nota que rara vez –y quizá nunca acometió antes de él ninguno de sus antecesores–: la adecuación de su ministerio sin mengua de su ‘cercanía’.

En efecto, Francisco ha demostrado en 10 años de ministerio (antes se decía ‘reinado’) que su adicción al carpintero de Galilea y a los orígenes tan diversos y plurales con los que nació la Iglesia y el peso institucional que ello implica, sobre todo al tiempo, debemos hacerlo nuestro es, desde la visión sagrada de los pueblos de indios, el arte de vivir el todo desde la parte o de lidiar con el mundo sin dejar de ser él mismo ‘Siervo de los siervos de Dios’.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 30 de julio de 2023 No. 1464

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