Por José Ignacio Alemany Grau, obispo

Reflexión homilética del 10 de septiembre de 2023

En este Domingo XXIII del tiempo ordinario, la liturgia nos invita a evitar el peligro que tenemos con mucha frecuencia y es imitar a Caín que, cuando Dios le preguntó: «¿Dónde está tu hermano Abel?», le contestó: «¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?».

Normalmente preferimos no corregir para evitar problemas.

Ezequiel

Nos da una enseñanza práctica para que veamos la importancia que tiene corregir al descarriado para evitar el pecado; y así nos dice que Dios le pide al profeta que cuando escuches «palabra de mi boca les darás la alarma de mi parte». Y lo explica de esta manera:

«Si yo digo al malvado: “malvado eres reo de muerte” y si tú no hablas poniéndolo en guardia al malvado para que cambie de conducta, el malvado morirá en su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre».

En cambio, dice el Señor que, si se le advierte del peligro y no quiere hacer caso, la responsabilidad será solo del malvado.

Salmo 94

Muchas veces en la liturgia de la Iglesia aparecen las palabras de este salmo:

«Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: no endurezcáis vuestro corazón».

El salmo es una invitación continua a escuchar la voz del Señor evitando la postura de Caín que no quiso reconocer la verdad de su pecado porque tenía el corazón aún más endurecido después del crimen.

San Pablo

«A nadie le debáis nada más que amor».

Estas palabras dirigidas a los romanos son muy importantes para nuestra vida cristiana.

El apóstol lo explica haciéndonos ver el resumen de los mandamientos que se refieren al prójimo con esta frase: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo».

Por eso, así concluye san Pablo nuestro párrafo: «Uno que ama a su prójimo no le hace daño; por eso amar es cumplir la ley entera».

Como decía el Catecismo: «los diez mandamientos se encierran en dos: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo».

Verso aleluyático

El servicio de Jesús, Dios y hombre es reconciliar a los hombres con Él. Con ese fin se encarnó, murió y resucitó.

Este don que le corresponde a Él por su divinidad lo ha confiado a los hombres: «A nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación».

Evangelio

Jesús nos enseña una manera concreta de corregirnos entre nosotros:

«Si tu hermano peca repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano».

Esto es importante que lo tengamos en cuenta para ayudar al prójimo a conseguir la misericordia de Dios.

«Si no te hace caso llama a otro, o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos».

Advertimos la caridad de Jesucristo que quiere evitar que la falta del hermano se vaya «ventilando» entre los demás.

Pero todavía continúa Jesús aclarando la forma de tocar el corazón del hermano y añade:

«Si no les hace caso, díselo a la comunidad y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano».

Esto es duro, pero es una manera de poner todos los medios posibles y respetar la libertad del que ha cometido una falta grave.

A continuación, Jesús habla del perdón de los pecados que da a los apóstoles y a sus sucesores.

Finalmente, Jesús nos habla del poder de la oración comunitaria:

«Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».

Por eso, promete el Señor que, si somos capaces de unirnos para pedir, no faltará la respuesta de Dios a la petición comunitaria.

 

Imagen de StockSnap en Pixabay


 

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