En su encuentro Francisco tuvo palabras de aliento, de cercanía hacia los obispos, religiosos y agentes pastorales presentes en la catedral de San Pedro y Pablo. Les invitó a seguir adelante, dando su testimonio del amor de Cristo. Que no tengan miedo de los números reducidos, de los éxitos que no llegan, de la relevancia que no aparece. No es este el camino de Dios.

Por Patricia Ynestroza  y Ulán Bator – Vatican News

La unidad de la Iglesia no es una cuestión de orden y respeto o una buena estrategia para “hacer amigos”, es una cuestión de fe y de amor al Señor, es fidelidad a Él. En el encuentro que tuvo el Papa Francisco con los obispos, misioneros, consagrados y agentes pastorales, en la Catedral de los santos Pedro y Pablo, los invitó a que gusten y vean lo que son,   la belleza de darse totalmente a Cristo que los ha llamado a testimoniar su amor en este país la Iglesia -les dijo- se presenta ante el mundo como una voz solidaria con todos los pobres y los necesitados, no calla ante las injusticias y con mansedumbre se compromete a promover la dignidad de cada ser humano.

En el encuentro, en el que estaban presentes 2000 personas, el Papa bendijo la estatua de Nuestra Señora Madre del Cielo, un icono presente en la catedral. Hubo testimonios de una religiosa misionera, un religioso local y un agente de pastoral. Fuera de la catedral, hay un ger, es allí donde el Pontífice recibió a la señora que encontró una estatua de la Virgen en la basura. La imagen fue entronizada y el cardenal Marengo le confió el año pasado la Iglesia en Mongolia.  La hermana Cecilia Choi, Hija de María Auxiliadora -directora de la Comunidad de Alan Bator-, le dio al Papa una piedra angular que servirá para la fundación de una escuela.

Luego de bendecir la estatua de la Virgen, Francisco se dirigió a la catedral en un coche de golf, recorriendo todo el sector donde se encontraban los fieles que no pudieron entrar en la iglesia por sus dimensiones. El Pontífice se detuvo delante de un fiel, que emocionado por estar delante del Papa, lloraba de emoción. El Papa conmocionado le entregó un rosario bendecido por él.

Unas últimas palabras de aliento de Francisco para los religiosos, no tener miedo de los números reducidos, de los éxitos que no llegan, de la relevancia que no aparece. No es este el camino de Dios. Que se encomienden a María, pidiendo un celo renovado, un amor ardiente que no se cansa de testimoniar el Evangelio con alegría. Sigan adelante, Dios los ama, les dijo, Él los ha elegido y cree en ustedes. Yo estoy con ustedes y de todo corazón les digo: gracias, gracias por vuestro testimonio, gracias por vuestra vida gastada por el Evangelio. Continúen así, afirmó por último, constantes en la oración y creativos en la caridad, firmes en la comunión, alegres y mansos en todo y con todos. Los bendigo y los recuerdo.

 


 

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