Como es habitual, en su catequesis de la audiencia general del miércoles siguiente al regreso de un viaje apostólico, el Papa Francisco recorrió las etapas más significativas del país que visitó: en Mongolia he encontrado una Iglesia humilde y alegre, es un pueblo «que siente el soplo de la Creación», dijo

Por Adriana Masotti – Vatican News

“Pienso con alegría en la Iglesia local y en el pueblo mongol: un pueblo noble y sabio, que me ha demostrado tanta cordialidad y afecto”
Con estas palabras comenzó el Papa Francisco la catequesis de este miércoles centrada en el viaje apostólico a Mongolia que realizó del 31 de agosto al 4 de septiembre.

«El Señor respondió a Samuel: ‘No te fijes en su aspecto ni en su elevada estatura. Yo lo he descartado, porque no cuenta lo que ve el hombre: pues el hombre ve la apariencia, pero el Señor ve el corazón (1 Sam 16:6-7)».

El Señor busca el corazón simple

Describiendo los momentos más significativos, pero sobre todo los sentimientos y las reflexiones suscitadas por la realidad encontrada, el Papa explicó la razón de su elección de ir tan lejos para encontrarse con un «rebaño» tan pequeño. Precisamente allí – dijo – se pueden encontrar «los signos de la presencia de Dios», porque el Señor no mira las apariencias, sino la simplicidad del corazón de quien quiere amarlo sin clamor:

“Y tuve la gracia de encontrarme en Mongolia con una Iglesia humilde, pero gozosa, que está en el corazón de Dios, y puedo dar testimonio de su alegría al estar también unos días en el centro de la Iglesia”

Una comunidad joven verdaderamente católica

Francisco destacó que esa Iglesia nació hace sólo treinta años gracias al celo apostólico de algunos misioneros de diferentes naciones que, «no fueron allí a hacer proselitismo», y fueron capaces de dar vida a «una comunidad unida y verdaderamente católica», es decir, «universal».

explicó que la de la Iglesia no es una universalidad que iguala a todos, sino que está inculturada, encarnada, captando «el bien allí donde vive y sirviendo a las personas con las que vive». También señaló que su signo de identidad es «el servicio del Señor y de los hermanos». La Iglesia en Mongolia – subrayó el Papa – nació «en el surco de la caridad, que es el mejor testimonio de la fe». Y recordó que durante su visita pudo bendecir e inaugurar la obra caritativa «Casa de Misericordia».

“Una casa que es la tarjeta de visita de esos cristianos, pero que también llama a cada una de nuestras comunidades a ser una casa de la misericordia, es decir, un lugar abierto, acogedor, donde las miserias de cada uno puedan entrar sin vergüenza en contacto con la misericordia de Dios que levanta y cura. He aquí el testimonio de la Iglesia mongola, con misioneros de diversos países que se sienten uno con el pueblo, felices de servirlo y de descubrir la belleza que ya está allí”

Reconocer la belleza de un pueblo

Y hablando de las bellezas de un pueblo, el Papa dijo haber apreciado en Mongolia la búsqueda religiosa de muchas personas que conoció durante el encuentro interreligioso y ecuménico, especialmente los seguidores del budismo, personas que – dijo – «en silencio viven su religiosidad de forma sincera y radical, a través del altruismo y la lucha contra sus pasiones».

“Pensemos cuántas semillas de bien, a escondidas, hacen brotar el jardín del mundo, ¡mientras que normalmente sólo oímos hablar del rumor de los árboles que caen! Y esta es un… a la gente, incluso a nosotros, como de escándalo: ‘¡Pero mira qué barbaridad, se ha caído un árbol, el rumor que ha hecho!’. – ‘¿Pero no ves que el bosque crece cada día?’, porque el crecimiento es en silencio”

Es necesario reconocer el bien y valorar al otro como hace el pueblo mongol, reiteró el Papa Francisco.

Ampliar la mirada para ensanchar los horizontes

El Papa Francisco concluyó compartiendo su sentimiento: «Estuve en el corazón de Asia – dijo – y me hizo bien». Y explicó que es bueno mirar a ese continente que tiene tanto que enseñar y que puede ayudarnos a mirar las cosas desde otra perspectiva. Además, afirmó hablando espontáneamente:

“Me hizo bien conocer al pueblo mongol, que custodia las raíces y las tradiciones, respeta a sus mayores y vive en armonía con el medio ambiente: es un pueblo que mira al cielo y siente el aliento de la creación”

Pensando en las extensiones vastas y silenciosas de Mongolia, dejémonos estimular por la necesidad de ensanchar los límites de nuestra mirada. Por favor: ensanchar los límites, mirar a lo ancho y a lo alto, mirar y no caer prisioneros de la pequeñez, ensanchar los límites de nuestra mirada, para que pueda ver el bien que hay en los demás y pueda ensanchar sus propios horizontes y ensanchar también su propio corazón, crecer, ensanchar su corazón para comprender, para estar cerca de cada persona y de cada civilización.

 


 

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