Por P. Fernando Pascual

Las palabras tienen su importancia, porque pueden ayudar a comprender o lanzar cortinas de humo que confunden.

Basta con pensar cómo se ha desarrollado una nueva terminología en torno al aborto. Se evita, por ejemplo, hablar de “hijo” y de “madre”, y se usan en su lugar las palabras “producto” y “persona gestante”.

Incluso la palabra “aborto” ha sido cambiada en el uso legal, y en otros ámbitos (hospitales, prensa, mundo académico), con la expresión “interrupción voluntaria del embarazo”.

Hay muchas otras situaciones en las que aparece esa extraña lucha por las palabras, de forma que la realidad no quede de manifiesto, y así se transmita algo diferente.

Algunos han explicado este fenómeno con un neologismo, el “antilenguaje”. Cada autor podrá explicar qué entiende por esa palabra, pero un sentido parece claro: se trata de promover términos y frases que impidan un sano acceso a la realidad, y que promuevan ideologías y manipulaciones.

Muchos no perciben la importancia de esa guerra ideológica que se juega precisamente en un ámbito aparentemente tan sencillo como el de las palabras. Por eso, con naturalidad, asumen los nuevos términos y dejan de lado los que tienen una significación más clara.

Ceder al antilenguaje, sin embargo, puede llevar a daños graves, sobre todo cuando ciertas ideologías no solo imponen nuevas palabras, sino que pasan a acciones concretas que implican daños a inocentes.

En el caso del aborto, de nuevo, esto se nota con una crudeza sorprendente. A costa de evitar términos que digan claramente lo que ocurre en el aborto, se ha convertido en una práctica social “aceptada”, incluso vista como un “derecho humano”.

No puede ser derecho humano lo que atenta contra la vida de seres humanos. En cada aborto, digan lo que digan libros, artículos y leyes, se elimina un hijo y se daña gravemente el corazón y la conciencia de quienes piden y practican ese grave delito.

El mundo ha vivido en el pasado y vive en el presente una decisiva lucha por el lenguaje. Tomar conciencia de lo que ocurre es el primer paso, para luego evitar aquellos términos que tienen un claro sentido ideológico, y para usar con valor palabras que permitan ver mejor todo aquello que está en juego en tantas decisiones humanas.

 

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay


 

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