Por: Juan Diego Camarillo

El pasado 23 de septiembre en la capital queretana de Santiago de Querétaro, se llevó a cabo una de las iniciativas promovidas por la Diócesis de Querétaro en un esfuerzo por crear una cultura de paz. Se realizó la segunda caminata por la paz, que congregó a diferentes contingentes de las distintas parroquias de la ciudad y otros decanatos.

Este año, la caminata se dividió en diferentes zonas, la primera en la sierra de Guanajuato y la sierra gorda de Querétaro, Amealco y San Juan del Río.

El contingente partió del Seminario Conciliar de Querétaro. Más de 5,000 participantes tomaron rumbo hacia el Auditorio Josefa Ortiz de Domínguez para ser partícipes de un festival con cantos y signos preparados para transmitir el mensaje de paz.

Allí, el pastor diocesano, Monseñor Fidencio López Plaza, X Obispo de Querétaro, se dirigió a todos los presentes para compartir su mensaje, alentando a todos a ser artesanos y a tejer la paz en la sociedad a través de la fraternidad y la amistad social.

El Observador comparte su discurso íntegramente:

Me he presentado ante ustedes con la Biblia abierta, para que ustedes vean el signo del Evangelio de la paz. Pero a mí me permitió ver la paz encarnada en cada uno de ustedes, me permitió ver que la paz no es un sonido, no es una palabra, es una realidad, y el anhelo camina desde el seminario hasta este auditorio pregonando y gritando la paz. Saludo y agradezco la presencia de todas y de todos ustedes. No hay duda, la paz es luz; Jesús es la luz del mundo, y con Jesús, todos podemos ver mejor lo que favorece o lo que estorba en el trabajo de la paz.

El proyecto diocesano que hemos diseñado para recorrer el camino, que llamamos «De Guadalupe al Redentor 2031-2033», con ocasión de los 500 años del acontecimiento guadalupano y los 2000 años de la redención, tiene como lema «Con Jesús, la paz está en casa» y como hilo conductor la firme convicción de que el mejor servicio al hermano es la Evangelización. Si hay violencia, no hay duda, hermanos, es porque no hay evangelización.

El mejor servicio al hermano es la evangelización, que lo dispone a realizarse como hijo de Dios, lo libera de las injusticias y lo promueve integralmente.

La paz social, como dice el Papa Francisco, es laboriosa, es muy delicada, es artesanal. Por eso, como personas, como creyentes y amantes de la paz, creemos que es posible buscar juntos caminos que nos lleven a revertir el espiral de la violencia, y que es posible encontrar caminos que nos lleven a frenar la cuenta de los desaparecidos, de los feminicidios, de los asesinatos de periodistas, de sacerdotes y del sufrimiento de los pobres. En este sentido, asumimos que la paz se teje con el hilo fino de la fraternidad y que la paloma de la fraternidad y de la paz para volar necesita un corazón repleto de confianza y sus dos alas bien sanas, el ala de la educación y el ala de la justicia. La educación y la justicia, además de ser las alas de la paloma de la paz, nos indican la fuente originaria: hay que volar hacia Dios; con Jesús, la paz está en casa; sin Jesús, comienza la corrupción; solo Dios es la perfecta armonía, solo Jesús es el príncipe de la paz, solo María es la reina de la paz. Por eso, reconociendo que el comportamiento violento no es innato, sino que se adquiere, se aprende y se desarrolla. Estamos aquí para asumir que tenemos que educar la cabeza para aprender a tener ideas y pensamientos pacíficos, que hay que educar el corazón para pacificar el mundo de los sentimientos, que hay que educar la lengua para tener un lenguaje pacífico y pacificador, que hay que ser artesanos de la cultura de la paz para crear y promover gestos y signos de reconciliación y de paz, como este signo modesto y sencillo de nuestra caminata.

La justicia es la otra ala de la paloma de la paz que nos indica el camino por el que hay que volar. Hay que volar hacia el hermano, por eso, quienes tienen hambre y sed de justicia tienen una firme confianza en que otro mundo es posible. Por eso, también no se cansan de denunciar las profundas desigualdades y de exigir justicia para los desposeídos y los excluidos. La justicia, cuando es realmente limpia, hace feliz a los pueblos y dignifica a sus habitantes. Por eso Jesús también decía: «Felices los que trabajan por la paz, felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados».

Para asumir la educación y la justicia como camino de la paz, necesitamos, como hemos dicho, un corazón repleto de amor y de confianza, necesitamos afinar nuestro credo, nuestras convicciones, necesitamos que circule la sangre limpia, mantener sanas nuestras alas a la manera de Jesús. Por eso, con el fuego del amor, con la esperanza activa y con la fe en las venas desde este emblemático auditorio, gritamos a los cuatro vientos: ¡Creo, creo, creo en la paz!

Creemos que todas las personas tenemos la misma dignidad, los mismos derechos, creemos que todo hombre y mujer son fundamentalmente buenos, creemos que el reino de Dios es vida, es verdad, es justicia, es paz, es gracia, es amor.

¡Creo, creo, creo en la paz!

Pensemos en todos los pueblos, en especial por los que sufren la guerra.

Creemos que sin justicia básica y fundamental jamás habrá paz, creemos que el saludo del abrazo y del perdón vencen el odio y nos liberan de la tentación de discriminar o degradar al hermano.

¡Creo, creo, creo en la paz!

Creemos que luchar por la justicia exige hacer propia la causa de los pobres, creemos que lo que es bueno para todos no puede serlo solo para unos.

¡Creo, creo, creo en la paz!

Creemos que para que haya paz verdadera y duradera es definitivo amar a toda persona, no querer el mal para nadie, no explotar a nadie, no discriminar a nadie, no humillar a nadie, no engañar a nadie, creemos que la fraternidad y la amistad social son palabras que se entienden mejor desde la conciencia de que todos somos uno y que solo desde esa conciencia de identidad compartida nos entendemos cuerpo, y no cualquier cuerpo, cuerpo místico de Cristo, y nos entendemos también como navegantes en la misma barca. Creemos que el progreso que no es progreso de todos no es progreso.

¡Creo, creo, creo en la paz!

Hoy hermanos y hermanas, como dice el Papa Francisco, hemos de tomar conciencia de que se necesitan artesanos de Paz dispuestos a generar procesos de sanación y de reencuentro con ingenio y audacia. Se necesitan artesanos y artesanas de la paz con capacidad de soñar. Qué importante es soñar juntos como navegantes de la misma barca. Soñando solos se corre el riesgo de tener espejismos. En este camino que hemos recorrido, hermanas y hermanos, nos ayuden a sentirnos cuerpo de Cristo y a soñar como hijos de esta misma tierra que nos cobija. Cada uno, con la riqueza de su fe y de sus convicciones, reconozca la dignidad de cada persona humana y así pueda hacer renacer entre todos un deseo de hermandad y de amistad social. No olvidemos que quienes afirman que los sueños son solo sueños se equivocan cuando estos se hacen realidad.

Que Dios les bendiga, que Dios les proteja, que Dios les dé la paz.

✠ Monseñor Fidencio López Plaza

X Obispo de Querétaro

 

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