Por Rebeca Reynaud

Hemos de valorar las virtudes de la convivencia, que son, la afabilidad, la cordialidad, estar en lo pequeño, cuidar el modo de vestir y los buenos modales, la paciencia y la magnanimidad.

La amabilidad acaba con la tristeza y la pesadumbre y pone esperanza en los corazones. Descubre bellezas insospechadas en el ser humano y anima a corresponder con lo mejor de nosotros mismos. La amabilidad pide no hablar mal de nadie ni hablar de mala gana a alguien. Y, si se ha de corregir a alguien, se ha de hacer con amabilidad.

Cuando una persona nos simpatiza decimos: es culta, educada, amable. Pues a eso, Marian Rojas les llama “persona vitamina”. Estamos diseñados para convivir, para vincularnos, tratarnos y querernos. Por tanto, necesitamos relacionarnos con otros. Las relaciones, incluso las mejores, tienen fallos, por eso, si no las sabemos gestionar bien, se convierten en motivo de sufrimiento.

“La felicidad está determinada por la capacidad que tenemos de unirnos o desunirnos de los demás”, dice Marian en la Introducción de su libro.

¿Por qué hay gente que siempre tiene relaciones conflictivas? ¿Por qué hay gente que pone a otras una etiqueta: “Es enojon”, “es poco realista”, “está medio loco”? Es una injusticia etiquetar cuando cada persona es única; la realidad personal es muy rica y así la disminuimos. Las relaciones humanas nos fortalecen o nos debilitan.

Gran parte de la calidad de nuestra vida depende de cómo nos relacionamos con los demás, de la capacidad de ser “pararrayos” que neutralizan el mal humor o los ataques del exterior. 

Si quisiéramos, en nuestra casa se podría vivir vida de Cielo … y, ¿porque a veces no se logra esa “vida de Cielo”? porque nos gana el orgullo, la ira, la flojera, el amor propio, y en vez de “vida de Cielo” podemos tener “vida de purgatorio”. La convivencia puede ser muy agradable cuando todos luchamos por ser mansos y humildes de corazón, como Jesús.

Dice la psiquiatra: El hecho de entendernos y querernos como seres humanos genera un gran alivio.

La empatía es una “herramienta vitamina”. La empatía supone la capacidad de ponernos en el lugar del otro y conectar con él y con sus emociones.  

La empatía es la participación afectiva de una persona en una realidad ajena a ella. Se trata de comprender las emociones y los sentimientos de los demás. Para favorecer la empatía hay que saber escuchar.

Relata Marian: “Cuando me percato que una mujer en la calle o en el mercado, va sobrecargada con sus pequeños, y voy sola, intento echar una mano siempre, ¡se lo que se siente porque lo he vivido! Eso se agradece enormemente”.

El Dr. Francisco Ugarte explica que, cuando hay empatía, se trata de comprender y en ello hay dos niveles: el intelectual y el emotivo. En el nivel intelectual hay que hacer el esfuerzo por comprender por qué esa persona tiene esos enfoques y esos puntos de vista, entender su mente, sus esquemas mentales y así entender por qué piensa de esa forma. En el nivel emocional consiste en sentir lo que la otra persona siente, captar sus sentimientos, detectar qué lleva dentro de su corazón para comprender cómo es y cómo procesa los acontecimientos. Comprender significa también aceptar a la persona tal como es.

La comprensión facilita disculpar al otro porque se entiende su vulnerabilidad. El amor disculpa sin límites, dice San Pablo. La comprensión facilita confiar en el otro porque se descubren sus cualidades, sus potencialidades. Pedro le falló al Señor, se arrepiente y el Señor vuelve a confiar en él, pone en sus manos la Iglesia. Cuando confiamos en una persona, ella se crece. Quien comprende se da cuenta de las necesidades de la otra persona y procura servirle.

El amor no siempre es correspondido y no nos ha de extrañar. A Jesús no lo comprendieron en Nazaret, incluso quisieron despeñarlo. El amor ha de ser desinteresado, por ello hemos de amar, aunque no seamos correspondidos.

El conocimiento propio es de enorme importancia para luego aceptarse como se es: en su cuerpo y en su alma. Cuando uno se comprende y se acepta es capaz de superar sus heridas o sus traumas, para sacar su mejor versión.

Luchar contra nuestros modos y actitudes bruscas o de mala educación.

Marián Rojas Estapé, dice que “la vida actual es inflamatoria”. Y ¿qué quiere decir con esto la famosa psiquiatra? Que hay gastritis, amigdalitis, artritis, fibromialgia, padecimientos en la piel, ansiedad, depresión y más cosas, porque estamos sometidos a gran tensión, y cuando lo que nos desgasta se soluciona, aparece un estado de tristeza y apatía. El organismo usa ese mecanismo para recuperarse. No podemos vivir en un estado de alerta activado. Hay que serenarse. “Las personas vitamina contribuyen a aliviar tensión”; unas palabras de ánimo pueden romper la sensación de aislamiento. La vida es, en ocasiones muy dura, pero contamos con las herramientas maravillosas para sobrellevarla. Todos podemos contribuir a un entorno amable, relajado y confiado, y puede parecer difícil si falta generosidad y ganas de darse a los demás.

La amabilidad funciona en cadena. La mejor manera de rodearte de personas amables es empezar a serlo tú. Esta palabra significa la posibilidad de inspirar o merecer amor. En suma, la amabilidad y el no juzgar, facilitan la convivencia.

 

Imagen de lauraelatimer0 en Pixabay


 

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