Por Raúl Espinoza Aguilera

Desde que estábamos en la escuela destacaban algunos alumnos estudiosos. Pero había quiénes se comportaban como “el típico Jaimito”, es decir, parecía que decían con su conducta: “Yo domino los conocimientos de todas las materias, ¿y los demás? ¡que se fastidien!”, con lo cual rápidamente era considerado el prototipo del estudiante antipático.

Pero cuánto se agradece la actitud de aquellos que siempre estaban dispuestos y abiertos a quiénes les pidieran su orientación y ayuda académica, con la intención de apoyar, sin nada a cambio, sólo por auxiliar a sus compañeros. De inmediato se ganaban el aprecio y si, además, eran simpáticos y participaban en las fiestas y bailes, en los deportes, teniendo un buen desempeño y otras actividades colegiales como concursos de oratoria, de poesía, perfilaban las características de un líder.

En el mundo laboral con frecuencia nos encontramos con un buen ambiente que genera –como en la época estudiantil– amistades que perduran toda la vida. Se ejerce un liderazgo con jefes y compañeros serviciales, amables, responsables en su trabajo. Donde no se escuchan críticas. Todo lo contrario, están muy pendientes cuando alguien tuvo un ascenso importante en la empresa o su esposa tuvo un bebé para felicitarlo de inmediato. O bien, cuando un compañero se enfermó y fue internado de emergencia en un hospital. También, cuando falleció un ser querido para acompañarlo en su duelo.

Nunca se olvidan esos detalles de haber sido felicitado en el momento oportuno; visitar al enfermo en un hospital; ser de los primeros en llegar a la funeraria para acompañar al amigo y levantarle el ánimo. Alguien podría decir “Son menudencias sin importancia”, pero resulta que de esas cosas pequeñas se encuentra el entramado del liderazgo.

Carlos Llano, Viktor Frankl

Me sorprendió el enfoque del fundador del Instituto de Alta Dirección de Empresas IPADE, el doctor Carlos Llano Cifuentes (q.e.p.d.), a quien tuve la fortuna de conocer y fue mi profesor de Filosofía y Antropología. Publicó sobre este tema el libro Humildad y liderazgo en que sostiene que la primera virtud del líder es “Servir, pero con generosidad, sin esperar nada a cambio”.

Entonces se hablaba y escribía mucho sobre el liderazgo. Y con frecuencia en esas publicaciones o conferencias se describía al líder como una persona superdotada de valores y virtudes. Es como si los líderes modernos dijeran: “En primer lugar estoy “yo”; en segundo lugar, por supuesto, también “yo”, y, en tercer lugar, obviamente,” yo” (una vez más). Y al preguntarle dónde dejaba a los demás, contestaría que no eran temas que le interesan en absoluto. Don Carlos Llano puso énfasis en lo fundamental, que si tienes cualidades de líder, son para beneficio de los demás y de la sociedad misma, no para que te llenes de soberbia.

Por su parte, el psiquiatra vienés Viktor Frankl (1905-1997), hizo un planteamiento semejante: “Tu liderazgo debe tener un sentido”, tal y como lo escribe en su libro autobiográfico: El hombre en busca de sentido. Siendo Frankl de raza judía, durante la Segunda Guerra Mundial, fue internado por los nazis en un campo de concentración.

Desde ese lugar de sufrimientos de toda índole, se dedicó a ayudar a sus hermanos de raza. Y con esa ayuda que brindó, fue descubriendo su método de curación psiquiátrica, la llamada logoterapia.

En definitiva, el liderazgo debe hacer crecer a la persona en humildad y en afán de servir con generosidad a los demás. De esta manera, colaborar en el bien común, pero nunca caer en posturas ególatras que perjudiquen a los demás.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 24 de septiembre de 2023 No. 1472

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