ALIVIO DE CAMINANTES

Por P. Justo López Melús

Hay una pedagogía mejor que la corrección y el consejo. Es sufrir por el discípulo. Un discípulo se escapaba todas las noches para acudir a una casa de prostitución. Para saltar las altas paredes del monasterio colocaba un taburete junto a la pared. A la vuelta, de nuevo saltaba sobre él y lo recogía para la noche siguiente. Nadie hablaba de ello, pero el maestro lo sabía. Pensó reprenderlo, pero sabía que las reprimendas no cambian a la persona. Pensó expulsarlo, pero sabía que eso era condenarlo.

Y pensó otro remedio

El discípulo colocó el taburete y saltó para su cita sensual. Entonces el maestro quitó el taburete y se puso él agachado esperando la vuelta del discípulo. Este volvió y saltó sobre la espalda del maestro. El maestro se incorporó sin una queja, y le saludó con una inclinación. Nadie se enteró. Nadie pidió perdón y nadie se sintió obligado a otorgarlo. Pero el discípulo no volvió a salir nunca más. Todo cambió. El maestro había sufrido por él.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 1 de octubre de 2023 No. 1473

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