Dentro del ciclo de catequesis dedicadas a la pasión evangelizadora y al celo apostólico, el Papa Francisco propuso la figura y la espiritualidad de Santa Teresa de Lisieux, religiosa carmelita y patrona de las misiones católicas junto con San Francisco Javier.

El Observador / Redacción

 

Durante la Audiencia celebrada en la Plaza de San Pedro el pasado 7 de junio, el Papa Francisco ha tenido expuestas a su lado en un relicario, las reliquias de la santa carmelita nacida hace 150 años. “Es hermoso que esto suceda – ha dicho el Papa al abrir la audiencia, refiriéndose a la exposición de las reliquias – mientras estamos reflexionando sobre la pasión por la evangelización, sobre el celo apostólico”. El Papa ha anunciado también su intención de dedicar una Carta Apostólica a la santa que tanto aprecia, con ocasión del 150 aniversario de su nacimiento.

Corazón misionero

“Teresa de Lisieux – ha recordado al Papa, proponiendo algunos rasgos de la figura y de la vida terrena de la santa – es patrona de las misiones, pero nunca estuvo ‘en misión’. Vivió su vida bajo el signo “de la pequeñez y la debilidad”.

Debido a su mala salud, no pudo cumplir su deseo de vivir su vocaciónlejos del Carmelo de Lisieux y murió con sólo 24 años. “Pero, aunque su cuerpo estaba enfermo – ha remarcado el Pontífice – su corazón era vibrante, era misionero. En su ‘diario’ cuenta que ser misionera era su deseo y que quería serlo no solo por algunos años, sino para toda la vida, es más, hasta el fin del mundo”.

Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz fue “hermana espiritual” de diversos misioneros: desde el monasterio los acompañaba en su obra apostólica “con sus cartas, con la oración y ofreciendo por ellos continuos sacrificios”.

Y lo hizo “con alegría, por las necesidades de la Iglesia, para que, como decía, se esparcieran ‘rosas sobre todos’, sobre todo sobre los más alejados”.

El olvido de sí misma

Durante la catequesis, el Papa Francisco ha recordado varios episodios de la vida de la santa, extraídos de sus manuscritos, con el fin de sugerir la fuente teológica de su impulso misionero universal, el amor a Cristo que la llevó al olvido de sí misma y encendió en ella el deseo de «consolar a Jesús» y «hacerlo amar por las almas». A la hermana Céline le escribía que el objetivo de cada día era “hacer amar a Jesús». Y en otra carta al padre Roullan escribía: «Quisiera salvar a las almas y olvidarme de mí misma por ellas: quisiera salvarlas incluso después de mi muerte».

Su preocupación por la salvación eterna de las almas -ha recordado el Papa- emerge también de cómo se tomó a pecho la suerte de Enrico Pranzini, un criminal condenado a muerte, que en un primer momento se negó a recibir el consuelo de la absolución de los pecados.

Teresa – ha añadido el Papa – “hizo todo lo que pudo: reza de todas las formas por su conversión”, para que el condenado a muerte muestre “un pequeño signo de arrepentimiento y haga espacio a la misericordia de Dios”.

Y cuando leyó que Pranzini, poco antes de apoyar la cabeza en el patíbulo besó por tres veces un crucifijo que le puso delante un sacerdote. Teresa comenta: «Después su alma voló a recibir la sentencia misericordiosa de Aquel que dijo que habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por los noventa y nueve justos que no necesitan convertirse»».

¡No al proselitismo!

La pasión apostólica de anunciar el Evangelio – ha repetido el Papa Francisco – “no funciona nunca por proselitismo, ¡nunca!, o por constricción, sino por atracción: la fe nace por atracción, uno no se vuelve cristiano porque sea forzado por alguien, no, sino porque es tocado por el amor.

La Iglesia, antes que muchos medios, métodos y estructuras, que a veces distraen de lo esencial, necesita corazones como el de Teresa, corazones que atraen al amor y acercan a Dios. Pidamos a la santa – tenemos las reliquias, aquí -, pidamos a la santa la gracia de superar nuestro egoísmo y pidamos la pasión de interceder para que esta atracción sea más grande en la gente y para que Jesús sea conocido y amado”.

Un problema en sus manos

“Cuando tengo un problema, le pido a la santa, no que lo resuelva, sino que lo tome en sus manos y me ayude a asumirlo y, como señal, recibo casi siempre una rosa blanca… Suelo rezar la siguiente oración: “Florecita de Jesús, pídele hoy a Dios que me alcance la gracia que yo ahora pongo con confianza en tus manos”.

-PAPA FRANCISCO-

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 1 de octubre de 2023 No. 1473

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