El Observador conversó con el obispo de la diócesis de Carúpano, Venezuela, Jaime José Villarroel, sobre la situación de los migrantes, las próximas elecciones y la participación de la Iglesia.
Por Jaime Septién
¿Cuál es la situación de la Iglesia en Venezuela?
Desde que comenzó este régimen en el año 2000, al principio el gobierno lo que hizo fue una descalificación hacia el Episcopado, manifestando que nosotros los obispos éramos demonios con sotana, que estábamos descalificados para representar al pueblo. Al principio la actitud del gobierno fue de amenazas e insultos, hasta el punto de que algunos objetivos fueron considerados como objetivos militares. eso hizo que grupos de personas -afectos al gobierno- siempre estuvieran allí con una actitud beligerante hacia las iglesias y las parroquias; el gobierno fue también cerrando algunas posibilidades del trabajo pastoral como lo fue en las cárceles. Luego la actitud del gobierno ha sido de una total indiferencia hacia cualquier documento que nosotros los obispos hemos sacado para denunciar tantas injusticias y violación de derechos humanos, manifestar nuestro descontento y rechazo al ver como el pueblo venezolano está sufriendo y perdiendo su calidad de vida.
Hoy en día podemos evangelizar, dar formación pastoral, la Iglesia es la institución que tiene mayor credibilidad en Venezuela, hacemos trabajo en la asistencia humanitaria.
¿Cómo asisten ustedes a las familias que les comunican su deseo de emigrar?
Es cierto que Venezuela tiene la migración más grande del mundo, sin tener una guerra, sin tener desastres naturales, es el éxodo más grande que hay en este momento, es un 30% de migrantes, ocho millones. Uno podría preguntarse por qué están dejando los venezolanos su país, y la respuesta es que ellos sienten que en Venezuela no hay esperanza.
Es un sistema y un régimen que ha vulnerado los derechos de los venezolanos, que ha llevado un pueblo a la miseria, no da respuestas y soluciones a problemas acuciantes como es la salud, la educación, el trabajo, es además un pueblo que, durante estos veintitrés años, ha sido reprimido, entonces no le queda otra salida: forzosamente dejan su tierra, dejan a su familia.
Siempre el deseo es que nosotros los venezolanos estemos allí, porque Dios no se va de Venezuela, la Virgen María no deja Venezuela, la Iglesia no se va de Venezuela, sino que el Señor nos acompaña, nos alienta, nos anima a trabajar, a unirnos para superar todas estas dificultades.
¿Cuál es la labor de la Iglesia?
La Iglesia está haciendo su labor incluso de emprendimiento, porque aún en la situación que estamos viviendo es posible acompañar a nuestras familias, este éxodo venezolano está trayendo la fragmentación de las familias porque salen los jóvenes y se quedan los ancianos en condiciones muy precarias, porque la pensión de una familia que haya trabajado durante muchos años, son cinco dólares mensuales; quedan también los niños bajo la tutela de los abuelos, pero éstos no tienen las fuerzas, ni el recurso económico, y encontramos que hay otro fenómeno, muchos ancianos solos y abandonados junto con niños, que son presas de la delincuencia, y nuestra tarea es asistirles, ha crecido el paludismo, la malaria, la desnutrición, la tuberculosis, los hospitales están muchas veces sin los servicios básicos, todos los días hay apagones en Venezuela, no hay gasolina, los niños no tienen ni siquiera un cuaderno, los materiales para ir a la escuela. Estamos trabajando y animando, viendo el camino juntos para poder superar esta desgracia.
Finalmente, ha habido algunas señales de que los comicios del próximo año en Venezuela podrían ser un poco más abiertos a la participación de la oposición, ¿cómo lo ve usted?, ¿cómo lo ve el episcopado venezolano?
Últimamente en la oposición están preparándose para realizar unas elecciones primarias, porque el año que viene habrá elecciones generales de la presidencia en Venezuela y la República. Venezuela sufre una serie de sanciones en este momento por parte del gobierno de Estados Unidos, desde hace más de dos años se ha estado intentando un diálogo que ha sido facilitado por México y que tuvo como mediación Noruega y algunos otros países.
También desde hace mucho tiempo atrás tuvo la mediación del Santo Padre, pero ante la situación tan difícil que estamos viviendo se ha retomado este diálogo y se ha firmado un acuerdo de intenciones en Barbados donde el gobierno se compromete a permitir unas elecciones libres, a revisar el padrón electoral, que estas elecciones sean monitoreadas por organizaciones internacionales como la ONU, la Unión Europea y permitir la rehabilitación de algunos partidos políticos que habían sido declarados fuera de la ley, así como permitir la libertad de algunos presos políticos, porque hasta ahora los compromisos que el gobierno ha realizado, no los ha cumplido.
La gente siente que no hay esperanza, pero confiamos en el diálogo y la sensatez de las autoridades.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 12 de noviembre de 2023 No. 1479