Por José Antonio Varela Vidal
Ha pasado casi un mes, desde la clausura del denominado «Sínodo de la Sinodalidad», al cual convocó el Papa Francisco del 4 al 29 de octubre último en Roma y hay quienes se preguntan: ¿Y ahora qué…?
Allí están las fotografías de las mesas circulares, donde tanto cardenales y obispos, religiosos y laicos, acompañados del papa Francisco, compartieron sus gozos, penas y esperanzas.
La gran novedad fue que jerarquía y Pueblo de Dios, quisieron sentarse a escuchar, luego a contar y después a sugerir. Esa fue la combinación adecuada para que en el aula sinodal se viviera, lo que se ha denominado el «Sínodo de todas las voces».
Para la gran mayoría, este Sínodo ha servido para que la Iglesia se vea a sí misma y sepa cómo la ven, a fin de sacudirse de aquello que la aleja de las personas y por ende, de la voluntad de Dios.
Un camino sinodal
Fueron 464 participantes, los cual se adentraron en temas diversos, siendo muy apreciada la amplia participación de las mujeres. Religiosas y laicas tuvieron también un careo directo con las audiencias, que indagaban por saber qué pasaba dentro del aula sinodal, pues se veía santa paz; a diferencia de otros sínodos, donde la polémica generada en los medios, los sacaba de su centro.
En cada conferencia de prensa a la que se convocaba, se podía ver en los rostros de los voceros un brillo especial, con un gozo que se transparentaba en sus emociones. Algo así como si hubieran encontrado «la perla preciosa» del Evangelio y estuvieran dispuestos a comprar (o desprenderse) de lo que hiciera falta para conservarla…
Y lo decían incluso cardenales y obispos curtidos, quienes reconocían que de los 3 o 4 sínodos en su haber, en ninguno habían experimentado la sensación de vida eclesial que les daba este. Eran las «semillas sinodales» constitutivas de la Iglesia, las que volvían a brotar y a darle esperanza a los cientos de millones de creyentes que buscan la unidad y la verdad que es Cristo.
Inspiración y discernimiento
El sínodo no dio las sorpresas que algunos esperaban. Pues leyeron mal cuando se explicó que este no sería para cosas particulares, tales como la disciplina de los sacramentos o la moral sexual, entre otros que atraen titulares.
Sin embargo, la Síntesis final del Sínodo fue bien recibida por varios periodistas, obispos y otros participantes consultados. Se le ve como una mirada amplia a la realidad del mundo y de la propia iglesia, a fin de que sea un punto de partida para reflexionar, revisar lo actuado y lanzarse a salir.
Vemos que el documento final de Síntesis, se asemeja -aunque en menor escala-, al tipo de diagnóstico de la Iglesia y del mundo que hizo el mismo Vaticano II, casi cincuenta años atrás, con el propósito de renovarla o actualizarla, como mejor se entienda.
Se podría decir que a lo inspirado por el Espíritu Santo –que ha tenido un reconocido protagonismo-, hay que sumarle el discernimiento constante y silencioso de los sinodales, lo que ha decantado en un documento con denuncias valientes y propuestas audaces, así parezcan controversiales.
¿Y ahora qué…?
Si bien se conformaron comisiones de trabajo para temas específicos, el Sínodo también nos dejó tarea a todos. Ahora será el turno de las parroquias y comunidades religiosas, a fin de que como -sinodales en pequeño-, analicemos lo actuado y lo redactado. Esto con el fin de dar pautas para relanzar un trabajo pastoral, que no deja de ser misionero por ser de sabor local.
Tales puntos -vistos como resortes que nos impulsen-, se refieren al acompañamiento hacia los que han sufrido abusos, la fraternidad entre las confesiones religiosas, la lectura teológica de los pobres, la denuncia profética de los vicios de nuestra sociedad y la acogida sin discriminación, entre otras realidades. Estos son una línea de base, desde la cual reconstruir los planes pastorales y demás propósitos.
Sumado a eso, el Sínodo dejó claro que la Iglesia promueve una mirada integral de la mujer y que busca mejorar la vida religiosa y el presbiterado, con una decidida intención de de no tolerar el clericalismo. A lo que hay que añadir temas locales tan extremos como la poligamia en África, hasta la falta de democracia y el anhelo de paz en algunas regiones del mundo. Nos ha dado satisfacción encontrar una explícita referencia a la necesaria inserción misionera en la cultura digital. Trabajo no nos faltará…