Por Mauricio Sanders

Quiero un gobierno que conserve, por ejemplo, la ciclopista que va casi desde la antigua estación central de ferrocarril de Buenavista hasta Parres, ya mero para entrar a Morelos. La ciclopista es una obra magnífica, pero en algunas partes el recubrimiento comienza a desprenderse. En algunos cientos de metros ya cerca del Parque Lineal del Ajusco, los mercados ambulantes cierran el paso en sábado o domingo. Ya que ni Dios Padre hubiera podido evitar que la marabunta sindical devorara al ferrocarril del sur, que debía terminar en Acapulco, pero Porfirio Díaz dejó inconcluso en Iguala, yo quisiera que por lo menos el actual remanente de aquella obra se conservara.

Quiero gobiernos que conserven, por ejemplo, las varias decenas de kilómetros de ciclovía que, en este siglo XXI, el gobernador y/o el presidente municipal de Puebla tuvieron la iniciativa de construir. Es obra menos que perfecta, porque algunas pendientes son tan empinadas que bien podrían figurar como obstáculos para los profesionales que compiten en el Giro, la Tour o la Vuelta.

A pesar de no ser perfecta, es una obra que merece ser salvada del óxido y la herrumbre, pues abre un espacio para la recreación de los deportistas y sus perros. Además, puede ayudar en algo a desahogar el tráfico de la ciudad que nació para ser bella. Además, costó muchísimos millones de pesos.

Quiero conservadores en el gobierno, para que conserven obras como el jardín escultórico que está unos kilómetros antes del túnel por donde se entra a Real de Catorce, en San Luis Potosí. Las esculturas armonizan de maravilla con el paisaje semidesértico y hay un pequeño edificio muy bonito, que debía haber servido como galería de arte y sala de conciertos.

La idea del conjunto era que los turistas no pensaran que Real de Catorce existe nada más para ir a comer enchiladas mineras, tomar micheladas e ingerir peyote, haciendo la payasada de participar de un rito de la religión de los huicholes, pero sin compartir su fe. Las esculturas y el edificio están abandonados y han sido saqueados. Aquello fue hecho para lucir y servir. Por eso, la incuria da tanta pena.

Quiero conservadores que conserven los logotipos del gobierno con el paso de los sexenios. Quiero que la imagen de, por ejemplo, la SENER sea una, estable, duradera, de diseño simple y elegante, que no pase de moda. Quiero que se deje de tirar papel membretado a lo bestia y que el que se imprima para 2024 se pueda seguir usando en 2037. Quiero gobernantes que dejen de pensar que soy tan idiota que con un publicista y un dibujante basta para lamparearme y convencerme de que, ahora sí, por fin, el gobierno va a cambiar para mejor.

Quiero que deje de ser imperativo de cada gobierno entrante distinguirse del saliente. Quiero gobiernos que me ayuden a seguir la línea de continuidad que existe entre la Primera República del presidente Guadalupe Victoria y nuestros días. Quiero gobiernos que conserven. Por supuesto, también hay cuestiones para las que quiero gobiernos progresistas, pero eso es harina de otro mitote.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 26 de noviembre de 2023 No. 1481

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