Por Rebeca Reynaud

Cuestiones urgentes que hemos de atender 

1. Promover la dignidadde cada persona. La dignidad personal constituye el fundamento de la igualdad de todos los hombres entre sí. Habría que recordar que, lo que el hombre piensa de sí mismo depende de que exista Dios o no.

“Vivir y actuar políticamente en conformidad con la propia conciencia no es un acomodarse en posiciones extrañas al compromiso político o en una forma de confesionalidad, sino expresión de la aportación de los cristianos para que, a través de la política, se instaure un ordenamiento social más justo y coherente con la dignidad de la persona humana”( cfr. Sobre el compromiso y conducta de los católicos en la vida política). 

Son inaceptables las variadas formas de discriminación: racial, social, económica, cultural, política, geográfica, etc. Hay discriminación incluso hacia los que viven en ciertas colonias o códigos postales.

2. Derecho a la vida. El aborto, la eutanasia, el homicidio, el genocidio y el suicidio, y cuanto viola la integridad de la persona, degradan la civilización humana y deshonran más a sus autores que a sus víctimas. Robert Spaemann dice: Si pensamos en algunos problemas éticos contemporáneos, como la manipulación de embriones, la eutanasia o la eugenesia, podemos ver que de algún modo está detrás la meta de un mundo sin sufrimiento. El sufrimiento es sin duda algo negativo, pero ¿no perdemos algo específicamente humano cuando queremos eliminar el sufrimiento a toda costa? ¿Tiene sentido cifrar el valor de una vida en la ausencia de sufrimiento? 

Pienso que cuando se pone el sentido de la vida en mantener alejado el sufrimiento, la vida se vuelve muy pobre. Por ejemplo, las penas de amor pueden ser un gran sufrimiento. Pero yo supongo que alguien que sabe un poco de la riqueza de la vida siempre preferirá sufrir por penas de amor que nunca haberse enamorado. Sufrir es a veces el precio que se debe pagar. Y si no se está dispuesto a pagarlo, la vida puede volverse muy pobre. 

3. La familia es el primer campo en el compromiso social. Y hablamos de familia en singular, ya que en ella se incluye la familia incompleta –la de la madre o el padre soltero-, y la familia que vive irregularidades por la ausencia de uno de los padres o de los dos. Evitamos hablar de familia en plural, porque ya se sabe que allí incluye a la familia homosexual, que no es familia sino sociedad de convivencia. “Cuando hoy se dice que existen distintas opciones sexuales, se está desconociendo el hecho de que una de estas opciones es constitutiva para la existencia de la humanidad y la otra es una anomalía”, dice Spaemann.

4. Los fieles laicos de ningún modo deben abdicar de la participación en la política; es decir, en la vida civil, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover institucionalmente el bien común. Todos somos destinatarios y protagonistas de la política.

5. Los fieles laicos han de estar presentes en la vida educativa, en los ambientes de investigación científica y técnica, en los lugares de creación artística y de reflexión humanista.

El filósofo no sabe nada que el resto de las personas no sepa, pero él defiende el saber del hombre común y corriente en contra de los sofistas. Y mientras haya sofística tendrá que seguir habiendo filosofía

6. Actualmente, el camino privilegiado para la creación y transmisión de la cultura son los medios de comunicación social. Urge que estén animados por la pasión de la verdad, la defensa de la libertad y del respeto a la persona y a su intimidad.

Dios nos pedirá cuentas si no procuramos intervenir en las obras y en las decisiones humanas, de las que depende el presente y el futuro de la sociedad.

El Santo Padre Benedicto XVI dijo: “indudablemente el fin de la política es crear un justo ordenamiento de la sociedad, en el que a cada uno le es reconocido lo suyo y ninguno sufre miseria. En este sentido, la justicia es el verdadero objetivo de la política, así como lo es la paz que no puede existir sin justicia. Por su naturaleza la Iglesia no hace política en primera persona, sino que respeta la autoría del Estado y de su ordenamiento (…)»Frecuentemente, sin embargo, la razón es cegada por los intereses y por la voluntad de poder. La fe sirve para purificar la razón, para que pueda ver y decidir correctamente. Es tarea de la Iglesia el curar la razón y de reforzar la voluntad del bien. En este sentido –sin hacer ella misma política– la Iglesia participa apasionadamente de la batalla por la justicia. A los cristianos comprometidos en las profesiones públicas espera en la acción política el abrir siempre nuevos caminos para la justicia».” Febrero 1, 2005).

Sabemos que el gobierno requiere más de principios morales que acuerdos internacionales. La corrupción que existe y permea casi todo es un obstáculo para el desarrollo económico.

“La suerte futura de la humanidad está en manos de aquellos que sean capaces de transmitir a las generaciones venideras razones para vivir y razones para esperar” (GS 31,3).

Una amiga me decía: “Varios de nuestros candidatos a presidente cargan un pesado historial contra la fe religiosa. Así que, ¿quién puede asegurarnos que no van a perseguir a la religión? Si nuestros candidatos no tocan expresamente este punto en sus campañas presidenciales, comprometiéndose con la libertad de creencias (y especificando que van a otorgar ese respeto, no sólo a las creencias minoritarias, sino también a la mayoritaria. Después de todo, ¿qué tipo de democracia es, la que no valora la conciencia de cada persona?”.

En nombre de la libertad de pensamiento, ¿es lícito herir el sentimiento religioso de otros? ¿Dónde comienza el derecho de expresión y dónde comienza la ofensa a las convicciones de los demás? “El derecho a manifestar el propio pensamiento y el derecho a profesar libremente una religión forman parte a pleno título de los derechos humanos fundamentales e irrenunciables universalmente reconocidos” desde hace 60 años por la Declaración Universal de los derechos del Hombre, dice Francesco M. Valiante.

Menos mal que, aunque no tenga buen señor, el mexicano acaba por ser un buen vasallo, gracias a lo cual hay cosas que van mejorando, por más que otras empeoren a ojos vista.

Para concluir citamos una frase de Joseph Joubert: «Como la dicha de un pueblo depende de ser bien gobernado, la elección de sus gobernantes pide una reflexión profunda.»  

 

Imagen de Amor Santo en Cathopic


 

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