Por P. Justo López Melús
ALIVIO DE CAMINANTES
Un hombre se quejaba de la suerte, de la cruz que le había tocado en la vida. Volvía del trabajo, y todos le parecían más felices. Un día, el Señor lo esperó a la puerta de su casa.
-Ven conmigo –le dijo–, y podrás escoger otra cruz a tu gusto.
Le llevó a una gruta azul, llena de cruces de todos los tamaños y clases.
-Son las cruces de los hombres –le dijo el Señor–. Elige la que quieras.
El hombre dejó su cruz en un rincón y se puso a escoger. Probó una cruz ligera, pero era muy fea y la dejó. Después, una de metales preciosos, pero pesaba mucho y no podía caminar. Probó una y otra vez, pero tenían defectos y las dejó. Por fin en un rincón encontró una pequeña cruz. No era muy bonita, pero parecía a propósito para él. La probó y dijo:
Me quedo con esta.
Al salir de la gruta se dio cuenta que había escogido su vieja cruz, la que había arrojado al entrar.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 14 de enero de 2024 No. 1488