Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

La ‘Falsa Palabra’ es un ensayo de Armand Robin (1912-1961), bretón, poliglota, poeta, crítico literario, crítico social, traductor, etc., sobre la instrumentalización del lenguaje orientado por la voluntad de poder o por intereses económicos; se traiciona la verdad mediante la propaganda.

El Padre Antonio Pagola, cita un texto al parecer de este autor, muy iluminador: ‘Se suprimirá la fe en nombre de la luz; después se suprimirá la luz. Se suprimirá el alma en nombre de la razón; después se suprimirá la razón. Se suprimirá la caridad en nombre de la justicia; después se suprimirá la justicia. Se suprimirá el espíritu de verdad en nombre del espíritu crítico; después se suprimirá el espíritu crítico’ (Camino Abierto por Jesús, Marcos pág 41).

Parece que este es el ambiente que vivimos en los dimes y diretes de las propagandas políticas, hoy. Por todos lados, sobre todo en los medios digitales, se perciben los corifeos propagandistas de estas posturas. No importa la verdad; gana el mejor pagador. Los sofistas del tiempo de Pericles se quedan cortos.

Jesús el de la palabra verdadera, la misma Palabra de Dios encarnada, nos habla con autoridad y no como los escribas de ayer (cf Mc 1,21-28) o como los doctos leguleyos de hoy. Su palabra es eficaz, sanadora y liberadora; su fuerza radica en el Amor de Dios. Como señala Romano Guardini: ‘Toda la existencia de Jesús es una traducción del poder en humildad …, es la soberanía que se abaja a la forma de siervo’.

En Jesús podemos distinguir del poder de aquellos que buscan el dominio o el éxito; mienten y mienten y vuelven a mentir con tal de mantener su pobre y autoritaria ideología, sobre la autoridad de Jesús que se traduce en servicio, en amor y en entrega total.

Los discípulos y misioneros de Jesús, del Maestro de Vida, hemos de testificar su mensaje en el Espíritu Santo, con la fuerza del amor sincero y el testimonio franco. Hemos de invitar a la esperanza con gran afecto a las personas. Solo el Señor, abre los corazones a su Palabra. La autoridad es de Él, de nadie más.

 

Imagen de Juan Plancarte en Cathopic


 

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