Por Sergio L. Ibarra
David Hume (1711-1776) escribió en Del origen del gobierno: “los hombres no son capaces de curar radicalmente, ni en ellos mismos ni en otros, esa estrechez del alma que les hace preferir el presente a lo remoto”. Planteamiento de una premisa esencial para la conceptualización de la democracia en función del nivel de sacrificio de la libertad.
Hume establece que “el gobierno que por lo común recibe la denominación de libre es el que admite una división del poder entre varios miembros, cuya autoridad conjunta no es inferior a la de ningún monarca, y suele ser superior a ella, pero que en el curso habitual de la administración deben actuar ateniéndose a leyes generales e iguales para todos y que son previamente conocidas por todos los miembros y por todos los súbditos. En este sentido hay que considerar que la libertad es la perfección de la sociedad civil”.
La interpretación de lo anterior es que para que una sociedad sea considerada libre, el principio de la división de poderes ha de ser un aspecto central del sistema de pesos y contrapesos que limita el poder discrecional de quienes son elegidos en un sistema democrático. Siendo una de sus responsabilidades, de eso remoto en el tiempo que refiere Hume, el construir, mantener y fortalecer instituciones republicanas ya que esas son, en el tiempo, las que velan por la democracia.
Cuando en un sistema democrático desaparecen los contrapesos, desaparece la democracia. ¿Por qué sucede? De acuerdo con el modelo de democracias modernas una república ha de tener tres poderes: el ejecutivo, el judicial y el legislativo. Si en cualquier circunstancia uno prevalece sobre el otro, la democracia desaparece y entonces regresamos a lo que le dio origen en 1779 con la revolución francesa, apareciendo la monarquía o una dictadura. En ese momento el pueblo, el demos, desaparece de la escena y lo que queda es la voluntad de una persona.
Las elecciones democráticas del 2018 entregaron un resultado que puso en manos de una persona el poder ejecutivo, pero también en su partido el poder legislativo. Los legisladores de Morena han demostrado su incapacidad de ser contrapeso al ejecutivo. No olvidemos que cuando la iniciativa de ley viene del ejecutivo la ley pasa sin que le cambien ni un acento o palabra.
Las evidencias muestran el tremendo peligro en el deterioro de derechos y libertades para varias generaciones. La ausencia de contrapesos genera en México la peor amenaza que puede enfrentar una democracia tan frágil como la nuestra: la anulación del estado de derecho.
La última acción propiciada por la ausencia de contrapesos fue que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) aprobó modificar el acuerdo del Consejo General del INE respecto al mecanismo extraordinario para las designaciones de los altos funcionarios del organismo, cediéndole a la discrecionalidad de la presidenta en turno, alineada estrechamente al ejecutivo. Esta decisión va a tener un efecto devastador en la capacitación de los funcionarios que se ocuparan de las elecciones del 2 de junio. Ante las urnas tenemos la obligación de restaurar los contrapesos y hacer que el ejecutivo proponga y el legislativo disponga.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 21 de enero de 2024 No. 1489