Por Arturo Zárate Ruiz
Quiero destacar cuatro acontecimientos de 2024, tres para conmemorar y uno que ocurrirá (no me refiero a las elecciones que vienen):
En cuanto a elecciones, prefiero poner énfasis en la de hace dos siglos. Escogimos el federalismo con la primera constitución de México independiente. No sólo consiste en dividir los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, también en reconocer los ámbitos nacionales, estatales y locales del poder. Esto último ya se daba en tiempos del feudalismo. Los reyes no se metían con los nobles, y los nobles reconocían los ayuntamientos. En 1787, esta distribución de poderes se hizo representativa en Estados Unidos y quisimos hacerla también en México en 1824. En el siglo XVII, Luis XIV de Francia había puesto de moda el absolutismo, el L’État, c’est moi. Los borbones quisieron hacerlo en los dominios españoles en 1767: «de una vez para lo venidero deben saber los súbditos del gran monarca que ocupa el trono de España, que nacieron para callar y obedecer y no para discurrir, ni opinar en los altos asuntos del gobierno». Por muchísimas bendiciones que hayamos recibido de España, este inusitado autoritarismo en gran medida generó el descontento que llevó a los mexicanos a su independencia y a las aspiraciones de federalismo, las cuales sin embargo no se han concretado, por el lamentable centralismo que ha imperado en nuestra historia. El federalismo no va contra la unidad, pero admite la diversidad. Negar la diversidad es como si un portero, capitán del equipo, le dijera al delantero, “hazte a un lado, que sólo yo debo meter los goles”. Esto es lo que ocurre cuando nos gobierna un Tlatoani. ¿Eso es lo que queremos?
Otro evento para recordar es la llegada, en 1524, de los doce franciscanos quienes iniciarían formalmente la evangelización de México. Aunque ya habían llegado otros sacerdotes y religiosos a nuestro territorio (por ejemplo, los que venían con Cortés), estos doce seguían la directa encomienda del papa Adriano VI. Eran personas muy preparadas quienes, gracias al humanismo de su época, eran muy duchos en aprender lenguas extranjeras. Sin minusvalorar, por supuesto, el rol del Espíritu Santo, comunicaron por políglotas la Buena Nueva a los distintos pueblos nativos. No llegaron para esclavizar, imponer su cultura y su idioma. Prueba de ello fue que publicaron numerosos libros en las lenguas locales (lo que hoy no se hace), y lo es la gran diversidad de tradiciones culturales que perviven en nuestro territorio. Lo fue además la prohibición por los papas de la esclavitud en 1434, cuando los portugueses quisieron imponerla en las Islas Canarias y, entre otras ratificaciones, en 1537. Entonces Pablo III ordenó que los indios, «aunque vivan fuera de la fe cristiana, pueden usar, poseer y gozar libre y lícitamente de su libertad y del dominio de sus propiedades, que no deben ser reducidos a servidumbre». Estos religiosos compartieron su fe y el gozo de la salvación de Jesús. Por ellos México es ahora un país cristiano.
En 2024 se conmemoran los 800 años de la muerte del gran explorador Marco Polo. Sus viajes y su arrojo son en sí ya admirables. Su esfuerzo es memorable por demostrar la importancia del comercio en la generación de la riqueza y en el impulso del intercambio cultural. El libro donde explicó sus viajes inspiró a muchos otros exploradores. El mismo Cristóbal Colón tenía una copia, con anotaciones manuscritas suyas en los márgenes, copia que todavía se conserva.
Un gran evento ocurrirá en 2024. Es la conclusión en octubre del Sínodo de la Sinodalidad. En él obispos de todo el mundo, e invitados del Papa en Roma, comparten desde 2023 las consultas que hicieron previamente en sus distintas diócesis. Estas consultas siguieron las instrucciones del papa Francisco a los pastores de escuchar a sus fieles, para así ofrecerles luego el adecuado acompañamiento. Que este acompañamiento sea en el Camino que juntos seguimos hacia el Reino, hacia nuestra unión con Cristo Jesús; un acompañamiento que consiste no en permitirnos a cada uno hacer un diosito a nuestra medida, sino en hacernos, con la gracia de Dios, a cada uno según la medida y voluntad suya.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 21 de enero de 2024 No. 1489