Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

El Santo Padre Francisco, en su Mensaje de Cuaresma de este año del 2024 nos señala que ‘A través del desierto Dios nos guía a la libertad’.

El texto paradigmático de la esclavitud a los espacios de libertad, es el libro del Éxodo. ‘Dios cuando se revela, comunica su libertad’(Ex 20, 2). Dios les ofrece la libertad pactada en la Alianza de las Diez Palabras,-debarim, los Diez Mandamientos o Decálogo,-título dado por san Ireneo de Lyion, para establecer la Comunión con Él, el Dios que muestra su cercanía en esa Cuaresma de años a través del desierto.

Peregrinación no exenta de tentaciones y desconfianzas por parte de Israel. Sin embargo, ‘es Dios quien ve, quien se conmueve y quien libera’, siempre.

Hoy, como en aquel tiempo, tenemos faraones que nos someten y manipulan a su capricho, privándonos del gozo más interior de la experiencia de la libertad del espíritu. A veces somos reducidos a simples y grotescas marionetas, por el olvido  del Dios por quien se vive por el espejismo de una falsa libertad de esclavos, ‘con el déficit de esperanza’, obstáculo para avanzar; incluso el ‘sentirse omnipotentes, reconocidos por todos, tomar ventaja sobre los demás; todo ser humano siente en su interior la seducción de la mentira’,’ por apegarnos al dinero, al éxito, a ciertos proyectos, ideas, objetivos, a nuestra posición, a una tradición e incluso a algunas personas’.

En el Evangelio del Primer Domingo de Cuaresma (ciclo B, Mc 1, 12-15) con la forma concisa de narrar de san Marcos, nos encontramos con la Cuaresma de días de Jesús en el desierto.

Se deja conducir por el Espíritu Santo; permite ser tentado por Satanás. Esta situación revela su anonadamiento, -kénosis, ‘quien siendo de condición divina tomó condición de siervo’(cf Flp 2, 6-7), se sometió a la tentación  para compadecerse de nuestras flaquezas (cf Heb 4, 15); con su victoria invitarnos a participar en el camino de la libertad y recibir el apoyo de los santos Ángeles que le servía, con cuánto amor, humildad y adoración, a los cuales hemos de acudir por su auxilio.

Nuestra peregrinación de la vida como libertad, implica la tentación pluriforme de la mentira. Nuestra obediencia de la fe a la Palabra de Dios, nos abre a la libertad de Dios, a su paz, a su alegría, a su amor.

La libertad y la salvación, proceden de Dios. No es posible que el espíritu de Caín, el hombre, siga diezmando a nuestros hermanos por sus crímenes e impunidad y nuestra tierra la convierta en un gran cementerio regado por ríos de sangre.

La ruptura de la comunión con Dios, por el pecado cuyo fondo es el egoísmo de sentirse como dios, conlleva necesariamente la ruptura de la fraternidad por comisión u omisión de nuestras acciones o carencia debida de ellas, y el agravarse la ruptura en el propio interior, de corazones rotos, divididos, incapaces de amarse rectamente a sí mismos, porque es necesaria la relación interpersonal humilde, paciente y amorosa, la reafirmación del ‘yo’ por la relación del ‘tú’.

Este tiempo de la bendita Cuaresma, es el tiempo litúrgico de gracias y de misericordia , de volver a Dios de corazón, con la escucha, humilde y frecuente de la Palabra de Dios; por la gracia de Dios, el reconciliarnos con los hermanos con una práctica efectiva de caridad y con las obras corporales y espirituales de misericordia; el despojarnos del hombre viejo de egoísmo y pecado por una sincera confesión sacramental y una práctica penitencial para experimentar  la libertad del Espíritu Santo en nuestro interior.

La Cuaresma, es en verdad, el Camino a la libertad.

 
Imagen de StockSnap en Pixabay


 

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