El Santo Padre reconoce el amplio y diverso sistema de ministerio pastoral, caritativo y de movilidad humana en América Latina y el Caribe en un mensaje enviado a los asistentes a la reunión “Pascua con nuestros hermanos migrantes. Encuentro de Obispos de frontera de Colombia y Costa Rica y Obispos de Panamá” que se efectúa del 19 al 22 de marzo en Panamá.
Por Sebastián Sansón Ferrari – Vatican News
“¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?”. Esa es la pregunta que los discípulos plantean a Jesús el primer día de los Ácimos. “Hoy, la Iglesia que peregrina en Colombia, Costa Rica y Panamá, asociándose al Señor quiere responder: ‘En el Darién, con los hermanos y las hermanas migrantes’”. Con este paralelismo el Papa Francisco se dirige a los participantes en la reunión “Pascua con nuestros hermanos migrantes. Encuentro de Obispos de frontera de Colombia y Costa Rica y Obispos de Panamá” que se efectúa del 19 al 22 de marzo en Panamá.
En el mensaje, publicado por la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el Pontífice recuerda que es en el Darién, que los migrantes “nos esperan, en la orilla terrestre de un mar de lágrimas y muerte que une hombres y mujeres, adultos y niños de las más diferentes latitudes”.
“La migración en esa región incluye venezolanos, ecuatorianos, colombianos, haitianos, que a lo largo del camino se vinculan con grupos de nicaragüenses y otros caminantes centroamericanos, así como de otros continentes”, añade el Obispo de Roma. Con su faceta multicultural, esta caravana humana pasa por el Tapón del Darién, dice Francisco, y la describe como “una selva que es triunfo de la naturaleza pero que hoy se convierte en un verdadero viacrucis que no sólo pone en evidencia los límites de la gobernanza migratoria en el hemisferio occidental, sino alimenta un próspero negocio que permite acumular ganancias ilícitas del tráfico humano”.
Cada refugiado y migrante nos interpela
Como subraya el Obispo de Roma, “ni los peligros que suponen el tránsito y los chantajes ilegales, ni las crecientes devoluciones o estancamientos en países donde estos hermanos y hermanas no son deseados disminuyen la atracción (real o ilusoria) de satisfacer las necesidades de empleo y mejores condiciones de vida o, incluso, de una esperada reunificación familiar”.
Francisco evidencia que “la Iglesia en Latinoamérica y el Caribe, como lo atestiguan las cinco conferencias generales de su Consejo Episcopal, siempre ha expresado su preocupación por el tema de la migración, buscando ser una Iglesia sin fronteras, Madre de todos”. Y por este motivo, “como cristianos, cada refugiado y migrante que abandona su patria nos interpela. En nuestros pueblos encontramos al mismo tiempo la fraternidad hospitalaria que acoge con sensibilidad humana, pero desgraciadamente también, la indiferencia, que ensangrienta el Darién”.
El Sucesor de Pedro anima a todos “a trabajar incansablemente para que sea posible erradicar esa indiferencia, de tal manera que cuando un hermano o una hermana migrante llegue, encuentre en la Iglesia un lugar donde no se sienta juzgado, sino acogido; donde pueda calmar el hambre y la sed, y revivir la esperanza”. Por eso, precisa el Pontífice, “la pastoral para la atención a la movilidad humana nos impulsa, cómo dice Isaías, a ensanchar el espacio de la tienda (cf. 54,2) y así, reconociéndonos también forasteros, con nuestras propias vulnerabilidades y carencias, podamos generar las condiciones necesarias para acoger al prójimo como un hermano o una hermana, y hacerlo así partícipe de nuestra cotidianidad”.
Sumen esfuerzos con todas las instancias de la comunidad internacional
Las palabras de Bergoglio están llenas de gratitud con la Iglesia en América, que desde el sur hasta el norte, incluyendo el Caribe, “posee un amplio y diverso sistema de ministerio pastoral, caritativo y de movilidad humana a nivel nacional y local, que se manifiesta a través de una amplia y sólida respuesta en la atención directa a los migrantes, y que se plasma en casas de acogida, centros de retornados, asistencia humanitaria de emergencia, atención médica, atención psicosocial, asesoramiento legal, apoyo espiritual, fortalecimiento de los colectivos de migrantes, medios de vida y procesos de incidencia política”. Enseguida, pide por favor a todos los agentes involucrados en la pastoral de movilidad humana que “no desatiendan esos establecimientos, que son oportunidad de acogida y caridad para con los hermanos más necesitados”.
Un acercamiento regional a la migración representa, según el Papa, “una oportunidad pastoral”. “El derecho a no migrar se nos presenta como solución, aunque sea a largo plazo, a la migración forzada, por medio de la integración regional de los países expulsores, de tránsito, destino y retorno de migrantes”, escribe el Papa, recordando su mensaje para la Jornada Mundial de Migrantes y Refugiados 2023. Por tanto, los insta “a sumar esfuerzos con todas las instancias de la comunidad internacional, para que todos tengan ese derecho a permanecer en su tierra con una vida digna y pacífica”.
Formamos una sola Iglesia
Bergoglio enfatiza que “el camino de la migración necesita pastores y agentes de pastoral que se atrevan a superar los límites de lo establecido, que no teman reconocer ninguna senda porque han perdido el miedo que paraliza, capaces de regresar a lo esencial, desinstalándose de la indiferencia, porque son conscientes de que, sólo caminando al ritmo de Dios con su pueblo santo, se podrán cruzar las barreras de lo convencional, llevando a la Iglesia, junto con los hermanos y hermanas migrantes, por vías de esperanza”.
En las últimas líneas de su misiva, el Pontífice insiste en que “formamos una sola Iglesia dispuesta a acoger, proteger, promover e integrar a todos, sin distinción y sin dejar fuera a nadie, reconociendo el derecho que cada uno tiene de ofrecer su contribución, a través del trabajo y el compromiso personal, al bien de todos y a la protección de nuestra casa común”.
También los estimula “a vivir estos días con alegría y esperanza, y que la pascua que se acerca sea el motivo que les recuerde que todos sus esfuerzos valen la pena”.
“Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide, y por favor, no se olviden de rezar por mí”, concluye el Obispo de Roma.