Por P. Fernando Pascual

El peligro de mundanizarse amenaza continuamente a la Iglesia, sea en la multitud de bautizados laicos, sea en los mismos pastores.

¿En qué consiste ese peligro? En dejar de vivir según el mensaje de Dios y buscar modos concretos para adaptarse al mundo, a las costumbres de cada pueblo y de cada época.

Ya en el Antiguo Testamento encontramos cómo el pueblo escogido llegó al pecado de mundanizarse. Podríamos recordar, entre otras, tres situaciones concretas.

La primera, cuando Moisés va al Horeb para recibir el decálogo. El pueblo, cansado de la espera, pide a Aarón un ídolo, un dios como el de los otros pueblos (cf. Ex 32,1-6).

La segunda, cuando el pueblo pide un rey, como los demás pueblos, con un claro desprecio hacia Dios (cf. 1Sam 8,4-20).

La tercera, cuando muchos judíos esconden la circuncisión y adoptan las costumbres paganas, para mezclarse con los gentiles (cf. 1Mac 1,11-15).

Cristo, al predicar el Evangelio, fue muy claro al recordarnos que no somos del mundo: “Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo” (Jn 15,19).

Por lo mismo, enseñó que no podemos servir a Dios y al dinero, que hemos de impedir que la sal pierda su sabor, que no sigamos enseñanzas humanas que van contra la salvación.

También los primeros discípulos fueron muy claros sobre este punto. Se podrían citar muchos textos. Basta con este famoso pasaje de san Juan:

“Ellos son del mundo; por eso hablan según el mundo y el mundo los escucha. Nosotros somos de Dios. Quien conoce a Dios nos escucha, quien no es de Dios no nos escucha. En esto conocemos el espíritu de la verdad y el espíritu del error” (1Jn 4,5‑6).

A lo largo de sus 2000 años de historia, el peligro de mundanizarse ha amenazado muchas veces a los bautizados en formas diversas: herejías, avaricias, odios, usuras, guerras, pactos con gobernantes deshonestos, infidelidades en los matrimonios.

No faltaron “teólogos” y “maestros” que enseñaban un modo suave, mundanizado, de ser católicos, como si la fe pudiera adaptarse a las costumbres de cada época histórica para así evitar “problemas” y tensiones.

Pero los verdaderos católicos supieron y saben resistir al mundo. Buscan ser fieles a Cristo, se esfuerzan por conservar la sana doctrina, por vivir según los mandatos de Jesús. Luchan contra el pecado y se mantienen en actitud de conversión continua.

La tentación de mundanizarse sigue en pie hoy como en toda la historia de la Iglesia. Podremos resistir a ella si, con esperanza y valentía, decimos un no firme a cualquier pacto con el pecado, y un sí generoso al amor de Dios, que nos ayuda cada día para vivir como auténticos hijos del Padre y hermanos en Cristo.

 
Imagen de Bernd Marx en Pixabay


 

Por favor, síguenos y comparte: