Alejandro Macarrón, director de la Fundación Renacimiento Demográfico y una de las personas que más está insistiendo sobre este problema en España, hace un repaso de la magnitud de esta catástrofe y de sus consecuencias en muchos más ámbitos de los que creemos. Así lo explica en una entrevista concedida al canal de YouTube ACdP. Una situación que poco a poco adoptan los jóvenes en América.  

El número de perros en España es dos veces superior a niños de entre 0 a 9 años.

Yo de perros no entiendo mucho. A mí no me preocupa que haya muchos perros sino pocos niños. Es muy preocupante que cada vez haya menos niños. Es muy preocupante porque los niños son el futuro y los niños en los hogares, donde los hay, son la alegría y la vida presente, y donde no los hay, pues lo contrario.

Una sociedad sin niños no puede perdurar y eso podemos claramente moderarlo con la cultura de la vida, o no; en concreto con las ganas de tener niños. Ha habido una desvalorización espantosa y suicida porque nos lleva a la desaparición de la sociedad.

Las sociedades tienen valores que les generan, cuando son positivos, hacen que evolucionen positivamente, y cuando son negativos, como en este caso, nos llevan a muy mal puerto.

Nuestra población no solo disminuye, también envejece. ¿Es un problema?

En España, en el 2021, nacieron la mitad de niños que en el año 76, cuando aquí comenzó la transición a la democracia. Y si nos fijamos solamente en las madres españolas, sin tener en cuenta a los inmigrantes, que antes no había, 64% menos. Por tanto, es una caída brutal en poco tiempo.

Con el número de niños que tiene las españolas, que es 1,2 hijos por mujer, harían falta 2,1 para que hubiese lo que se llama reemplazo generacional. Pues con 1,2 hijos por mujer, aproximadamente, cada nueva generación es 45% menos numerosa que la anterior, o sea, es casi la mitad. Eso significaría que si esa generación es la mitad, la que sigue es la mitad de la mitad y así la población va disminuyendo.

Pero la cantidad de población no es lo único importante, sino que eso genera un envejecimiento de la población porque, claro, la gente no se muere de golpe, entonces va habiendo mucha gente mayor en proporción a los jóvenes y a la gente en edad de trabajar, y eso sí que es una distorsión muy mala para esta sociedad.

¿En qué sentido?

Pues en el sentido de que si hay mucha gente jubilada a la que hay que mantener con poca gente trabajando, tenemos un problema, en el sentido de que no hay alegría de tener niños y jóvenes. Solamente queda la tristeza de que la sociedad se va muriendo.

El consumo se reciente porque los jóvenes consumen más y la actividad económica está basada en el consumo y la inversión. Además, desde el punto de vista electoral la democracia se convierte en una gerontocracia electoral; técnicamente el gobierno sería de los viejos. Cada vez producimos menos y cada vez gastamos más en pensiones.

Esto no solo es un tema económico ni mucho menos, es un tema de soledad porque cada vez hay más gente que vive sola, de desertificación afectiva por la falta de niños. También por la ruptura familiar que va muy ligada a que cada vez se casa menos la gente y se divorcia más y tiene menos hijos. Y son tres fenómenos que van ligados entre sí.

En España, por ejemplo, se ha multiplicado por seis el porcentaje de gente que vive sola en los últimos 50 años. En el año 1970 en España vivían 660 mil personas solas de una población de 34 millones. Ahora, en el último dato que tenemos, hay unos 5 millones de personas viviendo solas en una población de 47 millones.

¿La migración es una solución al reto demográfico?

Filosóficamente pensar que esa es la solución, no. Es decir nosotros renunciamos a tener hijos, no queremos tener hijos, nos da pereza tener hijos y que vengan otros y los tengan por nosotros. Empezamos mal porque eso no me parece un principio muy sólido en ningún tipo de problema: “que otros me resuelvan mi problema”.

En segundo lugar, la migración que puede venir a España y la que está viniendo es poco cualificada, y la parte afectiva, la soledad, no se resuelve con inmigrantes. Yo no puedo importar a un inmigrante para que sea mi hijo. Por tanto, la inmigración es una solución parcial, incompleta.

Y sabemos que la inmigración, si no se integra bien, hay otro tipo de problemas como lo hemos visto en todo Europa, porque los choques de cultura existen desde que el mundo es mundo.

¿Cómo valora las políticas adoptadas frente al desafío demográfico?

Se está empezando a hacer algo, pero muchísimo menos de lo que se debería. Además hay medidas que se están tomando, por desgracia, muy equivocadas. Por ejemplo, se están dando en planes de natalidad incentivos a las madres sin tener en cuenta al padre y el ninguneo de la figura del padre. Eso es una cosa injusta y antinatalidad.

¿Hay datos reales sobre élites globalistas interesadas en reducir la población?

Hay declaraciones de personas muy importantes que dice eso, pero lo que pasa es que hay muchísima más gente de todo tipo que no dice nada de eso y, por otra parte, el número de hijos por mujeres lleva cayendo muchas décadas, antes de que existieras ese tipo de movimientos.

Y finalmente, me acojo a la enmienda de Edmund Burke: que para que el mal triunfe basta con que los buenos no hagan nada.

Con información de ReL.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 7 de abril de 2024 No. 1500

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