Por P. Alejandro Cortés González-Báez

Un proyecto de construcción que puede derrumbarse fácilmente si no se tienen las cosas claras

Esta semana me encontré con un señor que me dijo: Hoy en día las jóvenes piensan de forma muy distinta: Por ningún motivo están dispuestas a someterse a la autoridad del esposo, y se casan con la idea de que si no funcionan las cosas como ellas lo tenían proyectado, simplemente se divorcian. Esta forma de pensar va más allá de la mera reivindicación de los derechos de la mujer. Se ubica en el deterioro del concepto del matrimonio.

No se trata de que las mujeres acepten ser minusvaloradas o, peor aún, maltratadas. De ninguna manera. Se trata de rescatar la realidad del matrimonio como una institución donde, partiendo del respeto como principio elemental, se fortalezca la ayuda mutua en un ambiente de comprensión y servicio amoroso, en la que los cónyuges, todos los días, aporten lo que les corresponde para tender a la armonía en beneficio de la familia entera.

En la teoría todo esto suena a un hermoso cuento de hadas, pero en la práctica nos encontramos a gente que no ha sido educada en el respeto, en el servicio, y en la entrega a los demás, con lo cual estamos ante un proyecto de construcción de un edificio sin planos, ni ladrillos, ni cemento, ni varillas.

NO ES UN MEDIO PARA SATISFACER NECESIDADES

Cada vez que se concibe el matrimonio como el medio para satisfacer las propias necesidades se comete un grave error. La teoría y la experiencia nos demuestran que sólo quienes lo entienden como una vocación de servicio están preparados para salir adelante, a pesar de las inevitables dificultades que se presentarán con el correr del tiempo.

PERMITIR LA VIOLENCIA

Hay mujeres que sufren violencia porque no supieron exigir el debido respeto desde el principio de su relación y, en otros casos, por no saber controlar sus emociones y responder con groserías a las impertinencias de quien no fue educado correctamente.

COMPLEJO DE INFERIORIDAD

Nunca faltan los acomplejados que se sienten inferiores a sus esposas al descubrir las virtudes del orden, el buen humor, el don de gentes y otras que a ellos les faltan y, por lo mismo, las agreden verbal y psicológicamente. Sabemos que en la actualidad el motivo más frecuente de desavenencias matrimoniales es el económico. Aquí me atrevo a mencionar que cuando éste se mezcla con la falta de prudencia en el tono de los reclamos, se produce una sustancia altamente explosiva.

RIVALIDAD

Otro error muy común es el de establecer una rivalidad con la pareja tratando por todos los medios de demostrarle que está equivocada, o sea, “que el que tiene la razón soy yo”. Cuando esto se trata con tono de reto, esperando que un réferi declare vencedor a una parte, tendremos necesariamente un perdedor, y cuando dentro de la familia hay un perdedor toda la familia sale perdiendo. En definitiva: ¡Cochino orgullo!

Si estos vicios se desarrollan en un ambiente de rutina, podemos pronosticar que la nave se irá a pique tarde o temprano.

¿No cree usted que todavía estamos a tiempo de remediar algunos de estos errores? Se originan en crisis individuales, y aquí es donde cada uno debiera hacer un balance personal antes de criticar.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 31 de marzo de 2024 No. 1499

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