Por P. Eduardo Hayen Cuarón

Practicar yoga es contrario a la fe católica. Ningún bautizado en Cristo debería involucrarse en ello, y todo párroco que permite esta actividad en su parroquia puede causar un serio daño espiritual a quienes acuden a hacer yoga a su iglesia.

Lo que persigue la yoga es alcanzar la unión con la divinidad que cada persona lleva dentro. Uniéndose con esa divinidad interior, la persona logra despertar la conciencia, que es un conocimiento «iluminado». A esta «iluminación» se llega por el método de la yoga.

El yoga es una práctica de una visión panteísta del mundo. El panteísmo es la creencia de que la totalidad del universo es divino. Esto es contrario a la fe cristiana, la cual afirma que el universo y todo lo que contiene no son divinos, sino criaturas Dios. El Señor está más allá de lo material.

Podemos decir entonces que el yoga es oración y liturgia panteísta. Quienes lo practican se ejercitan en extrañas posturas corporales que se combinan con ejercicios de respiración y repetición de frases misteriosas llamadas «mantras», estas no son sino invocaciones a «deidades» que el practicante repite cientos de veces para llegar a esa «iluminación».

Nuestra liturgia católica también implica posturas del cuerpo, que son las que conocemos en la Eucaristía y en los demás sacramentos, que nos ayudan a orar y a darle alabanza a Dios, pero no para despertar nuestra conciencia cósmica universal «iluminada» en la creencia de que somos seres divinos.

Nuestra liturgia y oración es para reconocer la grandeza de Dios, así como nuestra condición de hombres y mujeres pecadores, necesitados de conversión y de la gracia divina, a fin de que la vida de Cristo se viva en nosotros. Jesús en su misericordia nos participa, con su Palabra y sus sacramentos, de los misterios de su vida.

Es muy diferente decir «Cristo, por su gracia, me va transformando de pecador en santo y habita en mí» a decir «yo soy Dios y con estas posturas, respiración y mantras libero mi ser divino, ilumino mi conciencia y llego a fundirme en la divinidad del universo». El yoga es todo lo contrario a lo que el cristianismo católico profesa. Podemos decir que es una práctica radicalmente opuesta a nuestra fe.

El ideal del hombre, según la visión del yoga, es vivir ensimismado, con el estado de conciencia alterado para llegar a no sentir nada: ni el cuerpo, ni hambre, ni dolor, ni placer, ni la respiración, ni el medio ambiente y así, a través de una serie de reencarnaciones, se pueda llegar a ese «cielo» llamado nirvana. En una palabra, el yoga aniquila al hombre.

El ideal del hombre cristiano católico es vivir para el servicio a Dios y a los demás con el Reino de Cristo en el corazón, en una lucha permanente contra el pecado, aprendiendo a amar y a sufrir por Jesús y así, un día, por pura gracia de Dios, resucitar con Cristo y vivir en el Cielo. No son los mantras los que nos llenan el alma, sino el fuego de la Palabra de Dios y de los sacramentos.

Practicar yoga abre las posibilidades para que ocurra una acción extraordinaria demoniaca. La práctica de bajar la respiración, poner la mente en blanco y recitar mantras a divinidades extrañas puede desembocar en posesión diabólica, como se ha demostrado en personas que lo han practicado en etapas avanzadas.

Para ejercicios corporales, de relajación y de estiramiento, te recomiendo muchos programas buenísimos de fitness que se ofrecen a través de varias aplicaciones, y sí descartar definitivamente al yoga de tu vida.

 

Publicado en blogdelpadrehayen.blogspot.com

Imagen de Welcome to All ! ツ en Pixabay


 

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