Por José Antonio Varela Vidal

El resultado de un reciente estudio, con respecto a que seis de cada diez jóvenes ateos o agnósticos en España, Italia, Reino Unido y Argentina han rezado, al padecer de algún tipo de problema ya sea en el hogar, el colegio o el trabajo, deja en claro −a través de cifras− que la fe mueve montañas, no solo en los creyentes sino también en aquellos que no lo son.

Esta misma investigación para ‘Footprints. Young People: Expectations, Ideals, Beliefs’, liderado por la Pontificia Universidad de la Santa Cruz de Roma, revela que la mayoría de estos jóvenes ateos o agnósticos piensa que los creyentes tienen más facilidad para afrontar el sufrimiento y la muerte.

Frente a estos resultados, bajo ningún punto de vista se puede negar que ha habido, hay y habrá seres humanos que se empeñan por desconocer o rechazar la existencia de Dios. Sin embargo, muchos de ellos, aunque parezca mentira, tienen fe. Sí, una pequeña fe, probablemente una fe debilitada, ignorada, inútil.

De otro lado, llama la atención los resultados de otra encuesta realizada en los Estados Unidos por Scott Rasmussen, por las inesperadas revelaciones sobre la fe y las creencias religiosas. Una de ellas revela un aumento a creer en la resurrección de Jesucristo con un margen del 68% al 13%, entre los consultados el 20 y 21 de marzo de 2024.

En otra pregunta, referida a la participación en las actividades religiosas, el 49% de los encuestados dijo que muy probablemente asistiría a la parroquia el domingo de Resurrección y un 23% precisó que probablemente lo haría. En una tercera revelación, el 45% de los consultados aseguró rezar a diario o casi a diario, en tanto un 21% eleva sus oraciones a Dios varios días a la semana.

La fe pueril

Mientras se daban a conocer estas cifras, llegó a mis manos la publicación «Adri y Lupita: de la mano con Jesús y María», un cuento de la escritora peruana radicada en España, Sandra Zevallos, que relata las aventuras de dos amigos de casi la misma edad y con muchas cosas en común, así como diferencias. La niña tiene una enorme fe mientras que el niño carece de ella y, esta realidad se evidencia frente a un problema familiar, el mismo que Lupita busca solucionar acercando a su amigo a Dios.

Hay que fomentar libros de este estilo, para que las estadísticas demuestren que, con una educación temprana y sostenida de la fe, las nuevas generaciones no tienen por qué abandonar sus creencias, por desidia en los deberes o por ignorancia religiosa.

Este reciente esfuerzo editorial (disponible en internet), que ayuda a la evangelización de los niños y adolescentes, al narrar los más importantes momentos de la vida de Jesús y la virgen María de forma amena, recuerda que la fe mueve montañas y si se tiene fe, Dios obra en cada una de las personas.  También que la única manera de amar a Dios es conociéndole, conociendo lo que hizo y hace por nosotros porque Dios está vivo.

Lo cierto es que, aunque no se pueda ver ni tocar a Dios y se piense que Él no está presente en esos momentos, lo está y esto es algo que Lupita se lo explica muy bien a Adri, pues lo experimenta en su aún tierna carne propia.

 

«Adri y Lupita: de la mano con Jesús y María» Casa del Libro

«Adri y Lupita: de la mano con Jesús y María» El Sótano

 


 

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