Estos siete días el Papa presidió las misas Crismal y Coena in domini, la primera en la basílica vaticana y la segunda en la cárcel de mujeres de Rebbibbia, el viernes santo presidió la celebración de la Pasión del Señor, siempre en la basílica vaticana y desde Casa Santa Marta siguió el Viacrucis, por consejo de los médicos, para poder presidir el sábado santo la Vigilia y el Domingo de Resurrección la Santa Misa, con el rezo del Regina Coeli.
Por Patricia Ynestroza – Vatican News
En la basílica vaticana, Francisco presidió el Jueves Santo, la Misa Crismal, en la que el obispo y el presbiterio renuevan las promesas sacerdotales pronunciadas el día de su ordenación. Y ante una asamblea formada por reclusas y personal penitenciario, el Santo Padre, en su homilía en la Misa de Cena del Señor en la cárcel femenina de Rebibbia, en Roma, recordó que con el gesto del lavatorio de los pies, Jesús nos hace comprender la vocación de servicio y ante la traición de Judas nos recuerda que Dios perdona todo, siempre. “Jesús perdona todo. Jesús perdona siempre. Sólo pide que le pidamos perdón”, es esta la invitación del Papa Francisco en la breve homilía.
La fuerza de Dios es la impotencia del Calvario
En la homilía de la Pasión del Señor celebrado en la Basílica de San Pedro, el cardenal Raniero Cantalamessa recuerda: en la cruz, Jesús respeta la libre elección de los hombres y elige anularse a sí mismo, lección para los poderosos de la tierra. Jesús no vino a retocar y perfeccionar la idea que los hombres tienen de Dios, sino a trastocarla y mostrarles su verdadero rostro con su muerte en la cruz. Un sacrificio que sólo puede ser contemplado en silencio, el del Papa Francisco, cuando se detiene a rezar ante el altar, y el silencio de los 4.500 fieles presentes en la Basílica de San Pedro este Viernes Santo
Jesús, tu nombre salva, porque tú eres nuestra salvación
El Papa Francisco siguió el Vía Crucis desde la Casa Santa Marta, unido a la oración de 25000 personas presentes en el Coliseo de Roma: “Jesús, en la cruz tienes sed, es sed de mi amor y de mi oración”, es parte de sus meditaciones que escribió para y que fueron leídas en cada estación por una religiosa, un eremita, laicos, sacerdotes, migrantes, personas con discapacidad, familias, catequistas, miembros de un grupo de oración, una mujer dedicada a la pastoral sanitaria, y miembros de casa de acogida y asistencia social.
Con Jesús, ninguna tumba podrá encerrar la alegría de vivir
En su homilía de la Vigilia Pascual del s ábado Santo, el Papa meditó sobre el significado de las piedras de la muerte que oprimen nuestras almas, instándonos a levantar los ojos a Jesús resucitado para sacar esperanza de los escombros del fracaso. Ante 6.000 fieles que rezaban en la basílica de San Pedro, Francisco bautizó a ocho catecúmenos, procedentes de Corea del Sur, Italia, Japón y Albania y también les administró el sacramento de la confirmación.
Los consideró «escollos de la muerte» y observó que los encontramos, a lo largo del camino, en todas las experiencias y situaciones que nos roban el entusiasmo y la fuerza para seguir adelante, como «los sufrimientos que nos asaltan y en la muerte de nuestros seres queridos», «en los fracasos y en los miedos que nos impiden realizar el bien que deseamos», «en todas las cerrazones que frenan nuestros impulsos de generosidad y no nos permiten abrirnos al amor». Además, se manifiestan «en los muros del egoísmo y de la indiferencia» y «en todos los anhelos de paz quebrantados por la crueldad del odio y la ferocidad de la guerra».
«Cuando experimentamos estas desilusiones, prosiguió, tenemos la sensación de que muchos sueños están destinados a hacerse añicos y también nosotros nos preguntamos angustiados: ¿quién nos correrá la piedra del sepulcro?». Y sin embargo, aquellas mismas mujeres que tenían la oscuridad en el corazón, «nos testifican algo extraordinario: al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande», puntualizó Bergoglio.
Misa de Pascua en San Pedro presidida por el Papa Francisco
El Papa Francisco presidió, con más de trescientos concelebrantes entre cardenales, obispos y sacerdotes, la misa de Pascua en el atrio de la basílica vaticana. Durante la liturgia, que comenzó con el rito del Resurrexit, numerosos fieles romanos y peregrinos de todo el mundo llenaron la plaza de San Pedro desde primeras horas de esta mañana de Pascua de Resurrección.
“Renacer en la luz de la vida, renovados por tu Espíritu”. Fue la oración del Papa en latín tras el canto del Gloria. “Si nos dejamos llevar de la mano de Jesús, ninguna experiencia de fracaso y dolor, por mucho que nos duela, puede tener la última palabra sobre el sentido y el destino de nuestras vidas”
La paz no se construye con las armas, sino abriendo los corazones
En su Mensaje de Pascua el Papa recordó que el Resucitado es el único que puede hacer rodar la piedra de la guerra y de las crisis humanitarias y abrir el camino de la vida. También rezó por las víctimas y los niños de Israel, Palestina y Ucrania, y pidió el intercambio de rehenes y el alto el fuego en la Franja. Asimismo oró por Siria, el Líbano, Haití, el pueblo Rohingyá y los países africanos en dificultades. Y subrayó que con frecuencia el don de la vida es despreciado por el hombre
En el día en que la Iglesia revive el asombro de las mujeres ante la tumba abierta y vacía de Jesús, el Papa Francisco, en su mensaje Urbi et Orbi desde la logia central de la Basílica de San Pedro ante sesenta mil fieles, recordó que sólo Él ha resucitado y es «capaz de hacer rodar las piedras que cierran el camino a la vida», abriendo las puertas de la vida, «que cerramos continuamente con las guerras que campan a sus anchas por el mundo».