Por Rebeca Reynaud

Mira tu vida y piensa que el tiempo es breve. Mi interés es que seas consciente del regalo que supone la vida y que examines cómo correspondes a este don maravilloso. La vida es como una parcela que se ha de cultivar cada día, y dar fruto, ya que no tenemos seguridad del tiempo que vamos a vivir. En su infinito amor, Dios nos dio la libertad, otro gran don, pero este don se puede usar bien o mal, dependiendo de la voluntad de cada uno. Podemos rectificar, perdonar, pedir perdón o no hacerlo. Y lo admirable es que Dios respeta nuestras decisiones.

Piensa: ¿Cómo te sientes contigo mismo y con los demás? ¿Hay una pregunta clave que todos hemos de hacernos: ¿A quién amo más? ¿Qué es lo que más amo?

Cuando Jesús pasó por la tierra le preguntaron: “Maestro, ¿cuál es el primer mandamiento?”. Y Él contestó con la Escritura: “Amarás a Dios sobre todas las cosas, y lo amarás con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente”. Y, sin que le preguntaran más, Él añadió: Y el segundo es: “Amarás al prójimo como a ti mismo”. Son preguntas fundamentales pues, cuando nos presentemos ante el Juicio de Dios, de lo único que nos van a examinar es sobre el amor a Dios, a la familia, a la ecología, a la propia vocación, al trabajo, al prójimo, a los amigos.

¿Cuánto tiempo a la semana le dedicas al Creador? A conocerlo a través del trato, a leer la Biblia, a escuchar alguna plática. El Señor es quien te da hado vida; te ha dado tiempo, inteligencia, salud o enfermedad, penas y alegrías, es decir, lo que necesitas. Dios no nos da lo que queremos, nos da lo que necesitamos. Él ama la solidaridad, la generosidad, la clemencia, la pureza de intención, la castidad y muchas cosas buenas. A veces nos suceden cosas como un accidente de carro, una enfermedad, un robo o un peligro cualquiera, y hay que saber que con esos hechos Dios nos quiere decir “algo”. Si no estamos atentos, no alcanzamos a advertirlo.

¿Cuánto dedicas a la diversión, al entretenimiento y a las actividades lúdicas? Es necesario descansar y bromear, pero todo tiene su lugar. Tener amigos da felicidad, dijo Aristóteles. Ahora bien, ¿fomentas la amistad con el Amigo? Él toca a diario a tu puerta. ¿Cuánto tiempo dedicas al cine, a internet, al celular, a las fiestas, al deporte, a viajar o a ir a tomar una copa? Haz tus cuentas. ¡El tiempo es muy valioso! ¿Cuánto tiempo dedicas a hacer felices a los de tu familia?… ¿Cuánto piensas en sus necesidades de tiempo, de cariño, de algún servicio o compañía?

Durante el día a día, ¿qué tanto te acuerdas de que Dios te ve, te ama, te espera? Él espera tu conversación, desea tu amistad. Siendo el dueño de todo, nos da la libertad de amarlo o de rechazarlo. No quiere nada a la fuerza. Lo contrario del amor no es el odio, es la indiferencia. A veces le damos chance de meterse en nuestra vida a varias personas –hasta a los chamanes-, pero a Dios no le damos ese chance, y Él lo espera, ¡te lo aseguro!

Esta especie de examen es, sobre todo, para que tú veas cómo inviertes el tiempo, el recurso más limitado que tenemos. Benedicto XVI dijo alguna vez que el mal más grave es que la gente no piensa. Y es verdad; la gente joven vive como “narcotizada”. Es prioritario reflexionar sobre lo que hacemos cada día y para qué lo hacemos. Muy pronto, viene la eternidad: “para siempre, para siempre, para siempre”.

Un observador decía: Sin lo sacro, la esencia de la humanidad es la desunión, la mera coexistencia e incluso el enfrentamiento, fenómenos que descansan en la autoidolatría, en virtud de la cual todo es visto bajo una perspectiva errónea; de esta suerte, al final el ser humano no entiende a Dios ni al mundo ni a los demás, ni siquiera se entiende a sí mismo. El “Espíritu Santo” crea comprensión, porque él es el amor que brota de la cruz, de la renuncia de Jesús a sí mismo.

 
Imagen de StockSnap en Pixabay


 

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