Por Rebeca Reynaud
Los mensajes de la Virgen que se repiten en sus apariciones son: Humildad, humildad, humildad. Penitencia, penitencia, penitencia (Lourdes, Francia). Oren, oren mucho y hagan sacrificios por los incrédulos. Quienes depositen su confianza en mí serán salvados (Akita, Japón).
Nuestro camino de la fe está unido de manera indisoluble a María, desde que Jesús, muriendo en la Cruz, nos la dio como Madre.
Santa María se revela a una vidente de Madrid: “Quiero que seas la dulzura personificada, porque yo lo soy… Jamás contesto airada. Nunca grito, presa de los nervios ni incapaz de dominar mi carácter. Siempre Mansa y Humilde… No soy conformista, soy luchadora; pero en esta lucha no impongo. No impongo mi forma de ser ni mis criterios. Sólo los propongo. No soy la que siempre regaña, ni la que siempre está seria… No soy la que ve el lado malo de las cosas y siempre piensa en ello. Soy la que doy Vida y Alegría. Soy la que aliento. ¡Soy la que animo! Soy la que tiene la confianza en las Promesas y siempre está pensando la maravilla de la Nueva Creación, Soy la que tiene entre sus brazos al Mesías. Soy, por medio de la cual, os vino el Salvador” (El triunfo de la Inmaculada, p. 528).
Toda la existencia de la Virgen es un Himno a la Vida. María nos mira con gran ternura y, nos anima a sentir su mirada amable. Ella nos acompaña, nos guía y nos enseña a vivir en el Espíritu Santo.
Ella nos pide ser buenos hijos de Dios y buenos hermanos. Y para ellos nos enseña a crecer humanamente y en la fe. Le gusta que seamos cumplidores de nuestros deberes con Dios, con los padres de familia y con los que trabajamos.
María quiere ser nuestra Maestra, Modelo y nuestra Madre ternísima. Llama a la puerta de nuestro corazón para invitarnos a ser parte de su Ejército para la batalla decisiva, que ya se asoma. María quiere que formemos nuestra fortuna espiritual y nuestra felicidad aún en la tierra. Nos dice: Si eres débil, adquirirás la fuerza para hacer el bien; si eres tentado, adquirirás la victoria; si caes en la culpa, encontrarás la mano misericordiosa y potente que te levantará; si te encuentras afligido, encontrarás el consuelo; si te sientes frío, encontrarás el medio para enfervorizarte; y si te sientes hambriento, tomarás el alimento exquisito de la Divina Voluntad.
Nuestra Madre le dice a la mística italiana, Luisa Piccarreta, que Ella recorrerá todo el mundo, ira a cada alma, a cada familia, a todas las naciones y pueblos, para formar, como Reina, a su pueblo y, como Madre, a sus hijos, los cuales conocerán a Dios, le amarán y harán llegar el Reino de Dios a la tierra, como pedimos en el Padrenuestro: Venga a nosotros tu reino. Son los hijos del reino de la Divina Voluntad.
Vivir en la Divina Voluntad es un don que la magnanimidad del Señor nos quiere dar; basta con quererlo ardientemente y con estar en estado de gracia.
En Rubbio (Vicenza, Italia) el 21 de agosto de 1987 nos transmite la Virgen su mensaje: Haceos cada vez más pequeños, dóciles, puros y fieles. Yo soy la Madre de la adoración y de la reparación. Junto a cada Tabernáculo sobre la tierra está siempre mi presencia materna. Ésta compone un nuevo Tabernáculo a la solitaria presencia de mi Hijo Jesús. Mi Corazón de Madre está entristecido porque veo en torno a Jesús en la Eucaristía, tanto vacío y abandono, tanta apatía, tanto silencio… Y Jesús está presente para enseñarte a crecer, para ayudarte a caminar, para darte valor para evangelizar, para ser el sostén de todo tu sufrir. Rodead a Jesús de luces y flores, acercaos a Él con gestos profundos de genuflexión y de adoración. (cf.santisimavirge.com.ar).
La venida del Reino glorioso de Cristo coincidirá con el mayor esplendor de la Eucaristía.
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