Por Rebeca Reynaud

Lo único importante es que yo persevere en mi camino hacia Dios. Son bambalinas de teatro todas las cosas de este mundo. Hemos de tener visión de eternidad. Estamos en unas circunstancias determinadas, en una labor determinada, porque Dios lo quiere, porque es lo mejor que nos ha podido pasar.

Roy Shoeman, un judío de Harvard que se convirtió al Catolicismo, dice que cuando Dios le hizo ver que existía, no le dijo su Nombre porque él no estaba preparado para ello; pero él, personalmente, sintió que era amado y que nadaba en un océano de Amor. Comprendió que todo lo que le había pasado desde el comienzo de su vida, era lo mejor para él. Empezó a rezar todos los días una oración hecha por él mismo: “Dime tu Nombre para saber el camino para encontrarte y adorarte”. Y exactamente después de rezar esa oración durante un año, de un modo insospechado para él, Dios le reveló que el que le había hecho sentir esas oleadas inmensas de amor era Jesucristo.

Ahora, Roy Shoeman, dedica su tiempo a rezar por los israelíes y a escribir para señalarles el camino al Mesías.

San Gregorio Magno escribe: “Debemos conocer la vida de los santos, para afinar en la corrección de nuestra propia vida, y así el fuego de la juventud espiritual, que tiende a apagarse por el cansancio, revive con el testimonio y el ejemplo de los que nos han precedido” (Moralia 24,8). En ellos vemos que, sólo la gracia, combinada con la humildad, podrá hacernos fieles en la prueba.

La vida que propone Jesucristo es ante todo una llamada a parecerse a Él, llenando de sentido la inteligencia, la voluntad y el corazón humanos, y transformando la vida en un proyecto apasionado de santidad –que es felicidad-, desde el nacimiento hasta la muerte.

Así, la conducta cristiana que busca la perfección es una moral de “respuesta” a la “llamada” de Dios. Si la llamada ha sido gratuita y total, la “respuesta” debe ser también total. Esa moral sin grados se manifiesta también por la altura y el alcance de las bienaventuranzas enseñadas por Cristo; por las grandes exigencias que presenta, el Sermón de la Montaña se constituye en un programa único para todos los que quieren seguirle. Por ello, Santa Catalina de Siena decía: “Si sois lo que tenéis que ser, prenderéis fuego en el mundo”.

El Papa Francisco advierte que las crisis revelan lo que hay en nuestro corazón. Son, por lo tanto, un paso importante para el conocimiento propio.

Santo Tomás comentando a San Agustín dice que solo hay dos bienes que pueden presentarse como absolutos, y, por lo tanto, guiar el resto de las acciones: la gloria de Dios o la propia estima.

Nuestro paso por la tierra es un momento insignificante y será pagado con un gozo extremo. El pago que se da a la tarea que realizamos es totalmente desproporcionado. Es el amor a Dios el que produce el cambio sobre la tierra y el que nos da el premio eterno.

Hay momentos en que la tarea que Él nos pide nos puede parecer difícil, pero nuestra vida es el conjunto de las decisiones que hemos tomado. Cada decisión es fruto de un discernimiento bien o mal hecho. Podemos pensar que las grandes decisiones están en el pasado, pero no están recluidas en el pasado, las grandes decisiones están en el presente y en el futuro.

En la Pasión del Señor vemos las decisiones malas de Pedro y de Judas, pero lo decisivo es qué viene después. Aunque las decisiones del pasado son el fundamento, las decisiones del futuro son el resultado. Lo que hayamos hecho es el cimiento ya pasó, pero lo que decidamos en el futuro va a determinar el resultado. Las decisiones más importantes no las hemos tomado todavía. Por eso en la piedad cristiana rezamos por las decisiones finales, allí nos puede acechar la desesperación.

Si los grupos satánicos mostraran su rostro de maldad no seducirían. Más grave es cuando el mal se viste de bien, entonces hablamos de seducción porque ofrecen un bien aparente para producir un mal real.

Santo Tomás de Aquino poco antes de morir iba a recibir el viático y cuando le llevan la eucaristía dice: “Te saludo, precio de mi redención, por tu amor trabajé, estudié y enseñé”.

 


 

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