Por Ana Paula Morales Martínez

El Cardenal Felipe Arizmendi Esquivel, Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas, ofrece una reflexión profunda y crítica sobre la democracia y el populismo, abordando temas cruciales que afectan tanto a la sociedad como a la Iglesia. En una conversación reciente, el Cardenal Arizmendi comparte su perspectiva sobre el liderazgo comunitario, la participación ciudadana y el papel de la Iglesia en el ámbito político.

Percepción del liderazgo comunitario

En su experiencia, el Cardenal Arizmendi distingue entre líderes auténticos y demagogos en las comunidades locales. Según él, los líderes auténticos son aquellos que sirven a la comunidad sin buscar beneficios personales, sacrificando su tiempo y recursos por el bien común. «Demagogos son los que hablan mucho dizque para defender al pueblo, pero lo hacen buscando ser beneficiados con un voto o un puesto que les reditúa,» afirma el Cardenal. Esta distinción es crucial para mantener la integridad y el bienestar de la comunidad.

Participación ciudadana informada y comprometida

El Cardenal enfatiza la importancia de una participación ciudadana informada y comprometida, sugiriendo que se debe analizar críticamente el sistema con la ayuda de expertos en realidad social, política y económica. «Sobre esta base de conocimiento, ayudar a la gente a que tome conciencia de lo positivo y negativo del sistema,» menciona. Propone utilizar medios digitales y grupos parroquiales para sembrar semillas de conciencia que eventualmente darán fruto.

Rol de la Iglesia en la política

La Iglesia, según el Cardenal Arizmendi, puede contribuir al bien común sin caer en el partidismo al exponer la Doctrina Social de la Iglesia a los grupos parroquiales, evitando casarse con un partido político. «No somos expertos en sociología o política partidista y no debemos aparecer como quienes todo lo saben,» aclara. Este enfoque permite a la Iglesia ser una guía ética y moral sin perder su esencia.

Enseñanzas del Papa Francisco

Reflexionando sobre la crisis de la democracia mencionada por el Papa Francisco, el Cardenal Arizmendi destaca la necesidad de una participación auténtica desde la familia hasta niveles políticos. «Participar en los grupos locales y si alguien descubre que su vocación es la política partidista, que promueva los diálogos y las consultas,» sugiere. Este involucramiento activo desde temprana edad es fundamental para revitalizar la democracia.

Crítica y denuncia en el ámbito público

El Cardenal Arizmendi insta a los católicos a no contentarse con una fe marginal, sino a ser una voz que denuncia y propone en el ámbito público. «Estando cerca del pueblo, conociendo y sintiendo lo que vive, para poder denunciar las injusticias ante las autoridades,» enfatiza. Esta cercanía permite a la Iglesia actuar con conocimiento de causa y valentía.

Participación en la comunidad

Para los laicos, el Cardenal aconseja sentirse miembros vivos de la comunidad, tanto civil como religiosa. «Si no ha sido posible detener la tala ilegal de árboles, organizar la reforestación con grupos que sientan esta necesidad,» ejemplifica. Este sentido de pertenencia y acción proactiva es vital para el desarrollo comunitario.

Educación en valores democráticos

El Cardenal Arizmendi resalta la importancia de entrenar la participación democrática desde niños, recomendando organizar pequeños grupos de vecinos o alumnos que sean críticos y propongan soluciones. «No sólo para protestar o bloquear calles, sino para proponer soluciones,» dice. Esta formación temprana es esencial para fomentar valores democráticos sólidos.

Reflexiones sobre el asistencialismo

Finalmente, el Cardenal aborda el tema del asistencialismo, señalando que la asistencia fraterna es necesaria, pero debe ir acompañada de promoción, liberación y amor misericordioso. «La asistencia es dar pan al que tiene hambre, pero también ayudar a valerse por sí mismos, generando empleos y luchando contra las causas de la pobreza,» explica. Este enfoque integral promueve la dignidad y la autonomía de las personas.

En conclusión, el Cardenal Arizmendi ofrece una visión clara y práctica de cómo la Iglesia y la sociedad pueden trabajar juntas para enfrentar los desafíos de la democracia y el populismo. Su llamado a la acción y a la reflexión crítica es un recordatorio de que la participación activa y el compromiso con el bien común son esenciales para una sociedad justa y equitativa.

 


 

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