Por P. Fernando Pascual
Ocurre con frecuencia: quienes están enfrascados en un juego como el ajedrez, las damas, o parecidos, cometen errores o pierden oportunidades que están “ahí”, delante de sus ojos.
Un observador externo se sorprende: desde fuera ve con claridad que uno de los jugadores se ha equivocado, mientras que el jugador no percibe su error (o lo percibe demasiado tarde).
¿Por qué ocurre lo anterior? Una explicación sencilla nos hace suponer que quien está metido a fondo en el juego piensa en sus jugadas o en lo que entiende que hace el contrincante, pero pierde la visión de conjunto.
El observador externo, por su parte, no tiene la mente absorbida como el jugador, y por eso llega a una perspectiva más completa del juego y de sus posibilidades.
Lo anterior podría aplicarse a la vida de las personas. A veces vemos las cosas desde emociones, miedos, ideas, comparaciones con el pasado, y tomamos decisiones que para un observador externo pueden parecer extrañas, incluso dañinas.
En los juegos se pide a los observadores externos que guarden silencio, para no ayudar a uno de los jugadores. Pero en la vida, sobre todo en temas serios, ¿no sería oportuno que el observador externo ofreciese un consejo para ayudar?
Quien está enfrascado en un problema sentimental, o en la ilusión de un trabajo nuevo, o en un cambio de carrera, puede perder la perspectiva completa y dejarse engañar por lo que ahora ve de modo inadecuado.
Por desgracia, no siempre contamos, en tantos momentos de la vida, con buenos observadores externos que nos ofrezcan consejos sensatos y oportunos. O si contamos con ellos, el consejo no es acogido porque uno vive cegado por prejuicios, ideas o sentimientos que le impiden una mirada más completa.
La vida es algo mucho más serio que un juego. Ante las diferentes situaciones, vale la pena hacer un esfuerzo por alcanzar una buena mirada de conjunto. En ese esfuerzo, los consejos de algún observador externo, sobre todo si tiene una amplia experiencia de los asuntos humanos, serán siempre de gran ayuda.
Llega la hora de tomar una nueva decisión. Vemos las opciones, pensamos en los posibles resultados. Soñamos o tememos ante lo que vaya a ser el futuro.
Antes de dar el paso, buscar y acoger el consejo de un familiar prudente o de un amigo sincero, nos permitirá ver mejor si estamos ante una oportunidad que no podemos perder o ante un peligro que tenemos que evitar a toda costa…
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