Carta al Obispo de Brescia
sobre la devoción a María Rosa Mística (Montichiari)

 

Excelencia Reverendísima:

a la luz de las Normas para proceder en el discernimiento de presuntos fenómenos sobrenaturales, emanadas por este Dicasterio el 17 de mayo pasado, vuelvo sobre el voluminoso Dossier referente a las presuntas apariciones en la localidad de Fontanelle di Montichiari (BS).

Como es ya conocido, las Normas establecen que el intento principal de discernimiento sobre los fenómenos que al caso nos ocupan, no es tanto el de establecer la eventual sobrenaturalidad de estos, sino el de ofrecer una valoración doctrinal-pastoral de cuanto brota de su difusión. En este sentido, le hago llegar el juicio doctrinal que este Dicasterio ha elaborado sobre los mensajes difusos por Pierina Gilli, como base para el discernimiento que V.E. está llevando a cabo desde hace ya mucho tiempo y que ahora, finalmente, puede llegar a su fin.

A tal propósito, en primer lugar, deseo comunicarle que el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, no ha encontrado en los mensajes difundidos por Pierina Gilli, elementos que contradigan directamente la enseñanza de la Iglesia católica sobre la fe y la moral. En los hechos conexos con esta experiencia espiritual, no se encuentran tampoco aspectos morales negativos, ni otros elementos merecedores de crítica alguna. Antes bien, se pueden hallar diversos aspectos positivos que sobresalen en el conjunto de mensajes, como también otros que, siendo igualmente positivos, sin embargo, merecerían algún tipo de aclaración, a fin de evitar malentendidos.

Aspectos positivos:

En los Diarios de Pierina Gilli (Milán, 2016) existe un aspecto de gran valor y que resulta importante subrayar. Los escritos de Pierina traslucen una humilde y completa confianza en la acción materna de María. Es por esto por lo que no encontramos en ella comportamientos de vanagloria, autosuficiencia o vanidad, antes bien, encontramos la conciencia de haber sido gratuitamente bendecida por la cercanía de la bella Señora, la mística Rosa.

Se hallan en los Diarios diversos textos que exaltan a María, la Rosa, y que destacan su belleza unida a su bondad, así como al conjunto de efectos que experimenta quien la encuentra: un sentido de insuficiencia unido a una experiencia de amor y de gran alegría.

«En este mi pobre escrito, quisiera tener palabras adecuadas y precisas, para saber describir a María en toda su realidad, con toda la belleza del Paraíso con la cual ha sido revestida. Yo, en mi poqueza e insuficiencia no puedo dar una completa y adecuada relación: se necesitarían a los Ángeles del Cielo para pintar con exactitud la bondad y la belleza de María. Buena…, bella…, ¿pero de que tipo de belleza? ¡De una belleza que manifestó tanta bondad y amor! Parece como si todo está alrededor se trasformase en bueno, es decir, que se siente en el ánimo que se está en contacto con un amor del cual no sería jamás posible separarnos, porque su belleza es tan pura y elevada, que produce entrar en una posesión de alegría tal, que la persona misma se siente ligera, ligera; o sea, tiene el contacto, la necesidad simplemente de estar allí para disfrutar de esta bondad y belleza penetrables» (Introducción a I Quattro Quaderni [1946-1983], p. 97).

«[…] Una luz brillante se presentó a mis ojos. Se me apareció en aquel momento una gran escalera, toda blanca, de unos quince metros de largo y cinco de ancho. Los lados estaban adornados con rosas, blancas, rojas y amarillas, formando como una barandilla. En lo alto de la escalera, en medio de un jardín acolchado de exuberantes rosas, en una hornacina, siempre de rosas de los mismos colores, con los pies apoyados en la alfombra, vestida de blanco y con las manos juntas, resplandeciente estaba Nuestra Señora “Rosa Mística”» (8 de diciembre de 1947, p.84).

«La razón por la que no puedo describir completamente lo que mis ojos vieron es porque mi ánimo fue investido de una potencia tal, que, en esta sobrehumana belleza, está también la expresión de las nobles virtudes que Nuestra Señora expresa a través de su belleza. Su delicado rostro, revestido de una inocencia incomparable, de un candor virginal delicadísimo y amabilísimo, que hasta mi ánimo se sintió lleno de este candor de atmosfera angelical. Conocí su majestuosa figura sobrehumana, sea por la actitud de su persona que por su vestido repleto de luz y de una belleza indescriptible, y me hizo pensar en una corona indefinida de resplandecientes virtudes, dignas de la Madre de Dios. Su modo de hablar era tan penetrante, que solo cuando dijo “Yo soy la Madre de Jesús y la Madre de todos vosotros”, estas palabras fueron pronunciadas con tata exquisitez de amor profundamente materno, que me sentí en aquel momento, la afortunadísima verdadera hija de María. Diciendo esto, la Virgen abrió sus brazos que hasta ese momento mantenía unidos. Este gesto de exquisita amabilidad y de bondad materna, acompañó su amor sobre nosotros. Cada una de sus palabras, cada una de sus actitudes me embriagaban y me impulsaban a un amor tan elevado, que me sentía como si ya hubiese llegado a esa meta que nosotros, pobres almas de esta tierra, deseamos alcanzar en el Cielo, donde está Dios, Nuestra Señora, el Paraíso”» (13 de julio de 1947, pp. 106-107).

Conviene aquí recordar, que ya San Juan Pablo II explicaba, que cuanto él proponía sobre María, no debía entenderse como un obstáculo para nuestro encuentro personal con el Señor, sino como «un culto a la Madre de Dios, tal como lo ha delineado el Concilio: un culto orientado hacia el centro cristológico de la fe cristiana» (Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae [16 de octubre de 2002], n. 4). En consecuencia, se debe vivir el culto a la Virgen, siguiendo el principio que el Concilio Vaticano II aclara: «al ser honrada la Madre, el Hijo […] (es) mejor conocido, amado, glorificado» (LG, 66). Por esta razón es importa señalar que, mientras exalta esta belleza de María con todo su afecto y admiración, Pierina reconoce claramente que todo lo que María hace en nosotros, nos orienta siempre a Jesucristo:

«Ella que con tanto amor se había manifestado para nuestro bien, que nos quería más bien, ¡para hacer de nosotros y de su Divino Hijo Jesús una sola cosa!» (13 de julio de 1947, p. 11).

«Aquí le dije yo:  Oh Jesús ¡qué bueno eres!; me respondió repitiendo por dos veces: “ámame hija”. […] “Entonces hija ámame por aquellos que no me aman”. (Le respondí que sí: y luego le dije: Querido Jesús, imprimid a todos nosotros que correspondamos cada vez más a tu gracia» (15 de octubre de 1948, pp. 162-163).

«[María dijo:] “Mi Divino Hijo Jesucristo es todo misericordia, es infinito en amor para todos sus hijos” (27 de abril de 1965, p. 307).»

«[María dijo:] “He venido a Montichiari para hablar del amor del Señor, para llamar a las almas al amor, a la caridad, este es mensaje de grito suplicante de la Madre del Señor”» (4 de marzo de 1972, p. 355).

«[María dijo:] “En este tiempo es necesario […] mucha generosidad de amor, ¡cómo un manantial que siempre da y nunca se agota! … ¡Esto es lo que deseo de mis devotos hijos! … Amad al Señor porque es sólo de este su amor infinito, que brotarán las gracias. […] ¡Sólo en el Señor, en Él encontrareis la fuerza, la confianza, la ayuda para vivir realmente una vida de cristianos, realizadores y dispensadores de amor y paz!”» (31 de octubre de 1976, p. 391).

De hecho, existe una manifestación del mismo Cristo que inspiró en Pierina una profunda confianza en él:

«Vi ante mí a una persona majestuosa de que tuve espontáneamente la impresión de que era el Señor. No podía errar. Alto, hermoso, majestuoso, pero severo. Vestido de blanco, la túnica larga hasta los pies, también esta radiante de luz. Los cabellos de color rubio castaño, ondulados, largos hasta los hombros, divididos sobre la frente. Apenas lo vi delante de mí, como dije, su actitud mostro severidad y no pude sostener su mirada, porque mi alma estaba allí, delante de Él, con todos sus pecados. Vi pasar toda mi vida y tremando sentí su mirada escudriñaba todo mi interior. Pasé momentos dolorosos, porque los pecados cometidos me cubrían de vergüenza por haber ofendido al Señor. A causa de la fuerte impresión que experimenté por el juicio, no pude balbucear palabras, tal era mi confusión. Fue Él a levantarme de esta depresión humillante y su primera palabra, llena de tanta dulzura y de amor, me liberó de todo temor y confusión. Apenas pronunció la primera palabra – Hija – ¡cuánta paz y felicidad invadieron mi alma! Entonces pude alzar mis ojos y mirarle con alegría. Sentí que estaba en su amor y en su misericordia. Del severo juicio ya no quedaba ni la sombra; había pasado sin dejar ni rastro. Al mirarlo, me sentía fuertemente atraída hacia Él, a amarle: ¡qué bueno!, ¡qué hermoso!, ¡qué misericordioso era! ¡No encuentro palabras para expresar lo que ha hecho arrobar mi alma en Él! […] [el Señor dijo:] “Ten siempre fija la mirada en Mí para escrutar y adivinar lo que de ti quiero; ósea, deseo tomar total posesión de tus facultades, a fin de que tu puedas siempre cumplir acciones, inspiradas por Mi amor”»

Al mismo tiempo, la Virgen María, refiere Pierina, invita también a un crecimiento en el amor hacia el Señor:

«[María dijo]: “[Jesús] quiere de ti un amor grande, el verdadero amor, que tu veas en todas las cosas el amor y con este amor, debes seguir a Jesús, subir a lo alto, sobre la cumbre de la santidad y no permanecer abajo en el valle, en medio a aquellos cristianos que mueren de inanición y de languideza espiritual porque no quieren vivir y saborear la vida de la gracia con la que el Señor quiere favorecer a sus alamas y que da a cada uno individualmente”» (31 de diciembre de 1952).

«[María dijo:] “El pensamiento de la Sagrada Comunión debe acompañarte de una Sagrada Comunión a la siguiente. La unión íntima con el Señor debe ocupar todos tus minutos. Este sería un medio eficacísimo para santificarte; te convertirás en un paraíso terrenal. Con el intercambio de amor, todo se trasformaría en fácil, adquiriendo generosidad en cada prueba”» (7 de julio de 1947, p. 57).

A esto se añada el segundo nombre de María como “Madre de la Iglesia”, che impide a esta devoción encerrarse en una experiencia individualista y exhorta a todos los creyentes a desarrollar el aspecto comunitario del mensaje del Evangelio, a caminar como hermanos y hermanas, en el pueblo de Dios que sirve, evangeliza, intercede y cumple su peregrinación fraterna en el mundo. Se encuentran también mensajes que expresan un fuerte sentido de comunión eclesial, como el que sigue:

«“Oíd Señora mía, desde el Concilio la nueva Liturgia es tan hermosa porque rezamos juntos”. […] [María continuó explicando los símbolos que aparecían en la aparición]: “Estos globos [se refiere a esferas de luz] que tengo en mis manos, es para manifestar al mundo entero el símbolo del Concilio Ecuménico y cuanto ha agradado al Señor”» (27 de abril de 1965, p. 307).

Se debe en este momento reconocer, sin embargo, que, en los Diari de Pierina Gilli, existen expresiones no son siempre adecuadas, que requieren una interpretación en vista a una aclaración según el mensaje viviente del Evangelio. Es muy importante que esta segunda serie de textos de Pierina, sean leídos juntamente con los hasta este momento citados.

Algunos textos que exigen de aclaraciones:

Sucede que, en Pierina Gilli se encuentran algunos textos llenos de afecto y devoción a María, en los que se atribuyen a la Santísima Virgen, funciones ante Cristo que pueden ser fácilmente malinterpretadas:

«[María dijo:] “Me he interpuesto como Mediadora entre los hombres, particularmente las almas religiosas, y mi Divino Hijo que, cansado de las ofensas continuamente recibidas, quería ejercer su justicia”» (22 de octubre de 1947, p. 123).

«[María dijo:] ¡“Después de que fui asunta al Cielo, me he interpuesto siempre como Madre Mediadora entre mi Divino Hijo Jesucristo y toda la Humanidad”» (6 de agosto de 1966, p. 322)

«[María dijo:] “es necesaria mucha oración, mucha penitencia, muchos sacrificios, para frenar la justicia Divina con la Misericordia de María, María de Gracia”» (19 de febrero de 1954, p. 275).

«[María dijo:] “Por medio de las oraciones, los sacrificios de tantas almas generosas que han ofrecidos por los hermanos pecadores… Yo Madre Mediadora, cuántas gracias he obtenido del Señor Mi Divino Hijo Jesucristo sobre la humanidad, ahorrando terribles castigos con los que el mundo tenía que ser tocado”» (1 de enero de 1978, p. 408).

«[María dijo:] “Yo vine como mediadora y detuve el gran castigo con el que mi Divino Hijo Jesús habría castigado al mundo entero. La misericordia de Dios triunfará”» (22 de noviembre – 8 de diciembre de 1947, p. 450).

El conjunto de mensajes deja entender, que ciertamente no se quiere transmitir una imagen de Dios o de Cristo lejano o carente de misericordia, que deba ser “frenado” por una “mediación” de María, como confirma la siguiente cita:

«[María dijo:] “Mi Divino Hijo está siempre dispuesto a hacer descender sobre el mundo la gracia de su misericordia”» (5 de abril de 1960, p. 303).

Algunos textos manifiestan la buena intención de Pierina de exaltar la intercesión materna de María, y uno de sus mensajes, lo deja claro:

«[María dijo:] “¡El Señor Dios Padre, ha donado a la humanidad una Madre!… (suspendida) y ahora, Yo, Madre María acojo las oraciones… los sufrimientos de tantas almas generosas y unidas a Mi amor materno [,] lo ofrezco todo al Señor”» (7 de junio de 1978, p. 414).

Sin embargo, hay que evitar esta imagen de María como mediadora “pararrayos”, utilizada con frecuencia en otros tiempos y heredada también por Pierina. En este caso – como sugieren las Normas para el discernimiento de presuntos fenómenos sobrenaturales – hay que tener en cuenta que los auténticos frutos del Espíritu Santo «a veces aparecen relacionados con experiencias humanas confusas, expresiones teológicamente imprecisas» (n. 14) o a «elementos puramente humanos» (art. 15, §2).

Por otra parte, tras reconocer la expresión “rosa” sobre todo como manifestación de la belleza única de María, bendita entre las mujeres, la presencia de tres rosas identificadas como “oración – sacrificio – penitencia” podría parecer reductiva si se interpretara como una propuesta válida para todos los fieles. Se debe considerar que, en muchas ocasiones, algunos mensajes espirituales tienen un significado adecuado para la persona que los recibe, pero no pueden necesariamente ser pensado como dirigidos al conjunto de los creyentes. En el caso concreto de la oración, de la penitencia y del sacrificio, se trata de tres acciones de gran valor, que ciertamente nos unen a María en su acción de intercesión por la humanidad y que fueron elementos importantes en la experiencia espiritual de Pierina, que vivió intensamente estos aspectos del Evangelio. Sin embargo, al ofrecer esta propuesta a los demás, debemos evitar presentarla como si fuese el núcleo, el centro o la síntesis del Evangelio, que sólo puede ser la caridad, como nos recuerda el Nuevo Testamento en varios lugares:

«Porque toda la ley se cumple en una sola frase, que es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”» (Gal 5, 14).

«Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte» (1Jn 3, 14).

«En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros» (Jn 13, 35).

Por último, aparecen en los Diari ciertas expresiones, que Pierina no explica: así tenemos “María Redención”; “María de Gracia”; “María Mediatriz” y otras similares. Teniendo en cuenta que tales expresiones a menudo no se interpretan de manera conveniente, hoy que recordar que Jesucristo es nuestro único Redentor, porque sólo su humanidad, unida hipostáticamente a la Persona del Verbo, puede ofrecer al Padre el sacrificio que nos obtiene la salvación: «el sacrificio de la Cruz, ofrecido con amor y obediencia, presenta una satisfacción sobreabundante e infinita por los pecados del género humano» (Pio XII, Haurietis Aquas [15 de mayo de 1956], II]. La Palabra revelada sostiene que «Dios es único, y único también el mediador entre Dios y los hombres: Cristo Jesús que se entregó en rescate por todos» (1Tm 2, 5-6).

Al mismo tiempo, hay que sostener que sólo el Señor puede actuar en el corazón de las personas otorgando la gracia santificante que eleva y transforma, porque la gracia santificante «es el don gratuito que Dios nos hace de su vida infundida por el Espíritu Santo en nuestra alma» (CIC, n. 1999). En esta acción que solo Dios puede hacer en lo profundo sin descuidad nuestra libertad, no hay otra mediación posible, ni siquiera de la Santísima Virgen. Su cooperación debe ser entendida siempre en el sentido de su intercesión materna y en el ámbito de su ayuda, para crear las disposiciones para que podamos abrirnos a la acción de la gracia santificante. El Concilio Vaticano II explicó que, Dios «suscita en las criaturas, una múltiple cooperación que participa de la fuente única», por esta razón «la Iglesia no duda en atribuir a María un tal oficio subordinado» (LG, 62).

Excelencia Reverendísima, si se interpreta a la luz de cuanto se ha expuesto, podemos sostener que le propuesta espiritual que se desprende de las experiencias narradas por Pierina Gilli en relación con María Rosa Mística, no contiene elementos teológicos o morales, contrarios a la doctrina de la Iglesia.

Teniendo en cuenta los demás elementos de juicio propuestos por Vd. en el citado Dossier, tales como los diversos y ricos frutos espirituales y pastorales de esta devoción, creemos que puede llegar serenamente a la conclusión de su discernimiento, según las ya citadas Normas para proceder en el discernimiento de presuntos fenómenos sobrenaturales.

Habiéndole informado de cuanto precede, me sirvo de la presente circunstancia para enviarle mi deferente obsequio y saludo.

Víctor Manuel Card. FERNÁNDEZ
Prefecto

EX AUDIENTIA DIEI 05.07.2024
Franciscus

De vatican.va

Por favor, síguenos y comparte: