Por P. Fernando Pascual

En un mundo donde todo estuviera determinado, no habría espacio para la libertad ni para la responsabilidad.

Una guerra iniciaría porque era necesario que así ocurriera. Un crimen sería inevitable, porque estaría sometido a férreas leyes determinísticas.

En cambio, en un mundo donde hay espacio para lo indeterminado, resulta posible que haya libertad y, por lo tanto, que haya también responsabilidad.

Existen fenómenos que observamos sometidos a leyes inflexibles que no permiten excepciones. Respecto de esos fenómenos todo está determinado.

Pero el mundo humano se caracteriza por una continua indeterminación, que pone en jaque cualquier esfuerzo que hagamos por conocer exactamente qué harán las personas que escriben diariamente nuevas páginas de historia.

Ante el mundo indeterminado podemos sentir inseguridad, angustia, miedo. No tenemos asegurada la fidelidad de ningún amigo, ni la honestidad de ningún funcionario público.

Nosotros mismos reconocemos nuestra indeterminación: no siempre mantenemos la fidelidad a la palabra dada, ni somos capaces de prever qué haremos en los próximos días.

El mundo indeterminado se construye desde las diferentes opciones libres que ponemos en práctica. Por eso somos también responsables de lo que hacemos y de sus consecuencias.

La ética se construye desde esa visión que conjuga indeterminismo y libertad, y que deja un espacio inmenso a la responsabilidad humana.

Hoy tomaremos nuevas decisiones. Algunas, por desgracia, surgirán desde la ignorancia, y nos equivocaremos, o desde el egoísmo, y nos llevarán a cometer pecados.

Otras decisiones, esperamos que muchas, se basarán en un buen conocimiento y en la virtud de la prudencia, y permitirán crecer en lo único que construye un mundo mejor: el amor a Dios y a los hermanos…

 
Imagen de congerdesign en Pixabay


 

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