Por Berenice Pérez Cavazos de Quintanilla
El pasado 25 de julio de 2024 celebramos 56 años de la publicación de la Encíclica Humanae Vitae, escrita por el Papa San Pablo VI, tal vez uno de los Documentos de la Iglesia más importantes de la historia, pero también una de las enseñanzas doctrinales más retadoras para todo ser humano, pues trata la regulación de la natalidad.
La enseñanza esencial se encuentra en el párrafo 14, que dice “hay que excluir absolutamente, como vía lícita para la regulación de los nacimientos: el aborto directamente querido y procurado, la esterilización directa, perpetua o temporal, tanto del hombre como de la mujer, y todo modo de anticoncepción”. De los tres, probablemente, el que nos parece más aborrecible es el aborto, pero ¿qué hay del pensamiento anticonceptivo? ¿De ese cerrarse a la vida a como dé lugar?
Recuerdo que hace años, aún soltera, para mí era totalmente lógico rechazar el aborto, pero no tenía clara la justificación de la anticoncepción. Me preguntaba ¿mi fertilidad es realmente mi enemiga? ¿Los hijos son una especie de accidente o castigo cuando no son planeados?
A pesar de mi formación católica, sentía que era una especie de regalo de Dios el gozar del acto conyugal cuando estás casado, sin la constante consecuencia de un hijo, pero gracias a Dios todo quedó claro con la Humanae Vitae.
Cuando leí que el Matrimonio es una sabia institución del Creador para realizar en la humanidad su designio de amor, y luego que la inteligencia y la voluntad son dos características humanas (y dones de Dios), de las cuales hacemos uso, tanto para conocer nuestros cuerpos y sus ritmos naturales, como para dominarse a sí mismos, respectivamente, TODO HIZO SENTIDO.
Y bueno, no se trata de “aguantarse y distanciarse” para no tener hijos, ni de tener un hijo cada año, sino de encontrar formas distintas de mostrar el afecto, valorando el vínculo amoroso y sobre todo, mantenerse en comunicación con Dios para conocer Su Voluntad con respecto a nuestro matrimonio y familia.
Entendí con la Humanae Vitae que toda relación sexual es unitiva y procreativa, y que entonces cuando queremos eliminar una de estas características, estamos lastimando lo más sagrado de nuestro ser, que es nuestra alma, por ejemplo en las relaciones fuera del matrimonio. O sea, aunque uno crea que sólo entrega el cuerpo, todo está involucrado. Esto nos debe llevar a la lógica de que al considerar los anticonceptivos, estamos abriendo la puerta a la promiscuidad y el adulterio, que tanto daño causa a los corazones y las familias. Y además que al considerar técnicas de reproducción asistida, podemos dañar el vínculo amoroso de los esposos.
Nos damos cuenta que Humanae Vitae no es solamente un documento de moral familiar, sino que tiene una gran riqueza antropológica. O sea, nos guía en la comprensión del ser humano, su naturaleza, su sentido, su valor, su vocación y su trascendencia.
Es comprensible que un documento con tanta riqueza antropológica y moral, tenga una gran oposición, pero no nos dejemos nublar la vista por el maligno, más bien seamos conscientes que los numerosos sacrificios para vivir como Cristo nos llama en esta vida temporal, son escalones para subir al Cielo y vivir la felicidad eterna. Sigamos anhelando este gozo, llevando a cabo, con santa alegría, nuestra tarea cotidiana y manteniendo nuestro amor a Dios y nuestros Matrimonios siempre al nivel Sacramental.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 18 de agosto de 2024 No. 1519