Por José Ignacio Alemany Grau, obispo

Domingo XXI del tiempo ordinario

Reflexión homilética 25 de agosto de 2024

Algunas personas se han molestado con San Pablo por la manera como presenta la relación matrimonial entre el hombre y la mujer.

Lamentablemente mucha gente lee u oye a medias las cosas y, sin más, saca las conclusiones.

Les invito a profundizar en lo que hoy nos enseña San Pablo y también lo que encontramos en el libro de Josué y, sobre todo, en el evangelio de San Juan de este domingo. Encontrarás momentos preciosos de fidelidad.

Josué

Este gran santo del Antiguo Testamento reunió a las tribus de Israel cuando las llevó hasta la tierra prometida y quiso que hicieran un compromiso de gratitud y fe para con Dios:

«Si no os parece bien servir al Señor escoged hoy a quien queréis servir… Yo y mi casa serviremos al Señor».

El pueblo emocionado respondió:

«Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros. El Señor es nuestro Dios; Él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto».

Sabemos que después la debilidad hizo caer al pueblo muchas veces, pero, de todas maneras, este compromiso de fidelidad fue muy importante.

Salmo 33

Como todos estos días que meditamos el capítulo 6 de San Juan, la liturgia nos presenta el salmo con este estribillo maravilloso, que entenderemos perfectamente si lo aplicamos a la Eucaristía:

«Gustad y ved qué bueno es el Señor».

Que nuestra meditación profunda nos lleve a bendecir la misericordia de Jesús en la Eucaristía: «Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca. Mi alma se gloría en el Señor. Que los humildes lo escuchen y se alegren».

San Pablo

El apóstol tiene una magnífica definición de lo que puede ser la felicidad en el matrimonio:

«Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano: las mujeres que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia».

A continuación, San Pablo pide a los maridos: «Amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a sí mismo por ella para consagrarla purificándola con el baño del agua y la palabra».

Finalmente, dirá: «Amar a su mujer es amarse a sí mismo».

Les pido, amigos todos, que tengan la bondad de leer este párrafo si están casados y verán si es hermoso o no el consejo que San Pablo da a los matrimonios cristianos.

Verso aleluyático

Recuerda las palabras que San Pedro dijo en la sinagoga, en el momento difícil, cuando vio que la mayor parte de los seguidores de Cristo lo abandonaron por insistir en la Eucaristía:

«Tus palabras, Señor, son espíritu y vida. Tú tienes palabras de vida eterna»

Evangelio

Recoge las últimas palabras del capítulo 6 de San Juan que venimos meditando. Jesús insiste en que para salvarse hay que comer su cuerpo y beber su sangre. Muchos discípulos, en ese momento, dijeron:

«Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?».

Jesús, que se da cuenta de su actitud, insiste:

«Las palabras que os he dicho son verdad y vida, y con todo, algunos de vosotros no creen».

Después, añadió: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede».

Finalmente, viendo cómo tantos que lo seguían se marcharon criticando, Jesús preguntó a los suyos, que estaban en un rincón de la sinagoga de Cafarnaúm:

«¿También vosotros queréis marcharos?»

Simón Pedro contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios».

Agradezcamos a Dios este precioso domingo que hemos llamado «de la fidelidad» y que resuene en nuestro corazón este breve y precioso salmo:

«Firme es su misericordia con nosotros. Su fidelidad dura por siempre».

Que Dios nos ayude a imitar su fidelidad.

 
Imagen de Enoch111 en Pixabay


 

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