Lectura y prospectiva de las elecciones 2024
Por el equipo del Centro de Investigación Social Avanzada (CISAV)
Después de las pasadas elecciones, México enfrenta una gran cantidad de retos. Para muchos, retos salvables; para otros, insalvables. ¿Vamos hacia el abismo? ¿Podremos recuperar la presencia internacional? ¿Será benéfico el “segundo piso” de la 4T? ¿El 1 de octubre, cuando tome posesión Claudia Sheinbaum, será diferente su gobierno al de AMLO? Presentamos la conclusión de un análisis a fondo que ha hecho el Centro de Investigación Social Avanzada (CISAV) sobre estos temas de interés para todos los mexicanos.
1. Una obediencia cuestionable
El México que viene apunta a ser una continuación y consolidación de lo que tenemos actualmente: El uso de programas sociales con fines políticos y electorales; violencia e inseguridad en las calles y en algunos lugares gobierno de facto del crimen organizado; servidores públicos más sometidos al discurso, a la lealtad, a las disposiciones y a la obediencia del Poder Ejecutivo, que a las leyes, al servicio de la sociedad y sus necesidades, y al conocimiento técnico, administrativo y/o científico que las circunstancias requieren; la aceptación de mentiras que pasan como verdades por decirlas un político apreciado y querido por la población; personas e instituciones que son desprestigiadas desde el púlpito del poder por no estar de acuerdo con éste. Eso decidió la mayoría de los ciudadanos que salieron a votar el pasado 2 de junio.
2. Pluralidad que representa esperanza
Esos electores dieron un triunfo holgado a la coalición oficialista, su expresión fue plural, tanto creyentes como no creyentes distribuyeron su voto para las diversas coaliciones y partidos participantes, no hubo una línea de preferencia política por profesar o no una religión. Esta pluralidad representa un bien y una esperanza, porque el voto plural expresa una sociedad heterogénea, abierta a la escucha de ideas y propuestas, dinámica, que no espera consigna alguna de partido o de grupo de poder. El abstencionismo sigue siendo una amenaza y un obstáculo para una democracia más sana y una ciudadanía más activa.
El proceso electoral en que fueron electas las nuevas autoridades está empañado por la violencia, la intervención gubernamental, el uso de recursos económicos para apoyar campañas fuera de los marcos regulatorios y las tardías resoluciones de las autoridades electorales en materia electoral.
3. Los factores violencia y delincuencia
Además, los triunfos del oficialismo se vieron beneficiados, entre otras razones, por la operación de la delincuencia organizada que generó temores e incertidumbres en actores políticos para que no participaran en la contienda. O para que renunciaran a sus campañas. Ambas, violencia y delincuencia, fueron una especie de censor que autorizó por quién podrían votar los electores, lo que en los hechos se traduce en una limitación de la libertad de votar y ser votado, derecho humano fundamental para una democracia viva y auténtica.
El imaginario colectivo tradujo la elección en una especie de referéndum; los electores votaron por Claudia Sheinbaum viendo el rostro de López Obrador; él fue su razón para votar (con todo lo que significa para sus simpatizantes) y ella fue su cara para elegir. Este proceder también pudo haber sido aplicado para los demás cargos de elección popular. En esa lógica los triunfadores saben y sienten que tienen una deuda con quien ocupa actualmente la presidencia de la República, y seguramente estarán dispuestos a concederle una que otra “sugerencia” que haga cuando sea expresidente.
4. La posibilidad latente del “Maximato”
Lo que lleva a plantear la posibilidad de un maximato en el próximo sexenio. Por los votos obtenidos en la coalición de Morena, tanto los actuales gobernantes como los que entrarán en funciones, los interpretan como una victoria que les autoriza llevar a cabo todas aquellas cosas para tener más poder, aunque vaya en detrimento de la sociedad, de la justicia y de una sana convivencia con la oposición. Lograr la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y quedar muy cerca en la de Senadores es una prioridad que bien vale la pena apretar tuercas aquí y allá para lograrlo.
México se encamina hacia un régimen autoritario, donde los contrapesos se están borrando, con un partido de Estado hegemónico, en el que la oposición real no estará en condiciones de ganarle una elección al oficialismo. Esto es lo que fue aprobado conscientemente o no por la ciudadanía, una ciudadanía que —paradójicamente también— se muestra pasiva, apática y conformista, a la que ya no le incomoda la restricción o pérdida de sus derechos.
El México que viene también se muestra poco promisorio para la educación, la política y la justicia, porque la composición de lo que se ha anunciado será el gabinete presidencial del próximo gobierno está en duda a quien le tendrán lealtad, si a la presidenta entrante o al que sale.
El México que viene no parece ser el de más libertades, justicia, Estado de derecho, transparencia y rendición de cuentas. Pese a lo anterior, en algunos segmentos de la sociedad, hay esperanza por construir una ciudadanía activa que cobre conciencia de los muchos momentos en la historia que ha luchado y defendido sus derechos, sus libertades y su dignidad.
Hay actores como la Iglesia católica, grupos de empresarios, académicos, entre otros, que exponen sus puntos de vista esperando ser escuchados por la sociedad y el Estado con la convicción y la mirada de construir un futuro más promisorio.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 18 de agosto de 2024 No. 1519