Por P. Joaquín Antonio Peñalosa

La escuela es el edificio, las instalaciones, el programa de estudios, el horario y reglamento, el sistema educativo; pero en último término -último, porque es primero-, la escuela es el maestro.

El maestro es, desde luego, el transmisor de la verdad acumulada durante siglos y el comunicador de conocimientos que van revelando a los alumnos, desde el jardín de niños hasta la universidad, lo que antes ignoraban así en las ciencias como en las humanidades. Pero si el maestro se reduce a simple instructor que trata de enriquecer la mente de los alumnos con nuevos o con más profundos conocimientos, como si el alumno fuera computadora que precisa alimentar con más y más datos, el maestro estaría traicionando la grandeza y la responsabilidad de su misión. Porque no es tanto un iluminador de cerebros, cuanto un forjador de hombres. Y, por otra parte, de poco sirve al alumno ser un recipiente de datos, si no es, a la vez, un receptor de valores. El triunfo de una vida no depende de lo que sabe, sino de lo que vale.

Transmitir a los alumnos la clasificación de las aves, el origen de los bancos de coral o la historia de la Guerra de los Pasteles, es información que cualquier enciclopedia puede brindar. Pero transmitir valores que conforman la vida de niños y jóvenes, he aquí la esencia de la educación y el papel fundamentalísimo del maestro. ¿Qué tipo de hombre busca?

De esta respuesta depende no solo el éxito del alumno que hoy se prepara en la escuela, sino además el éxito de la sociedad, en que la escuela está inserta y de donde provienen sus líderes más numerosos.

¿Qué tipo de hombre busca el maestro? Un hombre preocupado más por ser y por saber que por tener; que rechace la apropiación de dinero como finalidad de la profesión y como afán de su vida a cambio de crear riqueza para todos y compartir lo que se tiene con los que no tienen. Un tipo de hombre que entienda la autoridad como servicio al pueblo, no como dominio y manipulación. Un tipo de hombre que supedite al éxito individual, el bienestar comunitario, como protagonista de la justicia y de la libertad.

¿Qué tipo de hombre busca formar el maestro? Un profesional con sentido constructivo, libre, creador, solidario, con espíritu de trabajo y de servicio; educado para el respeto, el diálogo y la convivencia en una sociedad pluralista; con espíritu crítico para que pueda discernir lo bueno y lo rechazable, la verdad y la falacia, el progreso cierto del progreso aparente que es retroceso.

Toca al maestro brindar al alumno una formación integral e integrada para que este se encuentre capacitado en llevar a término, a lo largo de su vida, todas sus potencias y capacidades. Si anhelamos una sociedad justa, libre, democrática y solidaria, no basta fabricar en serie sabios de escritorio y archivero, sino configurar hombres que, sin mengua de sus conocimientos, pongan en juego los más altos valores del espíritu. Sigue siendo válida la rotunda afirmación de Platón, que en la vida no triunfa tanto la verdad cuanto el bien.

Artículo publicado en El Sol de México, 16 de mayo de 1991; El Sol de San Luis, 18 de mayo de 1991.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 18 de agosto de 2024 No. 1519

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