Por P. Fernando Pascual
La infancia deja huellas más o menos profundas, algunas que duran casi toda la vida porque las recordamos con mayor intensidad.
En el mundo antiguo, tanto Platón como Aristóteles, entre otros, subrayaron este hecho, para luego ofrecer ideas educativas que ayudarían a evitar malas experiencias y a promover buenos recuerdos.
Un texto de Platón sobre este tema resulta sorprendentemente actual: “El niño, en efecto, no es capaz de discernir lo que es alegórico de lo que no lo es, y las impresiones que a esa edad recibe suelen ser las más difíciles de borrar y las que menos pueden ser cambiadas” (República 378de).
El texto se refiere a los relatos y mitos que escuchan niños y jóvenes, pero puede valer a cualquier experiencia: un buen paseo, una herida al tropezar por la calle, un insulto de un familiar, una alabanza de los abuelos, una lectura.
Todo queda, de algún modo, grabado en la mente y el corazón del niño, hasta el punto de que algunos recuerdos e impresiones marcan profundamente el desarrollo de la propia personalidad.
Por eso, los padres y educadores necesitan recordar el mucho bien que pueden hacer en los niños si actúan desde ideas sanas y con métodos adecuados.
Para Platón y Aristóteles, era clave prestar atención al tipo de relatos que se ofrecía a los niños, porque influyen fuertemente en sus imaginaciones y sentimientos. Ello tiene una importancia sorprendente en nuestro mundo lleno de imágenes virtuales, que pueden generar miedos, obsesiones, o simples errores intelectuales, en los niños (y, no podemos negarlo, también en los adultos).
Platón propuso, en la misma República, elaborar y ofrecer nuevos mitos, orientados a presentar con belleza la virtud y a alejar a los educandos de vicios y engaños que generan desorden interior y falta de disciplina.
Estas son sus palabras: “Por ese motivo, tal vez, debe ponerse el máximo cuidado en los primeros relatos que los niños oyen, de modo que escuchen los mitos más bellos que se hayan compuesto en vista a la excelencia (virtud)” (República 379e).
El inmenso panorama de novelas, películas, videos cortos y materiales varios que tenemos a disposición, no respeta los consejos de los antiguos sobre este punto.
Por eso, resulta necesario evaluar qué ven y qué leen los niños, en orden a evitar cualquier imágenes o relatos que generen odios, miedos, desenfreno, avaricia y otros vicios, para luego promover aquellos que enseñen lo hermoso que es vivir con una sana disciplina y una actitud orientada hacia la justicia para con los demás.
Imagen de Dayron Villaverde en Pixabay