Por Macky Arenas / Caracas

CRÓNICA EXCLUSIVA PARA EL OBSERVADOR

En estos días, Venezuela está en todos los titulares, en todas las bocas, en todos los corazones. Lo primero que debemos decir es que agradecemos, desde el alma nacional, las muestras de solidaridad recibidas de todas partes.

Muestras sinceras, solidarias y adoloridas por la profunda conmoción que ha producido, más allá de nuestras fronteras, la brutal represión y el desfachatado arrebatón con que el régimen ha despojado a los venezolanos de sus más sagrados derechos. Sepan que no nos resignamos ni conformamos.

Porque en este país hay un espíritu libertario que se agita y no se calma. Aunque decaiga, siempre se levanta y vuelve a la pelea. Así ha sido y así seguirá siendo. Porque lo tenemos en el ADN, es heredado y lo saben quienes pretenden sojuzgarnos.

UN EPISODIO NO POR CONOCIDO JUSTIFICABLE

En Venezuela, como en América Latina, los fraudes electorales son episodios conocidos. La diferencia es la manera como se concretan y los objetivos con que se los consuma. Obvio que la intención es siempre mantenerse en el poder por un rato más y que median las violaciones a leyes y reglas. Pero eso suele recubrirse de un cierto esfuerzo por mantener las formas con una dosis de pudor que solape el delito. En el caso de Venezuela no. Aquí se saltaron todas las vallas de moral política. Nunca se ha visto una derrota tan evidente y un zarpazo a la voluntad de los electores tan descarado.

Además, lo dicen. Cabello, el jefe del partido de gobierno, se ha cansado de repetir, con ocasión y sin ella, que nunca entregarán el poder a más nadie. Y a confesión de partes, relevo de pruebas. No necesitaron artimañas, simplemente, se adjudicaron una votación que no han podido soportar con el único instrumento válido para ellos: las actas de las mesas electorales.

El objetivo no es apostar por una maniobra que los mantenga un rato más en el poder. El objetivo es no irse nunca y continuar indefinidamente el régimen de terror que ha sumido a Venezuela en el más oscuro pozo de destrucción y perenne incertidumbre que ha hecho huir a una cuarta parte de la población.

REPRESIÓN E INSURGENCIA POPULAR

Tan claro resulta lo que ha sucedido que el régimen ha tenido que desplegar sus baterías represivas para contener la ira popular. Y tan claro resulta que los países, que comenzaron por exigir las pruebas, ahora ya, uno por uno van optando por reconocer el triunfo del candidato opositor, Edmundo González Urrutia. Pero para quienes hemos seguido en el país estás décadas autoritarias, sabíamos que no aceptarían la derrota, no entregarían y, sobre todo, que luego del día 28J entraríamos en la fase más peligrosa y enrevesada. Y en esa estamos.

El país atraviesa por uno de los momentos más complicados de su historia reciente. La actividad económica y comercial se ha frenado; la calma es tan tensa que se proyecta en calles vacías y decisiones diferidas; cientos de presos tan sólo por protestar —y de manera pacífica pues la violencia, como ocurrió en los comienzos de la Cuba fidelista, la pone la policía para justificar la represión que sofoque las quejas—; aparte de un régimen atrincherado y señalado desde cada punto cardinal.

Y es que si hay alguna “sublevación” popular se ha reflejado en el derribo de las estatuas de Hugo Chávez figura que, aunque desaparecida, se erige como recordatorio del barro “revolucionario” que trajo estos lodazales. Contra ellas se ha descargado el cobro que aún no se ha podido honrar por concepto de los votos.

OPOSICIÓN TRANSVERSAL

Pero lo más grave y absolutamente definitorio de esta coyuntura es la transversalidad del sentimiento y la determinación opositora. No hay que formar parte de un Estado policial, que vigila y registra, para entender el cambio que estas votaciones y los hechos de calle que las siguieron han revelado se ha producido en el país.

Venezuela es hoy un fuerte grito opositor que resuena desde las barriadas hasta las urbanizaciones. Es un sentimiento que une al país por sus cuatro costados e ignora preferencias políticas o diferencias ideológicas. Esto no es más que un inmenso campo donde combate un pueblo hastiado contra un régimen que se sostiene por el terrorismo de Estado.

No tiene pueblo, que ya es bastante serio para una camarilla que sólo cuenta con fuerza policial. Pero también el respaldo internacional se le reduce dramáticamente y las fuerzas armadas, esas que no salen a reprimir y permanecen dentro de sus cuarteles, es una caja negra. Nadie sabe qué pasa ciertamente allí pero el gobierno da señales de saberlo y aún temerlo. Esa unidad anímica y política que parece estar amalgamando a las familias de civiles y militares, es uno de los nubarrones que gravitan sobre la realidad nacional.

HASTA LA ESTATUA DE HUGO CHÁVEZ YA CAYÓ

El articulista Carlos Granés resumió así el asunto: “Aunque está en el gobierno, el chavismo ya murió. Ese gran propósito de Maduro que fue adoctrinar a la sociedad para que bajo la efigie de Chávez caminara hacia el socialismo fracasó por completo. Ya no hay mística ni fervor en el oficialismo, y ni siquiera las efigies de Chávez siguen en pie. Esos sentimientos están ahora en la oposición. Los venezolanos ya no están divididos y saben a lo que se enfrentan, conocen al verdugo”.

Eso faltaba. Una dirigencia opositora que reconociera sus errores, su conducta errática, y enfilara hacia la unidad. Que entendiera, de una vez por todas, la verdadera naturaleza del régimen al cual se enfrentaba. Y el pueblo lo ha comprendido mejor, sin duda alguna. Por eso salieron a la calle y, aunque volvieron a sus casas, el rechazo irrevocable por el régimen que los oprime no volvió con ellos. Sigue en la calle. La oposición sigue repitiendo: “sabemos lo que tenemos que hacer y lo estamos haciendo”.

Por otro lado, a estos sucesos en la calle, donde el performance represor del gobierno se mostró en toda su crueldad, han seguido otras manifestaciones de desobediencia opositora. La gente volvió a salir a la calle al llamado del liderazgo, apenas horas después. En los sectores populares, los más controlados por la fuerza bruta, la indignación reprimida no augura estabilidad, ni gobernabilidad. Y menos paz. Tan notoria es la situación, que un equipo de corresponsales internacionales tituló su reporte sobre los acontecimientos en Venezuela: “La revolución de los pobres contra el chavismo”.

Los aliados naturales del chavismo parecen dar media vuelta. No quieren retratarse en grupo con Maduro y lo que hoy representa su régimen. El sonrojo de lo que ha hecho con la reputación de las izquierdas en este continente los tiene a un paso de sumarse a los detractores en toda regla. Pero es que calcularon mal. Lula puede ser un político de ideas y propósitos, aunque no se compartan, pero no quienes mandan en Venezuela. Aquí no hay ideología sino un manejo obsceno de los mecanismos de poder para dominar y depredar.

SE ACABARON LAS DIVISIONES QUE QUISO EL CHAVISMO

No la tenemos fácil, es verdad. Pero se ha producido un quiebre innegable en el país que perjudica a Maduro y beneficia a la nación que se le opone. En los días que hemos vivido, donde no se sabe qué va a pasar, si hay una certeza: Maduro perdió de manera sobrecogedora. Nunca habíamos visto nada igual. Y nunca la oposición había tenido mayor constancia de ello.

La otra certeza: ya ni la fuerza sostiene este armatoste en que se ha convertido lo que antes fue la pasión chavista que también traspasó, en su cuarto de hora de gloria, las gruesas paredes que separaban clases y sectores en Venezuela. Tan sólida como fue aquella ilusión, que a veces unta a las masas como betún por el caudillo en uniforme militar, tan mesiánico e iluminado como engañoso y vulnerable, se presenta hoy no como ilusión, sino como agónico anhelo de un cambio radical que sacuda el despotismo y enrumbe definitivamente a este rico y noble país por derroteros de progreso y dignidad. La peor pesadilla del chavismo siempre ha sido que el país que quiso dividir revirtiera esa tendencia. Y es lo que ha pasado.

Todas las fuerzas vivas del país se han pronunciado pidiendo verdad, como bien coreó ayer el Papa Francisco después del Ángelus. Una verdad que no reconoce el régimen pero que les cubre como un nubarrón que presagia tormenta. Tan riesgosa están viendo la situación que Nicolás Maduro instruyó a su alto mando militar a que le aconsejen para regular el contenido en redes sociales como Tik Tok e Instagram, canales que ha usado la disidencia política para comunicarse ante la férrea censura a la libertad de expresión en los medios tradicionales. Los considera “multiplicadores del odio y del fascismo”.

Y LA REPRESIÓN BRUTAL CRECE

Eso, mientras crece el número de arrestos con las horas. Ya el Foro Penal contabiliza, para el momento en que redactamos este informe, 988 detenidos y 11 muertos en protestas. Hace horas retuvieron en el aeropuerto de Maiquetía a una trabajadora humanitaria, la segunda en 48 horas. Familiares y amigos desconocen su paradero, por lo que exigen su liberación inmediata, ya que creen que está en manos de organismos de seguridad del Estado.

Ayuda el que medios, organizaciones, partidos y asociaciones denuncien internacionalmente, sin decaer, el tema venezolano. Que lo sigan, opinen y mantengan vivo. Ayuda el que los ciudadanos pidan a sus gobiernos mayor contundencia hacia un régimen que ha mostrado su cara más fea. Ayuda el que los organismos internacionales se tomen en serio su papel promotor y defensor de la democracia y pasen del micrófono a la acción conjunta y contundente. A cualquiera le puede tocar y ya es hora de sentar criterios y unificar movimientos.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 11 de agosto de 2024 No. 1518

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