Por José Ignacio Alemany Grau, obispo

Reflexión homilética 4 de agosto de 2024

El pueblo se quejaba pidiendo cuentas a Moisés y al mismo Dios.

Querían pan y carne en el desierto.

Una mañana apareció el maná, un polvo desconocido y preguntaban:

«¿Qué es esto?».

Fue el famoso «maná», símbolo de la Eucaristía, de la que la liturgia nos va a hablar cinco domingos seguidos que comentaremos en el capítulo 6 de San Juan.

Éxodo

No era fácil para todo un pueblo que sale de un país donde estaba oprimido, pero no les faltaba el pan y la carne abundante.

Pasados los primeros momentos de felicidad por la libertad recuperada, se cansan de todo y protestan.

El desierto les cansa y falta todo.

Dios los contenta: al atardecer, bandadas de codornices pasaron por encima del campamento para migrar y los israelitas cazaron abundantemente.

Por la mañana, apareció el maná que durante mucho tiempo alimentó al pueblo de Dios mientras «peregrinaban por el desierto».

Salmo 77

Recuerda el tiempo especial cuando Dios alimentó a Israel:

«Dio orden a las altas nubes, abrió las compuertas del cielo: hizo llover sobre ellos maná y les dio trigo celeste…

Y el hombre comió pan de ángeles, les mandó provisiones hasta la hartura. Los hizo entrar por las santas fronteras, hasta el monte que su diestra había adquirido».

San Pablo

Nos invita a una nueva forma de vida después de haber conocido a Cristo:

«Abandonar el anterior modo de vivir, el hombre viejo corrompido por deseos seductores, y renovaros en la mente y en el espíritu y a vestiros de la nueva condición humana creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas».

Verso aleluyático

Necesitamos pan y lo pedimos a Dios cada día, pero no nos basta; hay otro alimento que es la Eucaristía que nos ofrece Jesús y además la Palabra de Dios que alimenta el espíritu y transforma la persona:

«No solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios».

Evangelio

«Yo soy el pan de vida».

Asistimos a una discusión entre la gente que sigue a Jesús por el milagro del pan y Jesucristo mismo.

Jesús les pide que hagan las obras de Dios, es decir, que acepten al que el Padre ha enviado.

Pero cuando hablan del maná, Jesús aclara que no fue Moisés el que dio ese pan del cielo, como repetían los israelitas, sino que fue cosa del Padre de nuestro Señor Jesucristo.

Esta parte del capítulo 6 de San Juan termina con la gran definición que Jesús hace de sí mismo y que es una gozada para nosotros:

«Yo soy el pan de vida.

El que viene a mí no pasará hambre y el que cree en mí nunca pasará sed».

Vayamos renovando la fe en la Eucaristía que meditaremos en este precioso capítulo.

Aumentemos la fe en el gran sacramento y, en oración, pidamos a Dios amor, respeto y hambre del Dios sacramentado.

 
Imagen de Robert Cheaib en Pixabay


 

Por favor, síguenos y comparte: