Por P. Eduardo Hayen Cuarón

Por motivos de traslado del cadáver desde Roma, donde murió el cardenal Gregorio Pedro XV Agagianian en 1971, hasta Beirut, su tierra natal donde reposará para siempre, fue abierta la tumba del prelado. La sorpresa fue que el cuerpo del cardenal, después de 53 años, parecía que estaba tomando una siesta y que no estaba muerto; se había conservado incorrupto, íntegro.

Aunque la incorruptibilidad del cadáver no agregará nada la causa de beatificación del cardenal Agagianian, iniciada en 2022, no deja de ser un signo poderoso para creyentes y no creyentes sobre la clase de hombres que necesita el mundo. ¿Vivieron una vida especial aquellos cuyos cuerpos se conservan incorruptos? Muchos sí y hoy son santos. Agagianian fue un misionero animado por la caridad de Cristo, hombre dispuesto a sacrificarlo todo por el bien de las almas, incluso su propia vida. Fue un pastor que reflejó la mansedumbre del Señor, un ejemplo de integridad, espiritualidad y caridad heroica. Su vida fue un modelo para restaurar al cristiano, a la Iglesia y al mundo.

En el ambiente materialista y hedonista en que vivimos, hay una brecha cada vez más grande que nos impide encontrar a los verdaderos hombres, que son los santos. El hombre de la Edad Media sabía frecuentar las vidas de los santos y descubrir en ellas las cumbres vigorizantes para la salud del alma. Por el contrario, el hombre de hoy, perdido en el mundo del ocio y del entretenimiento, a duras penas puede tener acceso a esas vidas virtuosas que inspiran a transitar por los caminos que llevan a Dios. Y cuando se asoma a esas existencias, llenas de heroísmo y sacrificio, se espanta porque le parecen demasiado altas.

Publicado en https://blogdelpadrehayen.blogspot.com

 


 

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