Por Jaime Septién
Las maniobras del oficialismo para retroceder el reloj de la democracia a la peor versión del PRI nos han dejado sin aliento. Partidos políticos satélites “prestándole” diputados a Morena para que manipule a su antojo los cambios de la Constitución en menos de un mes; senadores del PRD aceptando los cañonazos para renunciar a lo que habían dicho en público (previo a las elecciones) que no iban a renunciar jamás… ¿En qué país estamos viviendo? Qué bajeza moral, cívica, ciudadana la de estas señoras y de estos señores que no respetan el voto ni la voluntad de los mexicanos.
Estamos en un momento delicado del país. Los políticos han vuelto a apoderarse de su destino. Por ello digo que la República se echó a perder una vez más. Porque República viene de res-publica, es decir, la cosa-pública. No la cosa privada, de unos cuantos. Sometan su voluntad a la de la monarquía
El espíritu republicano se define como el de un gobierno de personas elegidas por los ciudadanos, en un marco de leyes iguales para todos (especialmente obligados a cumplirlas los que forman parte del gobierno), basado en la separación de poderes. Diré más: representantes populares que deben su puesto temporal a los ciudadanos que los eligieron, no como monarcas para que impongan su voluntad (o sometan su voluntad de la monarquía), sino como valedores del bien común, del bien de todos.
Lo que hemos visto estos días es que el famoso bien de todos queda resumido a la voluntad de uno. Y quedará en octubre a la voluntad de una. Se ha dicho hasta el cansancio, y los mexicanos lo hemos sufrido en carne propia, que el poder absoluto vuelve loco al más pintado. Loco de remate. Un ídolo. Un tlatoani. Nadie puede estar a su sombra. Qué pena. La verdad, qué pena.
Pero es lo que nos merecemos por ser tan confianzudos y esperar todo del poderoso.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 8 de septiembre de 2024 No. 1522