Por Juan Diego Camarillo

La labor de la Madre Teresa entre los más pobres del mundo atrajo innumerables bendiciones y elogios a nivel global, aunque también generó algunas críticas. Se le cuestionaba su cercanía y ayuda a personas de diversas creencias y se señalaba que su obra no siempre conducía a conversiones a la fe católica, especialmente entre aquellos que no creían en Dios o profesaban otras creencias. Frente a estos reproches, Santa Teresa solía responder con una reflexión profunda sobre el verdadero sentido de la conversión y los límites de su misión en el acompañamiento al prójimo:

“Nadie puede convertirte excepto Dios. Aunque yo quisiera, no puedo hacer que pidas perdón a Dios. Mucho menos puedo hacer que alguien sea católico o protestante. Nadie puede cambiar tu religión a menos que tú lo quieras y que Dios te conceda la gracia. Es algo entre tú y Dios. Nadie puede forzarte…. La conversión no es solo cambiar de fe. La conversión es cambiar el corazón, y allí es donde actúa la gracia de Dios.”

Sin embargo, el lápiz de vida de Teresa trazó líneas más allá de lo que su voluntad hubiera podido concebir. Su testimonio de amor y entrega a los pobres atrajo a hombres y mujeres de diversas religiones y a muchos -con su testimonio- les ofreció el don de la conversión, no solo hacia Dios, sino también hacia la fe católica.

Fray Juan David, fraile de los Franciscanos de la Renovación en Nueva York, es un claro testimonio de conversión a la fe católica por el testimonio de Madre Teresa. Nacido en Estados Unidos y criado en una familia protestante evangélica, su vida dio un giro en momentos clave durante su juventud. El primero de ellos fue al asistir a un comedor comunitario para los pobres, donde comprendió que el otro, aquel marginado por la sociedad, no era un ser despreciable, sino un hermano con una historia digna de ser escuchada.

Tiempo después, fue cautivado por la vida de la Madre Teresa, en especial por la obra de caridad que surgía de las casas que ella había fundado. Decidió entonces viajar al lugar de origen, la casa madre donde reposan los restos de la Madre Teresa, para ofrecer su servicio como voluntario entre los pobres. Sin saberlo, ese joven evangélico estaba a punto de iniciar su camino hacia la conversión a la fe católica. Así lo recuerda:

“Para mí un momento de conversión fuerte fue mi experiencia en Calcuta como voluntario. Fui evangélico, tenía relación con Dios, intentaba servirlo con mi vida, deseaba entregarme completamente, pero no quería ser un pastor de una iglesia evangélica, entonces no sabía cómo hacerlo. Escuché de Madre Teresa, quien ya había fallecido, pero quería saber cómo hacían ellas para entregarse completamente a Dios y al servicio de los pobres. Fui ahí y su vida era como ver el Evangelio ante mis ojos: personas que habían dicho «sí» al Señor cuando Él las invitó a vender todo, entregarlo a los pobres y seguirlo, y lo habían hecho. Yo no conocía a nadie que lo hubiera hecho de verdad. Esto para mí fue algo que me hacía arder el corazón.

Una noche fui al convento de ellas, la casa madre. Su capilla está en el segundo nivel, sobre la tumba de Madre Teresa, y ahí, en la capilla, estuve por primera vez en adoración eucarística. No siendo católico, no sabía qué pasaba. Vi un custodia, pero no sabía qué era. Pensaba que las hermanas estaban postrándose ante un sol de oro, pero alguien me explicó que creemos que eso es Jesús, que no es un pedazo de pan, sino el cuerpo del Señor Jesús. Yo pensaba: si es cierto, debo postrarme también, y si no, debo irme porque sería idolatría. Me encontré en esta dificultad de qué hacer, no sabía cuál era la verdad. Entonces, empecé a rogar a Dios para que me iluminara, y oraba y oraba.

Fui muchas veces a la adoración, preguntando a Dios si realmente era Él. Una noche tuve una experiencia increíble: estaba ahí y había una estatua de la Virgen María con sus manos extendidas hacia el altar, donde estaba la hostia. De repente, tuve la experiencia de los sirvientes en las bodas de Caná. Escuché a María diciéndome como sirviente, señalando con sus manos hacia la hostia: «Hagan lo que Él les diga». Fue como un rayo a mi corazón porque, uno, María me habló, y dos, me habló directamente de las Escrituras, algo en lo que yo confiaba plenamente. También me dijo que haga lo que su Hijo dijera, y señaló a la hostia. Dios me regaló fe en ese momento, volví a los Estados Unidos, entré en la Iglesia Católica y busqué una comunidad de vida religiosa porque me di cuenta de que lo que siempre anhelaba en mi corazón era entregarme completamente a Él, seguir el Evangelio con toda sinceridad, estar cerca de los pobres, vivir en comunidad… todo lo que es la vida religiosa. Entonces, supe que esa era mi vocación y empecé a buscar una comunidad para entrar.”

Sin duda, vivir el cristianismo al estilo de Jesús es la respuesta frente a la creciente falta de fe en un mundo quebrantado y cada vez más alejado de Dios. Madre Teresa optó por entregar su vida a la pobreza, encontrando el rostro de Cristo en aquellos que la sociedad consideraba sin valor. Su testimonio tocó los corazones de quienes no compartían su fe ni su forma de pensar. Por eso, pidámosle que interceda por nosotros, para que en nuestras familias y comunidades parroquiales seamos ejemplos de amor y tolerancia hacia quienes piensan diferente. Quizá, con el lápiz de nuestra propia vida, estemos escribiendo renglones de fe que guíen a las ovejas perdidas de regreso al redil de Dios en nuestra amada fe católica.

 

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