Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
Emma Godoy (1918-1989), -originaria de Guanajuato, en el planteamiento de su ética lo dilucida a partir de la belleza, de la verdad y del bien, pues el ser humano, a diferencia del animal, tiene capacidades para la ciencia, el arte y la misma moralidad, en la práctica del bien.
Los animales reaccionan de modo instintivo en las diversas situaciones en las cuales se encuentran; no así el ser humano que es un ser libre y tiene que estructurar su existencia. Emma cita una anécdota o cuento del escritor italiano Giovanni Papini sobre la conversación que tuvo con un pescador: “- ¿Qué haces buen hombre? -le preguntó. -Echo las redes. – ¿Para qué? -Para pescar. – ¿Para qué quieres pescar? -Para vender pescado. – ¿Para qué quieres venderlo? -Para obtener algunas monedas. – ¿Y para qué quieres el dinero? -Para comer. -¿Para qué quieres comer?-¡Para vivir señor, para vivir!- ¿Pero para qué quieres vivir…?- El pescador se quedó perplejo, y enmudeció.-¿Para qué quieres vivir? Insistió el filósofo. El pescador caviló unos momentos y al fin respondió: -Para pescar”.
Son quizá muchos los que ignoran los fines trascendentes y la razón suprema de su existencia, más allá de la rutina diaria.
En esta misma línea, Albert Camus (1913-1960) en el ‘mito de Sísifo’,-condenado por los dioses griegos a subir una roca a la cumbre de una montaña y el ver cómo cae una y otra vez, así eternamente, – Camus lo aplica a la supuesta vida absurda del ser humano que tiene que vivir sus luchas diarias y repetitivas, vida monótona, sin brújula, sin interioridad. Se silencia el corazón humano con superficialidades, como el sordomudo del Evangelio (cf Mc 7, 31-37), sordomudo, aislado y cerrado a la comunicación.
Hoy se vive acompañados, pero aislados; se utilizan grandes y maravillosos medios de comunicación, pero pueden provocar la situación de vecinos distantes, carentes de encuentros cordiales y sinceros. Cerrados de mente y de corazón a Dios y a los demás.
Es Jesús quien nos sana de la cerrazón del corazón con el milagro del ¡Effetá! ¡Ábrete! Nos libera del egoísmo y nos muestra el camino de la comunión, lejos del aislamiento y la soledad.
A veces se vive atascado en problemas irreales o a imaginaciones recurrentes de un pasado doloroso y se opta por el camino del caracol que se encierra en sí mismo.
Jesús quien hace oír a los sordos y da el habla a los mudos, sana el corazón para que exista la apertura al tú divino y tú humano, a la verdad, a la bondad, a la belleza, al amor.
¡Effetá!,- ábrete, es milagro de gracia para toda la humanidad, milagro de la apertura del corazón para el diálogo y la comunicación divino-humana, cálida, interpersonal y solidaria.
Imagen de Sebbi Strauch en Pixabay