Por José Ignacio Alemany Grau, obispo

Domingo XXIII del tiempo ordinario

Reflexión homilética 8 de septiembre de 2024

No podemos comprender el gozo de Jesús cuando en plena agonía en la cruz, y de cara al Padre Dios, en el momento trascendental de su paso a la eternidad, pudo decir:

«Todo está cumplido».

También en vida lo dijo de Él el pueblo sencillo.

Vivamos de modo que podamos repetir lo mismo nosotros.

Isaías

Sabemos que sus profecías se llaman el «quinto evangelio» por la exactitud de lo que predijo.

Precisamente, el párrafo de hoy podemos aplicarlo a los tiempos y milagros de Jesús.

Isaías anima a todos a no ser cobardes de corazón:

«Sed fuertes y no temáis».

A continuación, va describiendo las maravillas que sucederán con este siervo de Yavé y que veremos que las cumple exactamente Jesús:

«Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará».

Todo esto es comparado por el profeta con un desierto reseco convertido en un manantial.

Salmo 145

El salmista nos invita a alabar a Dios.

Ten presente que entre las obligaciones más importantes que tenemos para con el Creador están la alabanza, la adoración, la acción de gracias…

Hoy alabamos a Dios porque mantiene su fidelidad perpetuamente.

Porque da pan a los hambrientos y liberta a los cautivos.

Las maravillas de Dios con los hombres las vemos ahora realizadas por el mismo Dios en Cristo Jesús.

Santiago

Nos previene para que no caigamos en la tentación de vivir la religión marcando diferencias, según las riquezas de cada uno. Nos presenta un ejemplo:

«Veis un hombre bien vestido y decís: “por favor siéntate aquí en el puesto reservado”. Al pobre, en cambio, le decís:

“Estate ahí de pie o siéntate en el suelo”».

Nos advierte el apóstol que pensemos que Dios «ha elegido a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino que prometió a los que lo aman».

Verso aleluyático

Alabamos a Dios por los dos medios que empleamos a la hora de evangelizar: los milagros que atraían a los pobres, enfermos, posesos, y el anuncio del reino para todos:

«Jesús proclamaba el evangelio del reino curando las dolencias del pueblo».

Evangelio

Nos encontramos con un milagro contado por San Marcos con unos detalles que, sin duda, le debió contar San Pedro, que, al tener mucha imaginación, se fijaba en ellos.

Jesús hace uno de los milagros que profetizó Isaías.

Sanó a un sordo que apenas podía hablar. Lo hace de esta manera:

  • Lo aparta de la gente,
  • le mete los dedos en los oídos,
  • con la saliva le toca la lengua,
  • y dice: «¡Effetá!, esto es, “Ábrete”».

«Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad».

Admiramos la reacción de la gente sencilla que comentaba:

«Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

Procuremos hacer el bien, lo mejor que podamos, para imitar en algo a nuestro Señor Jesús.

 
Imagen de Fathromi Ramdlon en Pixabay


 

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