Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
El Santo Padre Francisco, nos ha sorprendido gratamente con esta su cuarta encíclica ‘Dilexit nos’, -Nos amó (Rm 8, 37), sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo (24 de octubre del 2024, duodécimo de su pontificado), en este tiempo y en nuestro mundo en el cual parece que se menosprecia y minusvalora el ‘corazón’ como centro de la persona, cuando se vive en situaciones consumistas insaciables y esclavizados al mercado, ‘necesitamos recuperar la importancia del corazón’.
El texto contiene 220 apartados y una conclusión, además de las 227 notas. A parte de sus citas bíblicas, de Padres de la Iglesia, de santos y santas, de las citas de Papas, y otros documentos de la Iglesia, cita a literatos y a filósofos contemporáneos como Heidegger y Byun Chul Han.
En este espacio no he podido declarar todo lo relativo a la Encíclica. Es digna de estudio, su análisis y su profundización. Hemos de ser resonancia viva de este documento del Papa, que es un latido intenso y prolongado de su devoción, – cuyo sentido etimológico es entrega, al Corazón de Cristo, que expresa su amor humano y divino.
Hace referencias de clásicos griegos, bíblicas, de grandes santos que tuvieron una experiencia de algún matiz de la rica espiritualidad del Corazón de Cristo, además del magisterio de los papas que lo precedieron como Pío XII de su maravillosa encíclica con sólidos fundamentos bíblicos, – ‘Aurietis Aquas’, y de la acentuación que haría san Juan Pablo II, con su vivencia del Señor de la Misericordia.
Desde la antigüedad clásica se considera al corazón como ‘un centro unificador’ de modo que todo lo que vive la persona constituye el trasfondo de sentido y de orientación.
El corazón es el lugar de la sinceridad, se conocen las verdaderas intenciones, se sabe lo que uno piensa, cree y quiere.
Hay preguntas que nos llevan al corazón: quién soy, qué busco, qué sentido quiero que tenga mi vida, por qué y para qué estoy en este mundo, quién soy frente a Dios.
Recalca, ‘En este mundo líquido, -recordemos al sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman quien analiza a la sociedad líquida-, es necesario hablar nuevamente del corazón. Pero nos movemos en sociedades de consumidores seriales que viven al día y dominados por los ritmos y ruidos de la tecnología sin mucha paciencia para hacer los proceso que la interioridad requiere’.
En nuestro mundo digital marcado por el algoritmo, los pensamientos y la voluntad humana son más estándar de lo que parece, ‘son fácilmente predecibles y manipulables. No así el corazón, pues el corazón hace posibles vínculos auténticos.
Otro corazón nos ayuda a ser un ‘tú’. Solo el corazón puede acoger y dar un hogar. ’Que la voluntad desee el bien mayor que el corazón conoce, y que también la imaginación y los sentimientos se dejen moderar por el latido del corazón.
Afirma el Papa que ‘en último término, yo soy mi corazón, porque es lo que me distingue, me configura en mi identidad espiritual y me pone en comunión con las demás personas’.
El corazón nos lleva al centro íntimo de nuestra persona, también nos permite reconocernos en nuestra integridad y no solo en algún aspecto aislado.
‘En tiempo de la inteligencia artificial no podemos olvidar que para salvar lo humano hacen falta la poesía y el amor’.
El corazón viene a ser el núcleo de cada ser humano, su centro más íntimo, de toda la persona humana.
Ante tantas nuevas guerras por la indiferencia, las luchas de poder o interese parciales, se puede pensar que ‘la sociedad mundial está perdiendo el corazón’.
Cita al beato Henry Newman quien tenía como lema ‘Cor ad cor loquitur,’ -el Corazón habla al corazón, más allá de toda dialéctica el Señor nos salva hablando a nuestro corazón desde su Corazón sagrado’…’Por eso Newman encontraba en la Eucaristía el corazón de Jesucristo vivo, capaz de liberar, de dar sentido a cada momento y de derramar la verdadera paz al ser humano’.
‘El Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro. En él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz y de construir en este mundo el Reino de amor y de justicia. Nuestro corazón unido al de Cristo es capaz de este milagro social.’
El Corazón de Cristo es el principio unificador de la realidad, porque es el corazón del mundo; su Pascua de muerte y resurrección es el centro de la historia, historia de la salvación.
Los gestos de Cristo reflejan su corazón. Se hizo cercano, vive entre nosotros. Constantemente está abierto al encuentro. Cristo muestra que Dios es proximidad, compasión, ternura. El conoce la bella ciencia de las caricias, de la ternura de Dios que no nos ama de palabra.
Los textos del Evangelio muestran a un Jesús que pone su atención a las personas, a sus inquietudes, a sus sufrimientos. Reconoce cada buena intención, cada acto pequeño.
Jesús nos habla con su Palabra viva y actual, pero a veces nos habla interiormente, el mejor lugar es su propio Corazón: ‘Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré (Mt 11, 28).
La máxima expresión del amor de Cristo es cuando está clavado en una cruz. Es la palabra de amor más elocuente. Por eso san Pablo dirá ‘me amó y se entregó por mí’ (Gá 2,20), ésta era su mayor convicción, sentirse amado.
En la tercera parte, el Papa Francisco nos advierte ‘que la devoción al corazón de Cristo no es el culto a un órgano separado de la persona de Jesús. Lo que contemplamos y adoramos es a Jesús entero, el Hijo de Dios hecho hombre, representado en una imagen suya donde está destacado su corazón. Es el centro más íntimo del Hijo encarnado y de su amor a la vez divino y humano’, es el ‘signo o símbolo natural de su inmensa caridad.
Nuestra amistad y adoración a la persona de Cristo lo adoramos vivo en su divinidad y en su humanidad, dejándonos abrazar por su amor humano y divino.
Más allá de cualquier imagen ‘es adorado en cuanto es el corazón de la persona del Verbo, al que está inseparablemente unido, no adorado aisladamente, sino en cuanto con ese Corazón es el mismo Hijo encarnado quien vive, ama y recibe nuestro amor.’
Este Cristo con corazón traspasado y ardiente es el mismo que nació en Belén, el que caminó por Galilea, sanando, acariciando y derramando su misericordia, quien abrió sus brazos en la cruz. Es el mismo que ha resucitado y vive glorioso en medio de nosotros.
El Hijo eterno de Dios quiso amarme con un corazón humano. Sus sentimientos humanos se vuelven sacramento de un amor infinito y definitivo.
Hay un tripe amor que se contiene en la imagen del Corazón del Señor: es el amor divino infinito, es dimensión espiritual de la humanidad del Señor, el símbolo de la caridad infundida en su alma, y es el símbolo de su amor sensible.
El Papa Francisco señala las perspectivas trinitarias desde las acentuaciones del Nuevo Testamento: su relación al Padre, el Abbá, su relación al Espíritu Santo, que como decía san Juan Pablo II,’ el Corazón de Cristo es la obra maestra del Espíritu santo’. Es el Espíritu el que ayuda a captar la riqueza del signo del corazón traspasado de Cristo, del que nació la Iglesia. El Espíritu Santo nos abre en la plenitud del hombre interior, que se encuentra en el Corazón de Cristo. El Espíritu don de Cristo, nos orienta al Padre.
La devoción al Corazón de Cristo es algo esencial a la propia vida cristiana. Es la síntesis del Evangelio.
Hoy nos enfrentamos, más que al jansenismo soberbio ajeno a lo humano y a lo afectivo, a la secularización que quiere un mundo libre de Dios, religiosidades sin referencia a una relación personal con un Dios de amor.
La devoción al Corazón de Cristo nos libera de comunidades y pastores centrados en actividades externas, reformas estructurales vacías de Evangelio, organizaciones obsesivas, proyectos mundanos, reflexiones secularizadas.
Teresita de Jesús había descubierto en el Corazón de Cristo que Dios es amor: ‘A mí me ha dado su misericordia infinita, y a través de ella contemplo y adoro las demás perfecciones divinas’.
En la cuarta parte de su encíclica, el Papa Francisco, la intitula ‘El Amor que da de Beber’. Hace un recorrido por textos del Antiguo y Nuevo Testamentos, hace referencia a la tradición viva de la Iglesia para saber que nos ha querido decir el Señor a lo largo de la Historia.
Un texto a destacar es el de san Juan que evoca a Zacarías (12, 10), cuando un soldado le traspaso el costado, ‘Verán al que traspasaron’ (Jn 19, 37). Es su profesión de fe: el que lo vio da testimonio. Es la fuente abierta del costado herido de Jesucristo.
San Juan Pablo II, nos enseña: ‘los elementos esenciales de esta devoción pertenecen de manera permanente a la espiritualidad propia de la Iglesia a lo largo de toda su historia; pues desde el principio la Iglesia ha dirigido su mirada al Corazón de Cristo traspasado en la cruz’.
Nos señálala también las resonancias que esta Palabra de Dios ha producido en el la historia de la fe cristiana. En los Padres de la Iglesia. En san Agustín: ‘no goza del placer de los baños, pero bebe la vida del costado del Señor’; en san Bernardo, en Guillermo de Saint-Thierry quien invitaba a entrar en el Corazón de Jesús, que nos alimenta en su propio pecho; san Buenaventura. En mujeres santas quienes han narrado experiencias de su encuentro con Cristo por el reposo en el Corazón del Señor, como en santa Lutgarda, santa Matilde de Hackebor, santa Ángela de Foligno, Juliana Norwich, santa Gertrudis; en los monjes Cartujos; en santa Catalina de Siena, en San Juan Eudes, en san Francisco de Sales.
Santa Margarita María Alacoque narró importantes apariciones entre finales de 1673 y junio de 1675. Destaca en la primera aparición. Jesús dice; ‘Mi divino Corazón está tan apasionado de amor por los hombres, y por ti en particular, que no pudiendo contener en si mismo las llamas de su caridad ardiente, le es preciso comunicarlas por tu medio y manifestarse a todos para enriquecerlos con los preciosos tesoros, que te descubro’.
Señala otros santos como san Claudio de la Colombière, Charles de Foucault y las resonancias en la Compañía de Jesús.
Finalmente señala el Papa la relación de ‘Dilexit nos’ con otros documentos suyos como ‘Fratelli tutti’ y ‘Laudato si’, pue el encuentro con Jesús, permite ‘tejer lazos fraternos, reconocer la dignidad de cada ser humano y cuidar juntos nuestra casa común’.
Con su voz de profeta, denuncia al mundo donde todo se compre y se paga donde no hay lugar para el amor gratuito: ‘Él es capaz de darle corazón a esta tierra y reinventar el amor allí donde pensamos que la capacidad de amar ha muerto definitivamente. La Iglesia también lo necesita, para no reemplazar el amor de Cristo con estructuras caducas, obsesiones de otros tiempos, adoración de la propia mentalidad, fanatismos de todo tipo que terminan ocupando el lugar de ese amor gratuito de Dios que libera, vivifica, alegra el corazón y alimenta las comunidades’.
En nº 220 termina con una súplica conmovedora: ‘Pido al Señor Jesucristo que de su Corazón santo broten para todos nosotros esos ríos de agua viva que sanen las heridas que nos causamos, que fortalezcan la capacidad de ama y de servir, que nos impulsen para que aprendamos a caminar juntos hacia un mundo justo, solidario y fraterno. Eso será hasta que celebremos felizmente unidos el banquete del Reino celestial. Allí estará Cristo resucitado, armonizando todas nuestras diferencias con la luz que brota incesantemente de su corazón abierto. Bendito sea’.
Hemos de estar sumamente agradecidos con este documento extraordinario del Papa Francisco ‘Dilexit nos’ quien en este nuestro contexto contemporáneo nos propone a Jesús del Evangelio y de la historia de la salvación, a través de su Corazón traspasado y glorificado. Nos corresponde asimilarlo progresivamente para concretarlo y actualizarlo en la misión de la Iglesia, en las actualizaciones litúrgicas en nuestras relaciones interpersonales que sean desde el corazón y desde el Corazón de Cristo.
A través de toda la encíclica, podemos sintetizarla con la consideración de Joseph Ratzinger en ‘Miremos al Traspasado’; que el Corazón traspasado del Crucificado es el cumplimiento literal de la profecía del Corazón de Dios que trastoca su justicia por compasión y, precisamente de este modo, permanece justa. En esta perspectiva, el Nuevo Testamento se hace visible toda la grandeza del mensaje bíblico del Corazón de Dios. En el Corazón de Jesús nos es dado el centro de nuestra fe o la quinta esencia del cristianismo; Corazón que habla a nuestro corazón, Corazón que es la autodonación plena de Cristo, el contenido del misterio pascual (cf pág. 78-88).
Conozcamos al Jesús de la historia y al Cristo de la fe, a través de su Corazón. Esta es la invitación que nos hace hoy Papa Francisco.
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