Por P. Eduardo Hayen Cuarón
Los productores de pornografía necesitan adictos, y van por los niños. Así como los narcotraficantes acechan en las escuelas para asegurar su clientela en el futuro, la industria del porno busca gente que se enganche con sus materiales a edades tiernas para ganar más dinero.
Muchos padres de familia se asombran por las capacidades que tienen sus niños al operar la tecnología electrónica. Si los mayores han dado un teléfono celular a su hijo a edad temprana, no deberían asombrarse de que su pequeño, a los ocho años de edad, ya haya visto material pornográfico. El daño que esto provoca es enorme.
Un niño es introducido al porno en internet a través de anuncios en ventanas emergentes que los llevan a páginas porno. Hay muchos videojuegos que son, además de violentos, pornográficos. Hay niños que descubren la pornografía porque la encuentran por casualidad en alguna computadora de algún familiar, y otros niños son llevados al porno por sus amigos.
Algunas estadísticas provenientes de Estados Unidos: la edad media en que un niño ve porno por primera vez es entre ocho y diez años. A los 18 años, el 60 por ciento de las chicas y el 90 por ciento de los chicos han visto material pornográfico. Un 55 porciento de las chicas y 69 porciento de los chicos han visto porno homosexual. El efecto es devastador. He conocido chicos de 15 años con una fortísima adicción a estos materiales, y que viven una profunda tristeza en sus rostros.
Uno de los principales efectos para los niños es la pérdida de la inocencia; la porno introduce al niño a un mundo para el que no está preparado ni puede comprender. La sociedad extremadamente sexualizada en que vivimos les roba la oportunidad de ser niños. Es triste que algunos papás festejen que sus hijos pequeños vistan con ropa sexualmente provocativa. Los están adelantando y privando de una infancia sana.
La exposición a la porno puede fácilmente desarrollar una sexualidad malsana en un niño. Los pequeños quedan confusos sobre su sexualidad, sobre el sentido de sí mismos y de su cuerpo. Suele ser una experiencia traumática. La porno cambia el modo de ver al sexo opuesto y de relacionarse con él; incluso puede dejar «programado» a un menor para tener desviaciones sexuales, o para ser un abusador de otros niños menores que él. Hay adultos que viven con un problema de adicción sexual que se originó por haber quedado enganchados al porno desde su infancia.
¿Qué pueden hacer los padres? Primero no ser ingenuos y tomar conciencia de los peligros de estos contenidos para el futuro de sus niños. Sepan que la porno es veneno para el alma a cualquier edad, pero en los niños es aún más. Los padres deben de controlar todo lo que entra en casa, lo que se ve, lo que se habla y la música que se escucha. Ellos deben decidir qué programas son apropiados para los niños y cuáles no, así como limitar el tiempo que pasan viendo televisión. Ojalá que no sea más de una hora.
Los mismos padres deben dar buen ejemplo y evitar ver en la televisión todo material ofensivo, vulgar y violento; no deben estar cambiando de canal a cada rato ya que esto suele llevar a programas inapropiados; hacerlo constantemente es un mal hábito que aprenden los niños.
Un niño no debe tener un teléfono celular con acceso a internet. Muchos padres compran teléfonos a sus hijos para estar más en contacto con ellos, lo que está bien, pero si el móvil tiene internet dañará al niño. Hay teléfonos diseñados para niños sin acceso a internet. Un niño tampoco debe tener una cuenta de Facebook ni utilizar salas de chat, ya que son lugares donde los depredadores buscan víctimas.
Si por casualidad un niño ha visto pornografía, los padres no deben hacerle sentir culpable o avergonzarle. Es muy probable que haya sido una experiencia traumática para él. Más bien hay que enseñarle que el propio cuerpo debe respetarse y vestirse bien, así como el cuerpo de los demás. Hay que explicarle que esas imágenes que vio son una falta de respeto a uno mismo, a los demás y a Dios; incluso hay que hacer oración con el niño por esas personas que vio.
Si la porno la encontró en una computadora de casa, hay que asegurarse de que nunca más la vuelva a ver; y si la vio en casa de un amigo habrá que hablar con los padres de éste; si ellos no cooperan, no se debe permitir que el niño visite aquella casa. El que entre lobos anda, a aullar se enseña.
Hemos de cuidar a los niños. Exponerlos a la depravación sexual es robarles la inocencia y escandalizarlos. Ya sabemos lo que dijo Jesús al respecto: es mucho mejor yacer en el fondo del mar con una piedra de molino atada al cuello, que ser motivo de ruina para los pequeños.
Publicado en blogdelpadrehayen.blogspot.com
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