Por P. Fernando Pascual
Pedimos consejo para mejorar la salud, para encontrar un buen lugar de vacaciones, para restablecer la armonía en familia.
Cuando sentimos la necesidad de pedir consejo, surge la pregunta: ¿a quién vamos a acudir?
Muchos ofrecen consejos de todo tipo. Pocos, en cambio, dan buenos consejos.
Encontrar un buen consejero asegura que el consejo será bueno (o, al menos, no será malo). Por eso, no nos basta cualquier consejo, sino que deseamos el consejo de quienes sean competentes.
Surge la pregunta: ¿cómo identificar a un buen consejero? Algunos hablan bien y con seguridad, pero no son buenos consejeros.
Otras veces alguien que parece inseguro, o que habla sin elegancia, tiene un profundo conocimiento del tema que nos interesa, y podría darnos consejos excelentes.
No resulta fácil encontrar un buen consejero, pero lo necesitamos ante tantas decisiones grandes o pequeñas.
Desde luego, tras escuchar un consejo, cada uno necesita reflexionar sobre su validez y oportunidad: no podemos seguir un consejo a ciegas, sobre todo cuando está en juego nuestro bien o el de otras personas.
En el camino de la vida afrontaremos asuntos importantes que marcarán nuestro futuro. Buscaremos, entonces, un buen consejero.
También pediremos a Dios que nos ayude a encontrarlo, y que ponga en el corazón de esa persona palabras veraces que nos iluminen a la hora de tomar buenas decisiones en los momentos más decisivos de nuestra vida.
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