Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
El Dios vivo y verdadero, es el que viene. Este Tiempo de Adviento es el tiempo propicio para asumir esta verdad que exige un modo de comportarse. Dios viene ahora, interesado por nosotros.
Dios viene a librarnos del mal y de la muerte. Venida que se centra en dos acontecimientos: la encarnación, -con todo lo que implica con el misterio pascual, y su vuelta gloriosa.
En la liturgia católica, el tiempo de Adviento, -que significa llegada, los primeros días se centran en la venida gloriosa al final del tiempo. Cuando se acerca la Navidad se recalca el momento glorioso y gozoso de Belén.
Hay una ‘intermedia’ llamada así por san Bernardo, que se realiza en el alma del creyente. ‘En la primera Cristo fue nuestra redención; en la última se manifestará como nuestra vida; en esta, (en la intermedia), es nuestro descanso y nuestro consuelo’ (Discurso sobre el Adviento).
Con la Santísima Virgen María y la comunidad cristiana, aguardamos la venida del Señor en la Historia que nos dispone y prepara para su consumación, en la segunda venida gloriosa. Mantener vivo el deseo de salir al encuentro con Cristo, el Salvador que viene con las obras buenas y de misericordia, conservando la voluntad firme de que se realice la justicia y que luchemos por la paz, porque él es el Príncipe de la Paz y nosotros sus colaboradores.
Este tiempo bendito de Adviento despierta nuestro ánimo y nuestro corazón aguardando con firme esperanza al Dios que viene a traernos la salvación añorada.
La esperanza cristiana es un componente esencial de la existencia cristiana.
Charles Péguy, pone en labios de Dios esta sentencia: ‘la fe que prefiero es la esperanza’.
En cierta manera la fe es hermana de la esperanza, es el modo de creer confiado o del abandono total en Dios. En medio de las desilusiones, de los problemas y de los fracasos, hemos de mantener esa esperanza en el Dios que está viniendo, que no nos abandona, que también espera nuestra respuesta y cooperación gozosa.
No podemos vivir sin esperanza. La esperanza cristiana es activa; vigilar, crecer en el amor cuya fuente es el Dios que vine a salvarnos y ese amor ha de extenderse a los hermanos, los humanos.
Esa esperanza activa, nos libera de permanecer en la insensatez, en el escepticismo y en la indiferencia; evita el quedarnos en las quejas y condenas, sin el compromiso de ser diferentes y activos de modo positivo.
Vivir de la esperanza centrada en Dios que viene y nos involucra en su proyecto, para afrontar el futuro, siempre con realismo y positivos. Por eso no se tiene que embotar la mente con el vicio, la embriaguez o la sed del dinero. La satisfacción centrada en las apetencias, esclaviza y así desaparece la esperanza.
Vamos a sumarnos al proyecto de Dios-Salvador que viene en la historia, en el presente, en la consumación futura, quien es el alma de este tiempo bendito del Adviento y apunta a la plenitud gozosa en la gloria, que es poseer a Dios mismo, Amor tripersonal, su ternura y su abrazo, por toda la eternidad.
Tiempo de Adviento, tiempo de gozosa espera, de trabajo a brazo partido y de abnegación alegre.